Brutal ataque a un funcionario de prisiones: «El interno me intentó sacar los ojos»
OKDIARIO entrevista a un funcionario de prisiones horas después de haber sido salvajemente agredido por un preso durante un procedimiento rutinario.
Tras atacar al trabajador de la cárcel trató de tender una rudimentaria trampa a una sanitaria con un viejo truco carcelario: esperar a los trabajadores con el suelo de la celda llena de agua y jabón para hacerles perder el equilibrio.
«Acabo de salir ahora mismo del médico y al final, el ojo, que es lo que más importa, no lo tengo dañado, ha sido todo por fuera. El tema es que el interno intentó sacarme los ojos directamente. En el ojo derecho no fue capaz de meter los dedos para intentar hacerme nada, pero el izquierdo sí que me intentó meter el dedo como arañando para intentar sacármelo. Esa fue la sensación que tuve». El relato es aterrador y en el tono de voz de Rubén, nombre ficticio, sobrevive al pánico de lo que pudo ser. Conserva sus ojos de milagro. Igual que este diario debe proteger la identidad del entrevistado por su seguridad debido al trabajo que desarrolla, funcionario de prisiones, tampoco estamos autorizados a contar en qué cárcel se ha producido una gravísima agresión contra este trabajador, pero en este caso no lo hacemos porque desde el Ministerio de Interior y a través de la Secretaría General de Instituciones Penitenciarias lo que se hace es castigar a los trabajadores que hablan con la prensa. El protocolo es extrapolable al régimen disciplinario de Guardia Civil o Policía Nacional, la diferencia estriba en que los funcionarios de prisiones no están a su altura ni en medios, ni en formación, ni en retribución ni en figura de autoridad. Pero sigamos con el relato de Rubén.
El joven funcionario de prisiones, de treinta y pocos años y cinco como trabajador, o sea, ni frágil en su constitución físico ni novato en su experiencia, se disponía a abordar una de sus rutinas diarias sin saber que iba a ser el protagonista del segundo de los acontecimientos gravísimos de los últimos días en una cárcel de nuestro país. Tocaba el cierre de celdas y la entrada de cada interno en su correspondiente habitáculo. Al parecer, cuando Rubén se dirigió al interno en cuestión para pedirle que entrara en su celda este le contestó «yo hoy no me voy a chapar». El preso se quedó mirando fijamente a Rubén, quien afortunadamente percibió el riesgo porque además de la actitud desafiante del recluso él era en ese momento el único funcionario presente en el módulo, así que acudió a pedir la ayuda de un compañero por lo que pudiera suceder. Es este segundo funcionario y no Rubén el que reflejó en un acta la terrible agresión y por la documentación que obra en poder de OKDIARIO y las lesiones de Rubén, no exagera ni un poco lo relatado por la víctima. «El funcionario (Rubén) baja a avisarme y ambos subimos encontrando al interno sentado en la silla. Cuando procedo a ordenar al interno que vaya para su celda se dirige al funcionario (a Rubén) diciéndole: ‘eres un comemierdas, me cago en todos tus putos muertos, te voy a matar hijo de puta’. En ese momento se abalanza sobre él lanzando varios puñetazos que le impactan en el rostro, le agarra por el cuello intentando estrangularlo y le intenta morder la cara”.
Pero verlo es una cosa y vivirlo es otra bien distinta. Rubén asegura que su sensación fue que el interno trataba de herirlo gravemente y amputarlo de manera irreparable arrancándole los ojos. La agresión continuó pese a la resistencia que opusieron tanto él como el compañero al que había avisado cuando sospechó de la actitud del interno.
«Hoy os vais calientes»
“Intentamos agarrarle de los brazos para reducirlo, pero el interno logró clavarle las uñas en los párpados y consiguió tirar al compañero al suelo donde le dio una fuerte patada en el cuello”. Entre ambos funcionarios y con algún puñetazo y rodillazo más por parte del recluso por fin consiguieron introducirlo en su celda y cerrarla. Desde dentro se dirigió a ambos trabajadores para decirles “hoy os vais calientes hijos de puta”. El protocolo de prisiones dicta que un facultativo médico revise el estado del interno tras un acontecimiento de estas características y lo que la doctora del centro se encontró es un viejo truco carcelario esgrimido para hacer perder el equilibrio a los trabajadores y comenzar a agredirlos: llena el suelo del chabolo de agua con jabón, algo lamentablemente tan rudimentario como efectivo, pero en este caso afortunadamente los trabajadores lo detectaron.
Rubén trata de recuperarse de las secuelas físicas, pero las difíciles son las otras, las psicológicas. Ningún funcionario es tan ingenuo como para no asumir que trabajar con reclusos implica riesgo, pero entre esos riesgos es inadmisible aceptar que un hombre pueda intentar arrancar los ojos a otro hombre. En lo que va de año se han contabilizado más de 30 incidentes graves en las cárceles españolas y lo que los funcionarios piden es que su ministro, Fernando Grande-Marlaska haga más que agradecer a los internos su comportamiento durante la pandemia. Medios de autoprotección apropiados, formación, autoridad, más plantilla y retribución, es lo que estos trabajadores necesitan y por ese orden. Si además no los persiguen por contar historias tan terribles como estas, pues mejor.