‘Moradas’, de Mariano Aguilar: un inmenso panel de 177 piezas al óleo de perfecta factura
La exposición presenta imágenes de interiores de casas sin moradores con remembranza a composiciones de Hopper
Equilibrio y belleza en la muestra de la galería MA Arte Contemporáneo
El despliegue de ni más ni menos que 177 lienzos, aunque eso sí, de pequeño formato, en las paredes de la galería MA Arte Contemporáneo, la galería que se ubica junto a las torres del Temple en Palma, en la exposición Moradas, de Mariano Aguilar, es un verdadero espectáculo visual. Un goce para los sentidos, pues la combinación de colores y composiciones es tan armónica, contiene tanto equilibrio y maestría, que simplemente dejándose llevar de una a otra pieza sin más, sin la consabida búsqueda de ocultos significados o mensajes como es típico en el arte contemporáneo, se puede vivir una experiencia de profunda satisfacción.
Es algo inusual, como digo, pues el arte que se produce en nuestro tiempo suele renegar de todo parentesco con conceptos como belleza, sobriedad, equilibrio, ataraxia, contemplación reflexiva pausada, etc. Desde que hace décadas el feísmo se implantara en nuestra cultura como marchamo de lo moderno, de lo último en la estridente carrera contra reloj para anotarse un rol personal que permitiese el acceso a un nicho de mercado particular, toda amabilidad y ternura, aderezo de formas y luces y sombras en las imágenes aportadas a la corriente general del arte han sido vistos con recelo por los estudiosos de la cosa, los críticos que prefieren deambular por terrenos crípticos donde nadie más que ellos pueden hacerse una idea del terreno que se pisa.
Pero la exposición de Mariano Aguilar (Barcelona, 1955) acomete otras singladuras. Fruto de cuatro años de intenso trabajo, estas 177 piezas, de las cuales 175 son interiores de habitáculos y casas, y sólo dos de ellas, en dos lugares clave de la muestra, corresponden a paisajes exteriores, han sido ejecutadas al óleo sobre lienzo y tabla de madera, según un escrupuloso orden de composición y estructura interna, donde la perspectiva, el abanico de los matices de la luz y las sombras, el estallido del color (muchas veces ocurriendo eso en sordina, lo cual es ciertamente difícil) y la disposición de la imagen respecto al ojo del espectador y su tipo de mirada ponen de manifiesto tanto la sabiduría del artista como su propósito, como decía antes, de ponderar el discurso oficial del arte contemporáneo, tan sesgado como tantas otras cosas en nuestros tiempos sectarios de dominio del pensamiento único (en cada campo existe un cliché que evita el ejercicio general del pensamiento y así lo que hay es una especie de vademécum de pensamientos únicos que resuelven todas las banales situaciones a las que el hombre moderno debe afrontar).
Son imágenes de casas donde el artista hubiese querido habitar, muchas de ellas extraídas de portales de agencias inmobiliarias. Todas ellas se caracterizan por carecer de moradores. Ni una sola persona o animal discrepa contra esas líneas que configuran esta suerte de bodegones de habitaciones o casas. El tono recuerda la soledad que rezuman las obras de Edward Hopper, si bien en el caso del artista norteamericano sí que se pueden encontrar, usualmente, figuras humanas que transmiten una desolada situación de penuria personal. Aquí no, en las Moradas de Mariano Aguilar lo que hay es a veces melancolía por un habitáculo que pudo entrañar una memoria de vida o la tristeza por un interior abandonado (no se sabe si por la defunción de sus moradores o por mudanza) o simplemente el orden inmaculado de un sistema de vida antiguo que ejerce una extraña añoranza sobre el artista y, por extensión, sobre el espectador de la obra.
Son imágenes fascinantes que expanden la paz y el anhelo de vida plena y tranquila. Una mirada muy propia de alguien que después de trabajar en Palma desde 1985 en el campo de la enseñanza, por fin puede ya enfocar todo su tiempo a su obra personal tras la jubilación profesional.
Una exposición muy sugerente y atractiva, un auténtico placer para los sentidos. El recorrido por las 177 piezas de la muestra deja un profundo poso de bienestar interior. Medicina excelsa para los tiempos que corren.
Temas:
- Arte
- Palma de Mallorca