Tarde deslucida en San Isidro: toros flojos, mucho viento y una terna con poco acierto

Feria de San Isidro
David Galván durante la faena a su primer toro (Foto: EFE).

Los tres toreros que hicieron este jueves el paseíllo en la tercera de San Isidro tuvieron que imponerse a dos grandes enemigos, al viento, que molestó mucho durante toda la tarde, y después, y peor aún, a una seria y muy deslucida corrida de Valdefresno, ayuna de un mínimo atisbo de raza, clase y fondo.

El primero fue un tío, que se dice en el argot, serio, hondo, con cuajo, que, sin embargo, adoleció de muy poco fondo. Manso de salida, buscó insistentemente la huida, sin emplearse en varas y, por si fuera poco, flojito de remos, lo que hizo que le costara desplazarse en la muleta, con el freno echado y tirando hachazos en descarada actitud defensiva.

El que no se descompuso fue Galván, que estuvo sensacional con el toro a pesar del poco eco que tuvo la faena, quede dicho que por falta de rival. Pero la serenidad mostrada, el valor para aguantar parones y tragar también con el molesto viento, los destellos de torería en la apertura y cierre de faena, y el gusto en algunos naturales sueltos le valieron para justificarse sobradamente.

El quinto, que a punto estuvo de llevárselo por delante tras perder pie en un lance con el capote, tampoco aportó. Lo que sí caló, en cambio, fue un magnífico quite a la verónica de Juan Ortega. Qué bien torea este sevillano con el percal.

El toro, sin raza como toda la corrida, no humilló en sus cortas y bruscas acometidas, algo que, sumado a la incomodidad del aire, hizo que aquello fuera imposible se mirase por donde se mirase. De ahí el sinsentido de Galván de alargar más de la cuenta un trasteo del que solamente podía llevarse otro susto a cambio de nada.

Juan Ortega sorteó un primero blando y totalmente desfondado, un muerto en vida con el que apenas pudo dejar un par de fogonazos del buen concepto que atesora, al menos la manera tan pura de querer hacer las cosas, aunque, evidentemente, sin poder redondear más que cuatro o cinco muletazos sueltos de extraordinaria firma.

El quinto fue un compendio de defectos: Gazapón, descastado, sin clase, sin ritmo, sin recorrido… Lo tenía todo el de Valdefresno, y nada bueno. Con semejante tela, Galván no pudo cortar ni un solo retal, y no le quedó otra que tirar por la calle del medio.

Una pena, pues había mucha ilusión de ver a este torero, que, cosas de la vida, hizo hoy su único paseíllo en la feria. Ver para creer. Y luego los hay que vienen dos y tres tardes, y nadie los espera.

El primero de Galdós aparentó por un momento que iba a servir. Pero fue un espejismo. A la segunda tanda ya «cantó» su limitadísimo depósito de raza, viniéndose abajo a las primeras de cambio. El peruano anduvo queriendo en un trasteo un tanto lineal y de pocas sutilezas técnicas, pero rubricado de una buena estocada que hizo rodar sin puntilla al de Fraile Mazas en cuestión de segundos.

El sexto directamente no tuvo ni un pase, y a Galdós no le quedó otra que irse a por la espada a las primeras de cambio con claro gesto de decepción, el mismo con el que abandonaba la plaza unos tendidos que registraron una de las peores entradas que se recuerdan en la historia de San Isidro. Así está esto.

 

FICHA DEL FESTEJO.- Toros de Valdefresno, tercero y cuarto con el hierro de Fraile Mazas, bien presentados y muy deslucidos por su absoluta y manifiesta falta de raza.

David Galván, de nazareno y oro: pinchazo, y estocada trasera y tendida (ovación); dos pinchazos, media atravesada y dos descabellos (silencio tras aviso).

Juan Ortega, de verde botella y azabache: estocada ligeramente trasera y tres descabellos (palmas); dos pinchazos, media atravesada y cuatro descabellos (silencio tras aviso).

Joaquín Galdós, de barquillo, oro y remates negros: buena estocada (ovación); media tendida (silencio).

La plaza registró menos de media entrada (11.226 espectadores, según la empresa) en tarde de nubes y claros, y viento molesto.

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