ARAGÓN

Un grupo de ‘sintecho’ increpa en Zaragoza a OKDIARIO y aterroriza a vecinos hartos de «inseguridad»

OKDIARIO vive en primera persona las amenazas que sufren los vecinos del zaragozano barrio de San Agustín

Los vecinos tienen miedo de tener incluso abiertas las ventanas en verano por los robos

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Paula Ciordia

OKDIARIO vive en primera persona las amenazas de los sintecho que se han hecho con el barrio de San Agustín de Zaragoza. Peleas, robos, acoso, asaltos. Colchones tirados en la calle, a las puertas del museo, en mitad del parque, en los bajos de los porches de los portales. «En este barrio sólo hay extranjeros ya», me dicen a la cámara algunos testigos. La misma cámara que despierta la furia entre los inmigrantes ilegales que han acampado junto al Centro de Historias. Este reportaje de OKDIARIO muestra la realidad que viven día a día los vecinos de esta céntrica zona de Zaragoza.

En las inmediaciones del Centro de Historias de Zaragoza –donde se encuentra el mejor museo de Origami de Europa–, un grupo de sintecho increpan a OKDIARIO a plena luz de día cuando se percatan que una mujer les está grabando con el móvil.

«Estoy haciendo mi trabajo», les grito tratando de que se alejen, pero lejos de disuadirles se aproximan hacia mí un grupo de entre seis y ocho subsaharianos que duermen en la calle, y me cierran en paso. Me amenazan, y uno de ellos –el más corpulento y más mayor– me empuja en el hombro. No hablan español, balbucean francés. Quien me aborda tiene la intención de cogerme el móvil.

Me siento atrapada a plena luz de día, a las puertas de un museo único en Europa y en una zona rodeada de bloques de apartamentos. Un entorno aparentemente tranquilo y sin riesgo, pero que en sólo unos segundos se muestra todo lo contrario.

Para zafarme de esa embarazosa situación, grito «¡socorro!», y mi voz llama la atención de dos varones españoles que pasaban justo en ese momento y no han dudado en defenderme. Les dicen a los subsaharianos que paren, logran abrirme paso y me dejan marchar.

«He tenido suerte», me digo, y el suceso me hace ponerme mejor en la piel de lo que estos vecinos del parque Bruil llevan sufriendo durante meses. Me he vuelto de repente en víctima y testigo, lo he vivido en mis carnes. ¿Qué más se necesita para poner límite a esta situación?, me pregunto.

La degradación del barrio

¿Por qué este barrio de San Agustín se ha degradado tanto? Desde hace meses, el albergue municipal está de obras –una reforma que costará a las arcas municipales 4,3 millones de euros–. Lo que ha ocasionado que las instalaciones donde solían estar estas personas no estén disponibles. Esto ha desplazado a los sintecho por todo el barrio. Además, algunos de ellos tampoco quieren dormir, como nos dicen algunos vecinos. Ahí hay normas –prohibido las drogas, el alcohol– y muchos no quieren aceptarlas.

Paseo por la zona, trato de hablar con los vecinos. Algunos de estos ciudadanos no quieren salir en la cámara, creen que ya no sirve para nada denunciar la situación. «Estamos cansados de protestar y que la Policía no haga nada», me explican, pero reconocen que tienen miedo de «que sus hijos vuelvan a casa solos por la noche».

Este pasado domingo, varias asociaciones volvieron a convocar una manifestación –con esta llevan cuatro en escaso medio año– justo donde OKDIARIO ha sufrido el altercado con los inmigrantes ilegales que duermen con colchones, a las puertas del citado Centro de Historias.

Por suerte, otras vecinas comparten conmigo el corrillo que habían formado donde precisamente estaban hablando de la inseguridad cada día más creciente de «este barrio obrero, de gente sencilla y trabajadora, de familias que se conocían entre ellas, de comercios de proximidad», en torno a un parque llamado Bruil, que dio nombre a la zona. De niños que crecían jugando en la calle y padres que dejaban los balcones abiertos en verano, como me relatan.

Así era el día a día en este barrio zaragozano y que hoy «no queda nada de eso», nos cuentan los lugareños «hartos de robos e inseguridad». Una de las señoras mayores relata cómo le robaron la cadena de oro dentro del portal de su casa. «Apareció un chico joven, me dio un beso en la frente y desapareció. Me quedé sorprendida, al echarme la mano al cuello, lo entendí. Me había arrancado la cadena con la medalla de mi marido», me explica esta mujer viuda.

«No hay nada de seguridad. Yo tengo miedo, no salgo a partir de las nueve de la noche de casa, y me cierro todo. Aunque sea verano, no abro el balcón ni la ventana. Nos entran a robar. A mi vecina le han entrado», explica la otra mujer que también vive sola y atemorizada. Otra viuda. «Están robando a las señoras mayores. Yo por la noche también evito pasear», nos dice otra mujer. Otro testimonio más.

El Ayuntamiento de Zaragoza ha prometido intentar revertir la situación de degradación del barrio. El pasado lunes la alcaldesa de Zaragoza, Natalia Chueca, pidió a los vecinos «paciencia». Tiene intención de poner en marcha el Plan Revive Bruil, dotado con 50 millones de euros hasta 2029, provenientes la mitad de fondos europeos –NextGeneration y Feder –.

Sea como sea –vengan o no vengan los fondos–, lo esperable que este verano la vecina que nos habla a la cámara, pase el verano con los balcones y ventanas cerradas y no ventile por la noche ni en la sofocante canícula.

Prefiere «morir de calor que de susto», me hará entender antes de despedirse a hacer la compra, pues como me ha explicado, cuando cae la noche, es hora de recogerse hasta el día siguiente en el que vuelva a salir el sol. Y eso que vive en el centro de Zaragoza, junto a uno de los edificios más insignes, El Trovador, un centro empresarial, donde están –entre otras- GFT, BSH, NTT Data.

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