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Magna exposición del reputado artista británico Julian Opie en diversos espacios de Palma

La monumentalidad del despliegue de las obras percute con fuerza en una ciudad volcada en el dinamismo del estío

La Administración recupera la antigua tradición de incorporar La Lonja a los espacios de exhibición artística de Palma

Julian Opie Palma
Obras de Julian Opie que se exponen en La Lonja de Palma.

De entrada, y al margen de otras consideraciones que se van a hacer en relación con la obra de este renombrado artista británico, la magna exposición de Julian Opie (Londres, 1958) en diversos espacios emblemáticos de la ciudad de Palma que acaba de inaugurarse debe considerarse como una encomiable muestra de voluntad de gestión y de impulso artístico y cultural por parte de la administración actual de la cosa pública.

Tras unos años con la anterior responsabilidad política atascada en corsés de ideología de género o de memoria histórica, alentada, además, por una taimada intencionalidad de afrentar el arte contemporáneo en beneficio de una anacrónica recuperación por decreto de lo tradicional («lo nostro») más rudimentario, sello característico de la tercera tribu de aquel pacto de gobierno, el actual despliegue de Opie es puro aire fresco y renovador, que se agradece.

Julian Opie Palma
Obras de Julian Opie en el interior de La Lonja.

La muestra del artista británico ha sido organizada conjuntamente por el Govern balear, el Ayuntamiento de Palma y las galerías Xavier Fiol de Palma y Mario Sequeira de Braga, Portugal (la galería nodriza del artista durante años). Dieciocho grandes piezas se despliegan por el interior del edificio de La Lonja, en la plaza que da a su acceso principal, por el Paseo Sagrera, el Paseo del Born y por último en el Casal Solleric. Se trata de esculturas de grandes dimensiones, prioritariamente planas (elaboradas, al menos, con esa intencionalidad original del pseudo antiguo Egipto), y de pantallas de plasma en las que unos dibujos con animación y el mismo estilo, propio del artista por ende, se desenvuelven en una secuencia infinita en formato loop.

La coordinación de todo este impresionante montaje (hay que ver el tamaño, enorme, de las esculturas de La Lonja para calibrarlo) ha corrido a cargo de Monse Torras e Irene Durán, a quienes hay que dar la enhorabuena.

Julian Opie Palma
La exposición del artista británico puede verse hasta el 31 de agosto.

Como sabe quien ha seguido un poco la trayectoria del artista británico, la obra de Julian Opie se encuadra en el llamado neo Pop Art y quizás de ahí venga mi reticencia, de pequeña dimensión, no obstante. ¿Hay algo más antiguo hoy en día que el Pop Art? Claro que sí; el paisajismo, por ejemplo, aunque sea submarino, como es el caso que ocupa una capilla de la Seo, lo es; o buena parte de los intentos estructuralistas de renovar el abstracto (aunque no todos, no siempre).

Andy Warhol tomó como modelo un bote de sopa Campbell’s y generó el monstruo. Opie, ahora, toma como modelos seres anónimos, personas que pasan por delante de su estudio, un caballo, paseantes sin rostro, y con una grafía desprovista de matices, plana hasta decir basta (es decir, al alcance «de todos los públicos»), los eleva a obra de arte. Ya no hace falta ser Inocencio X, como en el célebre lienzo de Velázquez, para ser elevado a las alturas.

El Pop se caracteriza por encumbrar lo más vulgar, lo cotidiano, lo conocido por todos y por tanto desprovisto de carga misteriosa interior, de código a descifrar mediante el conocimiento, la cultura, la sensibilidad y la inteligencia. Vamos, que es el camino más adecuado a la actual evolución del ser humano, que está dejando en manos de la IA toda responsabilidad de conectar neuronas en busca de pensamiento.

Julian Opie Palma
Las obras de La Lonja son esculturas de grandes dimensiones, prioritariamente planas.

Esa reticencia se enlaza con la progresiva ocupación del espacio galerístico de Palma por espacios dedicados a un modelo decorativo que nada tiene que ver con el arte contemporáneo, aunque parezca lo contrario. La tendencia se fundamenta, a mi entender y por desgracia, en ese germen nacido en la fábrica neoyorkina hace más de medio siglo y propicia que los nuevos jóvenes «coleccionistas» sustenten su «cultura artística» en el manga, las revistas de moda y los catálogos de materiales industriales de nuevos pavimentos, chapas aeronáuticas y otros plásticos de imposible disolución. De ahí que la responsabilidad del Pop en este desaguisado propio del final de los tiempos (soy de los que piensan que al ser humano como lo hemos conocido le quedan dos telediarios) es insoslayable.

El despliegue de Opie en Palma es impresionante

Pero al margen de esta pequeña digresión, el despliegue de Julian Opie en Palma es impresionante y muy apropiado para dinamizar la ciudad en este periodo de recuperación, que en este caso se desarrolla hasta el 31 de agosto. En el interior de La Lonja, grandes siluetas de torres portuguesas combinadas con otros perfiles de personas anónimas, también de grandes dimensiones, rivalizan con las columnas del imponente edificio. Es tarea ardua ese reto de exponer en este recinto. Pocas veces el artista invitado ha conseguido salir airoso del envite. Fiascos como el de Boltanski o uno más reciente de Cabrita Rei lo atestiguan. Como referencia de lo contrario, de un envite ganado, recuerdo la extraordinaria exposición de Bernardí Roig, que encaró la cuestión focalizando la intervención en el pavimento, que llenó de baldosas con fotografías de personas del público que aceptaron imitar un gesto de ira según un patrón proporcionado por el artista. Fantástica exposición aquella del ya lejano año 2012.

Julian Opie Palma
La obra de Julian Opie se encuadra en el llamado neo Pop Art.

En la plaza delantera de La Lonja dos enormes esculturas de un hombre y una mujer, Joshua y Julia (por lo visto dos personas que pasaron por delante de su taller en Lisboa y se dejaron fotografiar), marcan el ritmo de la monumentalidad de la muestra. Los vídeos en el Paseo de Sagrera (esperemos que no provoquen ninguna incidencia en el tráfico de la vía, por distracción del conductor) y el Casal Solleric se encuadran en la más conocida línea del artista, del que existen diversas piezas en este formato en colecciones privadas de coleccionistas isleños.

En definitiva, un despliegue monumental, voluntarioso, que persigue devolver el protagonismo del arte a esta ciudad que en su día gozó de prestigio internacional y que merece que los gestores públicos se afanen en su recuperación, como se manifiesta claramente en esta ocasión tan singular.

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