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Sistema de recompensa del cerebro: qué es y cuándo usarlo

Entre la motivación para determinadas actitudes y hábitos, está el llamado sistema de recompensa del cerebro. ¿En qué consiste?

Sistema de recompensa del cerebro: qué es y cuándo usarlo
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Si alguna vez te has preguntado por qué es tan complicado controlar las adicciones, deberías saber que la «culpa» la tiene el llamado sistema de recompensa del cerebro. ¿En qué consisten estos procesos y por qué están íntimamente vinculados con las adicciones?

Ésta es la parte fisiológica de la dependencia o los vicios que podemos llegar a tener los seres humanos. Conocer cómo funciona el sistema de recompensa del cerebro es fundamental para comprender el porqué de la adicción.

¿A qué responde el sistema de recompensa del cerebro?

Los estímulos que lo activan pueden ser variados, destacando los factores sociales, genéticos y psicológicos. Este sistema biológico puede ser alterado por los factores anteriores, y esa alteración es la que causa la adicción. La satisfacción del individuo es sólo provocada por estímulos que no son los normalmente aceptables. Desde conductas hasta el uso y abuso de sustancias.

Dado que el cerebro es el órgano responsable del comportamiento y las reacciones del organismo, el sistema de recompensa cerebral representa un complejo entramado que permite experimentar sensaciones como las del deseo y el placer. Y después, disfrutar de la gratificación o recompensa obtenida. Esta recompensa no es la misma para una persona que para otra, claro.

Gustar, desear y aprender

La dopamina es un neurotransmisor que interviene en la consolidación de la memoria. Se libera ante un estímulo gratificante; al liberarse, sincroniza la actividad de distintos núcleos cerebrales creando las “vías dopaminérgicas”.  Estas vías intervienen en funciones motoras, de la conducta y de la actividad endócrina.

Cuando nos exponemos a un estímulo de motivación o recompensa, el cerebro activa la liberación de dopamina y las áreas cerebrales que se encuentran en la vía.  Con ello estas áreas, conectadas por la dopamina, conforman el sistema de recompensa del cerebro.

Hay personas que responden positivamente a estímulos electroquímicos que pueden ser perjudiciales para su bienestar.

Las zonas del cerebro relacionadas con la recepción de estos estímulos obtienen la «electricidad» de los activadores electroquímicos provocando reacciones como la alegría o la euforia. ¿Experimentas una sensación de satisfacción al comer tu receta preferida? Independientemente de cuál sea tu plato favorito, eso se debe a que el cerebro detecta el estímulo que produce placer.

El problema es que no podemos dejarnos dominar por el sistema de recompensa. Es difícil, porque debemos negarnos a muchas cosas que nos generan esa gratificación instantánea. La clave está en acostumbrar al cuerpo a encontrar los estímulos en otras comidas, actividades, etc. Al hallar el placer en prácticas saludables, obtendrás la recompensa pero sin poner en riesgo tu vida.

Así es el circuito de recompensa cerebral

El cerebro está conformado por varias células nerviosas. Cada una con sus características. Inicia en un núcleo del que nacen ramas, denominadas dendritas, y luego pasamos a una cola alargada -axón- para finalizar en terminales nerviosos en la punta de éstos. Todo esto depende, a su vez, del espacio entre las neuronas. Es lo que se define como sinapsis: la interacción entre ellas.

Al alcanzar una neurona el máximo umbral de estimulación eléctrica, libera químicos que van a la neurona colindante. Así, sientes inmediatamente esa sensación de excitación o inhibición. Sí, el sistema de recompensa puede actuar de maneras contrapuestas.

Esta neurotransmisión ocupa un breve tiempo. Por eso los «beneficios» de los estimulantes son solamente temporales. Transcurridos unos segundos, unos minutos o unas horas, hace falta otra inyección de estímulos. Y si el placer está dado únicamente por la utilización de sustancias como el tabaco, el alcohol, etc., eso conlleva el desarrollo de la adicción.

En los cerebros equilibrados, que no han estado expuestos al abuso de estas sustancias, el sistema de recompensa está regulado. Pero en los cerebros desequilibrados, que han estado expuestos a ellas, los estímulos deben ser cada vez más recurrentes. Si no, podría padecerse de ansiedad o de depresión. Pero esa excitación de las sustancias es temporal, recordemos, y desaparecerá.

Sensaciones placenteras naturales y no naturales

Comer y tener sexo son sensaciones placenteras del orden natural. Tenemos el instinto de alimentarnos y de reproducirnos, liberando neurotransmisores que reportan esas acciones al cerebro y las gratifican para que no nos olvidemos de ellas.

Por otro lado, las drogas son químicos que actúan sobre neurotransmisores endógenos y con los que hay que ser muy cuidadosos. Ingeridas, inhaladas o inyectadas, el cerebro es incapaz de regular automáticamente su presencia. Somos nosotros quienes debemos evitar crear una dependencia donde no la hay. Es fácil de decir pero no siempre podemos cumplir con eso.

Es por tal motivo que en los casos más severos de adicciones la asistencia psicológica no basta y es urgente aislar al adicto. Debe ser separado de las sustancias que le hacen mal porque no puede controlar su suministro sabiamente. Hasta no «reeducar» este sistema de recompensa para que no le demande tabaco, alcohol ni otras sustancias, no debe tener contacto alguno con ellas.

Cómo funciona el sistema de recompensa del cerebro

Las recompensas son objetivos que buscamos, para lo cual estamos decididos a invertir tiempo, energía o esfuerzo. Cualquier cosa que nos motiva, representa un aprendizaje o nos produce placer, puede ser una recompensa.

Cuando esperamos recibir una recompensa, se activan diferentes áreas de nuestro cerebro, comunicándose mediante la dopamina. Se producen muchos procesos que, en esencia, procesan emociones y crean asociaciones entre un elemento y la recompensa.

El sistema de recompensa del cerebro refuerza los comportamientos asociados con emociones positivas y evita los que conducen al castigo o una recompensa menor de la esperada.

 

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