Principio de autoridad

Principio de autoridad

A lo largo de mi ya dilatada trayectoria profesional he conocido a 49 entrenadores del primer equipo, efímeros algunos como Pepe Gálvez, Alfredo Vera, Olaizola, Manolín o el portugués Pacheco y otros con más tiempo y más de una etapa: Héctor Cúper, Luis Aragonés, Llorenç Serra Ferrer, José Luis Saso y Juan Carlos Forneris. Incluso los hubo que no fueron cocineros antes que frailes, tales como Fernando Vázquez, Gregorio Manzano o Benito Floro y, eso sí, de diferentes nacionalidades. Teniendo en cuenta que empecé a los 20 años y me jubilé a la edad reglamentaria, al menos de la primera línea, me saldría un promedio de uno por año trabajado así que los he visto de todos los colores.

Nunca he sido muy partidario de coleccionar «rankings» y menos el mío propio, así que les ahorraré la mención de mis preferidos además de las inherentes e inútiles disputas entre gustos. Tampoco haré comparaciones, odiosas o no, para no caer en la misma trampa y porque, de cualquier manera, sí contemplo desde mi actual perspectiva la gran variedad de estilos presentes en una lista tan larga.

He pensado en ello a raíz de la salida de tono y a destiempo de Dani Rodríguez respecto a Arrasate que, acabo de leer, se reproduce en tono menor y club mayor, entre Valverde y Vinicius con el técnico del Real Madrid, Xabi Alonso. Lo del brasileño no es de extrañar.

Jagoba Arrasate, cuyo fichaje por el Mallorca constituye un reto personal al entrenar por primera vez a un equipo al sur del Rio Ebro, antepuso los intereses del equipo a una alineación «política» con toques «woke» o de «postureo». Bajo mi punto de vista acertó porque, más allá de cualquier consideración de orden técnico, la figura del entrenador en un equipo de fútbol conlleva el principio de autoridad, normas disciplinarias aparte.

Recordemos la bronca de Luis Aragonés con Etoo en Zaragoza, las de Antonio Oviedo con Kustudic o las de Serra Ferrer con Mantilla a título ejemplar. Todos ellos, no casualmente, por encima de los criterios que hubieran aplicado sus jefes, los presidentes de entonces. El actual no sabe, ni contesta. Para eso están, eso cree, sus ejecutivos.

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