Los desalojados por el incendio de Málaga esperan con impaciencia y temor la vuelta a sus casas

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Joan Guirado

Las horas en el pabellón polideportivo de Alhaurín El Grande (Málaga) pasan muy lentamente. Sobre el parquet que acoge las competiciones deportivas en las que participan los equipos de la localidad, este fin de semana, duermen -o lo intentan- algo más de un centenar de personas que han sido desalojadas de sus viviendas. Todas aguardan con impaciencia la espera hasta que los técnicos les autoricen a volver a casa con seguridad. Algunos temen por sus propiedades.

La mayoría son vecinos del barrio popular de El Chorro. Sus casas están muy cerca de las llamas y, tal como relata una de las vecinas desalojadas desde hace dos días a OKDIARIO, la caída de cualquier elemento de madera que tiene enfrente, ardiendo, pondría en peligro la residencia familiar. En el pabellón espera noticias de los Bomberos y la Policía junto a su marido y un bebé de apenas unos meses. Tienen poco más que una manta de la Cruz Roja y la alimentación que el Gobierno de la Junta de Andalucía, a través de los voluntarios de Protección Civil, les ofrecen.

En la zona habilitada para la manutención de los desalojados, tomando el café, está otra vecina de nacionalidad holandesa pero que vive gran parte del año en la segunda residencia que tiene en Alhaurín El Grande. Ella, junto a su marido y su perro, llevan 16 horas fuera de casa. También espera a la reunión que mantendrán los técnicos esta mañana para saber si ya no existe riesgo para volver a su domicilio -mientras en otras zonas se ordenan nuevos confinamientos preventivos, sobretodo por el humo-. En su caso, dice, intenta tener «esperanza» y no pensar en que su vivienda puede quedar calcinada.

A pocos metros de dónde se encuentra el Puesto de Mando Avanzado, en el que los responsables de la extinción del incendio y los representantes de la Junta de Andalucía monitorizan minuto a minuto la evolución del fuego, los más perjudicados aguardan una larga espera que se hace interminable. La mayoría son personas mayores y extranjeros. Pero también hay un grupo de personas con diversidad funcional y algo más de una decena de niños que juegan en las sombras que hay en el exterior del pabellón, ajenos a la realidad y a la preocupación que viven sus familiares. Entre los desalojados, que tuvieron que salir prácticamente con lo puesto, también hay muchas mascotas que no se despegan de sus propietarios ni un solo minuto.

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