Los teléfonos móviles de Laura Luelmo y Bernardo Montoya posicionan juntos durante el crimen

Montoya abordó a la víctima en la calle, la golpeó contra su coche y la metió en el maletero

Los investigadores no creen que Montoya abandonara inmediatamente a la víctima

laura luelmo
El asesino confeso de Laura Luelmo, Bernardo Montoya.

Los investigadores de la Guardia Civil regresan a los escenarios del crimen relatados por Bernardo Montoya esta madrugada. Vuelven para cotejar la confesión.

Un relato largo y agotador pero impreciso en algunos aspectos y totalmente contradictorio con la hipótesis de los investigadores, los datos de los forenses y los posicionamientos de los móviles que sitúan a víctima y presunto asesino juntos en el momento del crimen.

Lo primero, registrar su domicilio frente al de la víctima. El escenario más probable para los investigadores frente al relato de Bernardo. El presunto asesino ha confesado que abordó a la víctima en la calle, la golpeó contra su coche, la metió en el maletero y condujo directo hasta el camino forestal donde esa misma noche la abandonó hasta que la encontraron muerta cinco días después.

Según Bernardo nunca más volvió al lugar donde abandonó el cadáver, nunca agredió sexualmente a la víctima a pesar de haber actuado bajo esa motivación, y sostiene que cuando la dejó en el monte todavía estaba viva. Según él, se deshizo del teléfono y las zapatillas de la víctima en diferentes puntos del recorrido de vuelta a casa.

Los investigadores creen otra cosa. Siempre estuvo en objetivo de la investigación el hecho de que su perfil y el de la víctima les cuadraba totalmente con una agresión sexual. No creen que abandonara inmediatamente a la víctima una vez que la tenía a su merced, golpeada y atada de manos.

De hecho hay un testigo que identifica al hermano de Bernardo en la zona donde se halló el cadáver, dos días después de la desaparición de la mujer. El hermano de Bernardo no podía ser porque estaba en la cárcel, tenía que ser su mellizo, el presunto asesino.

Tampoco les cuadra la forma de deshacerse de las pruebas que ha contado el asesino, porque el teléfono posicionó por última vez a más de cinco kilómetros de distancia de donde se encontró el cuerpo, a las 20:00 horas el día de la desaparición.

Y tampoco les encaja la versión que cuenta Bernardo de los días posteriores al crimen, ya que entre otras cosas, los testigos relatan que todos los días iba a cenar con su familia, algo que dejó de hacer a partir del miércoles en que desapareció la víctima.

Los guardias que siguen hoy con los registros saben que la casa, el coche y el informe final de la autopsia tienen las claves de un crimen que no tiene por qué ajustarse al relato del presunto asesino.

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