Enfermedades infecciosas

¿Qué riesgo de contagio tienen los compañeros de Lucas Pérez tras su diagnóstico de tuberculosis?

Las personas que hayan estado en contacto con el afectado deben ser sometidos a pruebas para evitar una mayor propagación de la bacteria de la tuberculosis

tuberculosis
Lucas Pérez, jugador del PSV.

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El jugador español del PSV Eindhoven, Lucas Pérez de 36 años, padece tuberculosis. Precisamente ayer el PSV Eindhoven informó en sus redes sociales que se había detectado un caso de tuberculosis en la plantilla, sin desvelar la identidad del futbolista, que ya había sido aislado, aunque medios holandeses publicaron que se trataba del delantero español Lucas Pérez, que recaló en el club hace un mes, el 23 de febrero.

Hasta el momento, el gallego solo ha jugado tres partidos con el equipo, dos de Eredivisie y uno de Copa.

«A uno de los jugadores del PSV le han diagnosticado tuberculosis activa. Aunque la posibilidad de que haya más infecciones es pequeña, la situación se está monitoreando de cerca de acuerdo con los protocolos», señaló el club neerlandés en un comunicado.

El jugador deberá permanecer aislado durante al menos tres o cuatro semanas y someterse a un tratamiento con antibióticos antes de volver a la actividad con un proceso de adaptación.

La tuberculosis activa tiene un largo período de incubación, en el que el paciente ya es contagioso, hasta que aparecen los primeros síntomas. Las personas que hayan estado en contacto con el afectado deben ser sometidos a pruebas para evitar una mayor propagación de la bacteria de la tuberculosis.

Tal y como se informa desde la Sociedad Española de Neumología y Cirugía Torácica (SEPAR), “las personas en contacto con pacientes con tuberculosis deben ser estudiadas para descartar la existencia de nuevos enfermos e identificar a las personas infectadas con el fin de valorar si éstas precisan tratamiento preventivo para evitar el desarrollo de enfermedad”.

¿Qué es la tuberculosis?

Según la Sociedad Española de Neumología y Cirugía Torácica (SEPAR), la tuberculosis es una enfermedad infecciosa producida por el germen Mycobacterium tuberculosis. En la mayoría de los casos el órgano afectado es el pulmón. Se desarrolla lentamente en semanas o meses y produce la muerte en la mitad de los que no se tratan.

Síntomas

Los síntomas más habituales de la enfermedad son:

Expectoración, dolor torácico, hemoptisis, febrícula, sudoración nocturna, cansancio, fatiga y pérdida de apetito y de peso.

¿Cómo se diagnostica?

El diagnóstico de la enfermedad incluye:

Valoración clínica del médico: Se le pregunta por contactos previos con pacientes con tuberculosis, y por síntomas: expectoración, dolor torácico, hemoptisis, febrícula, sudoración nocturna, cansancio, fatiga y pérdida de apetito y de peso.

Radiografía de tórax: para ver si hay alteraciones o lesiones que hagan sospechar la enfermedad.

Análisis del esputo: detecta los bacilos y nos informa de la potencial contagiosidad del paciente.

El diagnóstico se realiza mediante la prueba cutánea de la tuberculina y/o una analítica conocida como prueba de interferón-gamma (IGRA).

Tratamiento

El tratamiento de la tuberculosis es muy eficaz en los casos que tienen una enfermedad causada por bacilos sensibles a todos los fármacos antituberculosos que son la mayoría en España y los enfermos mejoran desde el principio del tratamiento.

Esta sensación hace pensar al paciente que está curado y algunos abandonan el tratamiento produciendo recaídas. Si el tratamiento no se realiza correctamente (abandono del mismo o toma irregular) se pueden producir resistencias a los fármacos. Estas formas de tuberculosis resistentes a fármacos curan con mayor dificultad (precisan fármacos menos habituales y el tratamiento es más largo).

Contagio y prevención

Se contagia por vía aérea a través de gotitas emitidas al aire por las personas enfermas al hablar toser, estornudar. El mayor riesgo de contagio se produce en las personas que están en contacto estrecho y regular con alguien que padece esta enfermedad.

Para prevenir la transmisión el enfermo debe cubrirse la boca para toser y estornudar, a ser posible con un pañuelo de papel y desecharlo después de su uso. Los primeros días el paciente no debe compartir habitación, ventilarla a menudo y no permanecer en espacios públicos cerrados.

La contagiosidad de la enfermedad disminuye de forma notable desde el inicio del tratamiento y se considera que un enfermo deja de contagiar al cabo de dos o tres semanas de estar tomando el tratamiento.

La tuberculosis en España

En España, esta patología ha aumentado un 7%, sin cumplir los objetivos de la OMS de disminuir la incidencia un 90% y la mortalidad global en un 95% en 2035. La incidencia se sitúa en los 8,2 casos por 100.000 habitantes lo que supone cerca de 4.000 casos nuevos cada año en nuestro país.

Aunque la enfermedad puede afectar a todas las personas, la tuberculosis afecta especialmente a poblaciones vulnerables, como personas en situación de exclusión social, migrantes recientes y pacientes con enfermedades que comprometen su sistema inmunológico. La concienciación de la población es, en este momento, clave para la evolución de la patología, en palabras del Dr. Jan Pau Millet, miembro del PII de Tuberculosis y micobacterias no tuberculosas de SEPAR, «los casos de tuberculosis siguen incrementándose en un momento en el que su incidencia debe reducirse. Debemos seguir trabajando en concienciar a la población e incidir en la importancia de que la tuberculosis sigue existiendo y no es una patología erradicada».

Desde SEPAR, se subraya la importancia de reforzar la detección precoz, el tratamiento y cumplimiento adecuado para evitar la transmisión y la aparición de resistencias a los antibióticos.

Es importante recordar que la realización de un correcto estudio de contactos es fundamental para evitar la transmisión de la enfermedad, así como la búsqueda activa de casos de tuberculosis o de infección tuberculosa. En la actualidad es fundamental la implementación de estrategias como el tratamiento directamente observado (TDO), la mejora en el acceso a pruebas diagnósticas rápidas y el fortalecimiento de la coordinación entre los servicios de salud pública, atención hospitalaria, atención primaria y servicios sociales son claves para avanzar en su control.

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