La Policía de Tailandia prometió a Daniel Sancho su deportación si confesaba el crimen
La Policía también le prometió que no le acusarían de asesinato
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La Policía de Tailandia que investigaba el crimen del cirujano Edwin Arrieta le prometió a Daniel Sancho que sería deportado de inmediato a España si confesaba que había matado a la víctima. También le prometieron que no le acusarían de asesinato, sólo de homicidio accidental.
Esta promesa fue la culminación de una serie de atenciones y ofertas que los investigadores hicieron de forma extrajudicial al detenido a cambio de que confirmara sus hipótesis sobre el crimen.
La promesa de deportación a España encaja a la perfección con lo que ha ido ocurriendo durante la investigación, como la cena que el detenido mantuvo con la Policía en un restaurante de lujo.
Durante la exquisita cena, el detenido pudo incluso atender llamadas de periodistas con su teléfono móvil. «La Policía me trata muy bien, de hecho de lo bien que me tratan estoy cenando con ellos en un hotel de la isla de Anantara, el mejor hotel en el que he estado en mi vida, me han traído a cenar aquí porque han cerrado el caso». Nadie creyó a Sancho, hasta que el segundo jefe de la Policía de Tailandia, Big Joke, confirmó en rueda de prensa que el episodio de la cena era realidad.
En esas llamadas Daniel Sancho también contó: «Edwin estaba obsesionado conmigo. Me engañó, me hizo creer que le interesaba hacer negocios…que fuéramos a Chile o Colombia a abrir un restaurante pero todo era mentira. Lo único que quería era a mí, que fuera su novio».
«Ese hombre me tenía prisionero y estaba amenazando a toda mi familia. Si no hacía lo que me pedía, me decía que ya sabía lo que era Colombia y lo que un hombre con 100 millones de dólares era capaz de hacer. Soy culpable, pero yo era el rehén de Edwin. Era una jaula de cristal, pero una jaula».
En días posteriores, la Policía de Tailandia mostraría al mundo entero los vídeos de Daniel Sancho confesando el crimen y reconstruyendo paso a paso el asesinato de Edwin Arrieta, entre risas y comentarios al oído de los agentes. Muchos se asombraron de hasta que punto era de «amigable» el trato del joven con sus carceleros.
Para entonces todo había cambiado en la vida de Daniel Sancho. El joven pasó de estar detenido cenando en hoteles de lujo y haciendo entrevistas telefónicas, a los grilletes y el traje de presidiario en la cárcel de Koh Samui.
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