EL CUADERNO DE PEDRO PAN

‘La Isla del Aire’: luminoso magisterio en la despedida de la gran dama del teatro Nuria Espert

El Teatre Principal de Palma nos ha permitido ser testigos directos de la despedida de Nuria Espert de los escenarios

nuria espert
'La Isla del Aire': luminoso magisterio en la despedida de Nuria Espert.

Es inevitable acercarse en un primer momento a La Isla del Aire, desde el prejuicio lorquiano –dicho en el buen sentido- porque una obra como ésta de múltiples tensiones y con la mujer como única protagonista, pues resulta inevitable que despierte como referencia La casa de Bernarda Alba. Pero, una vez entras en materia descubres importantes diferencias reflejadas en la sinopsis de la novela objeto de adaptación: «Tres generaciones de mujeres, de una misma familia, que nos abren las puertas al jardín de sus secretos».

«Historias que cuentan una vida y conforman una familia». Si García Lorca hubiese escrito su drama en el siglo XXI, es probable que de él se estuviera hablando dada su capacidad descriptiva del drama de la mujer en la España profunda a inicios del siglo XX y cabe imaginar que, casi un siglo después, con la misma capacidad creadora en la descripción de un matriarcado que sigue enfrentado al sometimiento de la mujer en una modernidad avanzada.

Pero el autor de La Isla del Aire es Alejandro Palomas, escritor y filólogo barcelonés laureado que con esta novela abría el 2005 la trilogía El tiempo que nos une. Él mismo se ha encargado de adaptarla a las tablas.

Conviene aclarar por si acaso que el título de la obra, el mismo que el de la novela, refiere un islote del mismo nombre situado frente a la costa sudeste de Menorca, integrado en la comarca de Mahón. Su faro actúa en realidad a modo de leitmotiv de la trama. Decía antes que la adaptación es del propio autor, mientras la dirección corresponde a Mario Gas, que ha tenido a bien interpretar acertadamente el contenido como «poema sinfónico de cámara, para cinco solistas, recurriendo a un texto muy sutil a medio camino de un poema, una novela, el teatro». Si antes me he referido a García Lorca, otra pregunta que cabe hacerse el espectador es por qué Nuria Espert ha elegido La Isla del Aire para despedirse de los escenarios.

La explicación es sencilla. Hablamos de una producción del Teatre Romea, que es donde Nuria Espert debutó allá por 1948 con trece años de edad. Si bien lo de verdad relevante lo escuchamos de ella misma: «Pasa muy pocas veces implicarte tanto en el personaje. El texto hace que te reconozcas, que entiendas sus flaquezas, su sufrimiento; pero también, que detrás de todo ese dolor veas una luz de esperanza». Nuria Espert ha encontrado esa luz como excusa perfecta para decirle adiós a los escenarios a sus 87 años, y además, acreditando un luminoso magisterio en su despedida.

La acción transcurre durante un fin de semana, en principio centrándose la atención en los personajes de Mencía, la abuela y matriarca (Nuria Espert), su nieta Bea (Miranda Gas) y su hija Lía (Vicky Penya). En paralelo vamos a conocer a su otra hija, Flavia (Teresa Vallicrosa) y también a Inés su otra nieta (Candela Serrat). Un sexto personaje ausente, no obstante siempre tan presente, es el de la tercera nieta, Helena, desaparecida un año antes cuando navegaba en aguas próximas al faro. El momento cumbre llegará cuando el domingo las cinco acudan en excursión a la Isla del Aire.

Durante el proceso entraremos en ese jardín de los secretos guiados por la matriarca, mujer que conserva su fuerte temperamento, pese a su avanzada edad. Magistral está Nuria Espert en sus cambios de carácter, conjugando a la vez su avanzada demencia senil y la agudeza de sus comentarios-juegos, que acabarán descubriéndonos los vacíos sentimentales de su descendencia hasta completar el mapa de la historia de una familia. La canción del final junto al faro viene a simbolizar el reencuentro, aunque no –necesariamente- el perdón. El acompañamiento del resto de intérpretes es asimismo de una sublime naturalidad y todas ellas bordeando la excelencia.

Quiero destacar el trabajo minimalista de Sebastià Brosa en la escenografía, ofreciéndonos un maravilloso repertorio de efectos que se van proyectando sobre lo escarpado del paisaje (en realidad, Isla del Aire apenas se eleva 15 metros sobre el nivel del mar), mediante videos-instantes que profundizan progresivamente en los vacíos, todavía por llenar. Hasta esa excursión que será el detonante definitivo y el momento cumbre de la representación.

En la intrahistoria de esta producción teatral encontramos que Miranda Gas se reencontraba con su madre, Vicky Penya, con quien no compartía escena desde hacía 25 años, cuando debutó a su lado a los 15 años de edad, lo que viene a conectar emociones en relación a la despedida de Nuria Espert.

Asimismo conviene destacar encargarle la música incidental a Orestes Gas, hermano de Miranda, y creador de una atmósfera envolvente que dibuja el fondo sonoro de unas secuencias encadenadas con fundidos a negro, en un intento nos dice, de «tratar de evocar un tristeza seca, hueca, desprovista de reconfortante melancolía». Por último, apuntar que La Isla del Aire inició la gira después de despedirse del Teatre Romea, el pasado 14 de mayo; por tanto, debemos agradecer al Teatre Principal de Palma permitirnos el hecho de ser testigos directos de la despedida de Nuria Espert de los escenarios.

Ver al público que llenaba la sala puesto en pie, emocionado y agradecido, se complementaba con aquellas inolvidables representaciones de Yerma, en el Auditórium de Palma allá por los años 70 que para muchos marcaría el descubrimiento cierto de esta gran dama del teatro que es Nuria Espert.

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