El PP balear comete la indignidad de apuntalar la Ley de Memoria
Y tuvo lugar el último pleno del Parlament, antes de Navidad, y pasó lo que tenía que pasar: el PP cometió la indignidad de apuntalar con su abstención la Ley de Memoria de Armengol, a cambio del apoyo de la izquierda radical consistente en aplastar las enmiendas de Vox que simplemente defendían el bilingüismo real. Es curiosa la reacción de la prensa local woke referida a los acontecimientos del martes 17. Un diario apuntó: «Pleno marcado por un gran pacto entre el PP y la izquierda». Y otro daba prioridad a la cita textual: «PSIB-PSOE y Més afirman que su estrategia en el pleno es la correcta y no avalan al Govern (del PP) sino a la democracia». El PP era circunstancial.
Señorías del PP, pueden estar satisfechas. El aval no ha sido a ustedes, sino a la democracia. Es decir, que ustedes para la izquierda no son en realidad demócratas. Es lo que se desprende, leyendo entre líneas el segundo de los titulares. Con un par, sí señor. La prioridad de la izquierda, poner a salvo su propio relato, y ustedes, sin pudor alguno sólo por interés a corto plazo, han acabado garantizándolo. Vox tenía la razón de su parte y ustedes se la han negado por conveniencia. En pura lógica, muchos equivocaron su voto.
¿Qué significa indignidad, señores diputados autonómicos del PP? Se lo digo. «Ruindad, bajeza, abyección, humillación, vileza, deshonor, ultraje y desmerecimiento». La RAE. Ustedes, para borrar las enmiendas de Vox, le concedieron a la izquierda radical de Baleares preservar la Ley de Memoria autonómica, que reconoce que nada pasó en octubre de 1934; que tampoco hubo pucherazo en las elecciones de 1936 y así seguidamente. Es decir una ley tergiversadora de la historia y revanchista, que no merecía ser avalada por un partido, el suyo, que tiene en su base electoral a legión de personas descendientes de víctimas de aquellos atropellos, cometidos por socialistas, comunistas, CNT y otras formaciones que igualmente fueron verdugos de aquella parte de la población que no pensaba como la izquierda radical y en consecuencia fueron exterminados en las purgas revolucionarias. ¡Uepa!
De manera que le han regalado a la izquierda radical que su fraudulento relato tiene visos de certeza, cuando en absoluto así fue. Y todo eso para defender la inmersión lingüística en lugar de asumir el bilingüismo real en consonancia con la Constitución Española. No merece el PP repetir el 2027 ya se lo digo yo, aunque todo dependerá de cómo reaccione el electorado.
Si la izquierda Frankenstein de Baleares recupera el poder es consecuencia de la manifiesta ineptitud del PP, convenientemente aprovechada por unos medios afines –que sí los hay- acostumbrándonos a mirar a la derecha por encima del hombro, apelando a la engreída superioridad moral progresista. En esas estamos, con el PP cometiendo la indignidad de afianzar la Ley de Memoria, preservada desde el pasado martes al ratificarla el Parlament.
Hay que ser muy burros, pero mucho, para cometer ese error garrafal pues a la izquierda la inmersión le supone afianzar el negocio multimillonario de los suyos, mientras se desprotege el derecho de los castellanohablantes. Le va bien a la izquierda este cambalache, sencillamente porque salen ganando a cuenta de un PP simplón, incapaz de entender que las cartas de negociar esas enmiendas de Vox ya estaban marcadas de antemano, desde el instante en que nada se ofrecía a cambio. La izquierda puso ojitos y el PP pío, pío.
La astucia de Vox, si es que la hubo, en cualquier caso quedaba arrasada y sin el menor coste para la izquierda radical, encantada de ser como es y de ver que los peperos son de un iluso encantador que se pliega a los objetivos Frankenstein sin oponer la menor resistencia. Salvo que en efecto el PP sea partidario de la inmersión sin contemplaciones, que es manera de regresar a la consigna tantas veces repetida por la izquierda: el consenso es sagrado y en ningún caso, o supuesto, debe ser cuestionado. El PP queda retratado.
También podría ser que el PP sienta pánico aterrador a las camisetas verdes y de ser así es porque no tienen un líder capaz de plantarle cara a la izquierda radical. Mucho me temo que Marga Prohens no va a repetir en el 2027 porque, de siempre, más vale lo malo conocido. Así nos va, desde hace un cuarto de siglo. Mantener la Ley de Memoria balear es una vulgar rajoyada a la que nos tiene acostumbrados este PP melifluo, palabra que según la RAE refiere, «melindroso, remilgado, áspero y empalagoso». ¿Es lo que realmente desea el votante mayoritario del PP? ¿De verdad? Pueden olvidarse de sus cenas multitudinarias, porque hoy son demasiadas las que comen del actual poder omnímodo del PP, pero no pasa así en la calle.
Resulta tan miserable canjear las enmiendas de Vox a cambio de mantener intocable la Ley de Memoria de Baleares, porque ello significa de facto dar por bueno el relato nauseabundo de la izquierda radical a propósito de todo lo sucedido en la II República, ahora reinterpretado por la izquierda, según su propia conveniencia y elevado a rango de una verdad absoluta.
Vox debe apresurarse a resolver diferencias internas y encontrar las voces capaces de enamorar a un electorado que empieza a estar harto del PP y su calculada ambigüedad, al objeto de afianzar un centroderecha (¡Vox no es fascista, ya vale tanto mantra!), capaz de evitar que la izquierda radical se aúpe de nuevo al poder en 2027. Nos jugamos mucho en ello y la marca del PP de Baleares no da la talla. Lo que contrasta con la sintonía del PP y Vox en los ayuntamientos y el Consell de Mallorca. ¿Será entonces que sobra Marga Prohens? Debería hacérselo mirar la marca PP-Baleares.