Perera corta una oreja en Sevilla en una tarde con buenos toros y una terna discreta
Una brava, completa y variada corrida de toros de la ganadería de Santiago Domecq, con la que debutaba en esta plaza y que aspira con todos los honores a ser la mejor de la feria, se impuso sobre los tres matadores que la lidiaron en el festejo de este jueves del abono taurino sevillano.
Variada y dispar también en presentación, pues dentro de sus buenas hechuras los hubo de distinta seriedad y cuajo, el encierro gaditano compuso toda una antología de la bravura, pues la virtud fundamental del toro de lidia se manifestó, dependiendo de cada ejemplar, en cada uno de sus distintos grados y matices.
El único premiado por la presidencia, aunque hubo alguno más que mereció tal honor, fue el segundo, «Aperador» de nombre, al que se dio la vuelta al ruedo en el arrastre después de que Miguel Ángel Perera le cortara la única oreja de la sesión. Bajo y bien hecho, delantero de pitones y colorado de pelo, fue un toro, además de bravo, de entregada transmisión en sus acometidas.
El diestro extremeño le hizo una faena ligada que comenzó con un par de muletazos cambiados por la espalda con las dos rodillas clavadas en los medios de la plaza. Luego, el trasteo se compuso de varias series de pases sin respiro, amontonados en muy corto espacio, en las que el toro puso el ritmo y la mayor emoción.
Con todo, fue faena intensa y jaleada en el tendido, que la presidencia, con buen criterio, premió con una sola oreja tras el feo bajonazo con que Perera la cerró.
Para contrarrestar, en segundo lugar le cupo en suerte al de Badajoz el toro más exigente de la corrida, un muy serio y temperamental ejemplar que, tras romanear en el caballo y galopar con fuerza en banderillas, llegó al último tercio pidiendo una muleta poderosa que lo atemperara.
Perera, que inexplicablemente le abrió el trasteo por alto, pasó serios apuros en los primeros compases, con un toro que, de no ser sometido, se movía con nervio y a su aire, con una acometividad realmente amenazante.
El extremeño hizo por plantarle cara pero, rematando siempre los muletazos por arriba, sin imponer su cantado poder, no logró gobernar ese agresivo comportamiento, hasta que, de golpe, el duro astado volvió grupas y se rajó camino de las tablas.
Pero, para toro claro y de clase, el segundo de El Cid, con el que, con la retirada a las puertas, se despedía hoy de la feria de Sevilla. Ya desde que salió al ruedo este ejemplar también serio y de finísima lámina, embistió templado y con el hocico a ras de arena, sin que ni así El Cid llegara a cuajarle una sola verónica.
Y eso fue, más o menos, lo que le pasó también con la muleta, solo que, tras venirse arriba en banderillas, el excelente toro de Santiago Domecq, de puro bravo, llegó incluso a desbordar al sevillano, demasiado encogido ante un aluvión de raza tampoco exento de clase.
En un, por momentos, patético intento por estar a la altura del toro y de la fecha, El Cid no llegó a asentarse hasta que el animal se templó por sí mismo, ya bien avanzada una faena en la que Sevilla, en recuerdo a sus trayectoria, guardó para con el torero local un respetuoso y elocuente silencio.
Ya antes, en el primer turno, tampoco El Cid había logrado sacar suficiente partido de un toro terciado que, aunque amagó rajarse, rompió a embestir con dulzura y docilidad pese a los altibajos técnicos y anímicos con que se desenvolvió su matador.
A Paco Ureña, dentro del buen tono general de la corrida, le correspondió el lote más apagado y menos llamativo: un tercero, también noble, pero falto de un punto más de empuje, y un sexto protestón por el pitón derecho pero muy manejable por el izquierdo, aun a falta de un mayor recorrido.
Y con ambos se vio al murciano voluntarioso y tenaz, aunque casi siempre demasiado encimado en los cites, lo que hizo que a sus muletazos les faltara la suficiente fluidez, salvo los naturales de la buena tanda que le ligó al último, cuando la tarde se iba sobre los tejados de la Maestranza igual que se fue sin aprovechar la corrida de Santiago Domecq.
FICHA DEL FESTEJO:
Seis toros de Santiago Domecq, de dispares hechuras y seriedad, con notable y generalizada bravura.
El Cid, de lila y oro: pinchazo y estocada trasera contraria (ovación); bajonazo trasero (silencio).
Miguel Ángel Perera, de carmesí y oro: bajonazo (oreja con petición de la segunda); estocada trasera (ovación).
Paco Ureña, de salmón y oro: estocada desprendida (ovación); pinchazo y media estocada (silencio).
Undécima de abono de la feria de Sevilla, con algo menos de tres cuartos de entrada.