El elefante en la habitación
La enseñanza balear y, específicamente, su educación primaria, es la menos equitativa y la más mediocre de toda España y de los países de la OCDE. Lo confirma la prueba internacional TIMSS 2023 cuyos resultados han sido corroborados un año después por las pruebas de diagnóstico realizadas a toda la población escolar de diez años por la propia Consejería de Educación. Se trata de dos pruebas distintas y totalmente independientes que llegan a la misma conclusión. La enseñanza balear es clasista y segregadora ya que liquida la igualdad de oportunidades al impedir en la práctica que un alumno que proviene de un estatus socioeconómico bajo obtenga un rendimiento escolar alto. Tampoco se trata de una enseñanza excelente puesto que el porcentaje de alumnos con niveles avanzados es residual.
Las pruebas de PISA 2022 y TIMSS 2023, así como las recientes pruebas de diagnóstico a mitad de ciclo, todas ellas rendiciones de cuentas objetivas y externas que nada tienen que ver con el boletín de notas por asignatura o competencia que reciben los padres cada trimestre a través del GESTIB, revelan un escenario desolador para la enseñanza balear que nada tiene que ver con las soflamas y preocupaciones de una clase política y sindical ensimismada, abonada al autoengaño y de un cinismo insuperable. Si uno escucha detenidamente a la socialista Amanda Fernández, a la podemita Cristina Gómez, a la popular Anabel Curtó o a la separatista María Ramón, uno se hace la idea de que contamos con la enseñanza más equitativa del mundo, la más integradora e igualitaria, la menos segregadora, la que más igualdad de oportunidades brinda a los estudiantes que vienen de niveles socioeconómicos y culturales bajos.
Y si no lo es, al escucharlas podríamos asegurar que todas ellas trabajan sin descanso para que lo sea. No sólo nuestra esforzada clase política trabajaría sin descanso contra el clasismo y la segregación, también lo haría la FAPA de Cristina Conti y nuestros sindicatos docentes cuando mueven cielo y tierra para tumbar el punto de antiguo alumno, cuando se quejan de la concentración desigual de alumnos inmigrantes en la red pública y la red concertada, o cuando se lamentan que las familias elijan unas pocas asignaturas en castellano gracias al plan piloto voluntario en los poquísimos centros (11, concretamente, de más de 400) que sí lo permiten. Este es todo el clasismo, esta es toda la segregación que percibe y de los que levanta acta el statu quo educativo. Ver para creer.
Por misericordia cristiana no me voy a extender en la hipocresía de las diputadas en sus discursos contra el clasismo y la segregación. Ya lo hice en su día para poner negro sobre blanco los pretextos, los sofismas y los rebuscados argumentos de los que se han estado valiendo para combatir la libertad de elección de centro, la libertad de elección de lengua y la libertad de los padres para filtrar los contenidos de educación afectivo-sexual que les endilgan a sus vástagos sin su permiso, libertades, las tres, que, como saben, el PP balear ya se ha encargado de desvirtuarlas y reducirlas a la mínima expresión, desnaturalizándolas no de frente como sí hace la izquierda, sino a través del filibusterismo burocrático al que su cobardía y su pillería de andar por casa nos tienen ya acostumbrados. Antonio Vera y Marga Prohens juegan a la puta y a la Ramoneta para no ofender a sus votantes mientras siguen engañándoles. Ni una mala palabra, ni una buena acción. Mientras se rasga las vestiduras combatiendo retóricamente el clasismo y la segregación en la cámara balear, la izquierda balear defiende con uñas y dientes un modelo educativo que hace aguas por todas partes y que es el exponente más claro y diáfano de este clasismo y segregación que denuncian.
La Escola en català, pública i de qualitat del octenio negro armengolino no les merece ni una sola crítica, de ahí que no dejen de felicitar a los maestros por su incansable labor y sus denodados esfuerzos por ser «el muro de contención del catalán», entre otros muros levantados que sólo agravan la única de las segregaciones y el único de los clasismos que deben tenerse en cuenta, los que afectan al rendimiento escolar y a la mochila de contenidos y competencias adquiridas. La izquierda tiene el elefante en la habitación, pero prefieren ignorarlo utilizando una socorrida estratagema, el «desplazamiento de la culpa», que consiste en acusar al adversario político de las mismas fechorías (¡clasismo!, ¡falta de igualdad de oportunidades!, ¡segregación!) que ella misma viene alimentando.
Lo primero que hay que rescatar en democracia, definitivamente, es la verdad basada en los hechos.