¿Está maldita la estación de tren de Canfranc?
Hay lugares que parecen malditos, que desde su construcción tienen una especie de velo funesto que trastocará su destino. Uno de ellos es la estación de tren de Canfranc, un impresionante edificio de más de 240 metros de longitud que mereció y merece mucha más suerte que la del abandono. Afortunadamente, con el transcurso de los años, se obvio la «maldición» y se ha ido convirtiendo en un reclamo turístico en la zona, famosa por una amplia oferta de esquí. Y la pregunta que nos hacemos es: ¿Llegará Canfranc a recuperar el esplendor y protagonismo que tuvo en su mejor momento, cuando era la segunda estación más grande de Europa después de Leipzig? ¿Se conocerá más sobre el que, sin duda, fue uno de los edificios más impresionantes de la España de principios del siglo XX?
Historia de la estación de tren de Canfranc
Situada cerca del paso de Somport, su construcción comenzó en 1915. Trece años después el por entonces rey Alfonso XIII la inauguró. La puesta en marcha de la estación fue posible gracias a las compañías Midi Francés y Norte de España, que se pusieron de acuerdo para potenciar el recorrido ferroviario por esa zona. De hecho, en los siguientes años tuvo un gran auge de viajeros y mercancías.
Pero llegó la Guerra Civil Española y, después, la II Guerra Mundial, conflictos que provocaron una suspensión del servicio en diversas ocasiones. Ya se sabe, vías dinamitadas, ataques… Una vez que ambas contiendas tocaron a su fin aparecieron los desacuerdos entre el gobierno español y el francés, que provocó su cierre entre 1945 y 1949.
En los años 50 vuelve a restaurarse el paso de los Pirineos, adquiriendo una relevancia que parecía perdida, hasta que la «maldición» volvió a aparecer: en 1970 descarriló un tren de mercancías en un puente en zona francesa y éstos decidieron que les costaba más caro arreglarlo que el servicio que se estaba prestando. Eso llevó a que la estación se dejara de utilizar.
Rehabilitación para el turismo
Pasó el tiempo y la estación de tren de Canfranc cayó en el olvido. Sólo los amantes del esquí que se dejaban caer por la zona se acercaban de vez en cuando a ver aquel vestigio de un pasado muy reciente. Asimismo, los lugareños llevaban años intentando que volviera a recuperar parte del esplendor que tuvo en su momento. A fuerza de insistir, proyectaron restaurar el edificio y hacer un hotel.
Así pues, cualquier viajero que visite las estaciones de esquí de Astún, Candanchú y Formigal, situadas en un paraje muy bello, podrá hacer un alto y acercarse a Canfranc. Su acceso actual es limitado y por visitas guiadas. Además, podrán pasear por los muelles, contemplar el depósito de máquinas y las grúas que aún permanecen a los lados de las vías. Nadie sabe si el esplendor de la estación de tren de Canfranc volverá o si, por el contrario, su maldición la sumirá en el olvido para siempre.