Profesor e investigador de Neurociencia en la Universidad Autónoma de Madrid

J. Benito, neurocientífico: «Las personas amables tienen menos enfermedades y viven más años»

"Bien entendida, no es sinónimo de debilidad, sino de evolución consciente"

"Es una herramienta estratégica de gestión emocional y cohesión grupal"

amabilidad
Jonathan Benito.

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Un gesto amable puede tener un gran impacto en nuestra vida, y la ciencia sugiere que la clave del bienestar no está en la fuerza o la inteligencia, sino en la amabilidad. El neurocientífico, profesor e investigador de Neurociencia en la Universidad Autónoma de Madrid, Jonathan Benito en su nuevo libro, «El poder de la amabilidad» (Planeta), a descubrir el poder transformador de los vínculos humanos bien cuidados. Su propuesta: cultivar la inteligencia social a través de habilidades como la escucha activa, la gratitud, la empatía o el autocontrol, con el respaldo de la neurociencia. 

OKSALUD entrevista a Jonathan Benito, para saber cómo las estrategias de amabilidad y asertividad no solo pueden mejorar nuestras relaciones, sino también nuestra salud cerebral y emocional. Con un lenguaje claro y ejemplos prácticos, desgrana en su libro cómo funciona nuestro cerebro social y por qué pequeños cambios en nuestra forma de comunicarnos y relacionarnos pueden generar un gran impacto en nuestras vidas. Además, nos da las claves de cómo aplicar la neurociencia a nuestra vida cotidiana para ser no sólo más felices, sino también más humanos.

PREGUNTA.- ¿Qué le impulsó a escribir «El poder de la amabilidad» y por qué decidió abordarlo desde la neurociencia?

RESPUESTA.- Hace muchos años que diferentes laboratorios del mundo —incluido el nuestro— están estudiando cuestiones relacionadas con la amabilidad; concretamente, con un concepto más amplio al que llamamos ‘prosociabilidad’ y que implica la capacidad de un individuo para interactuar y colaborar de manera positiva con otros individuos.

Un día, durante un mal momento anímico poco habitual en mí, decidí salir a caminar por el campo. En el camino, un motorista frenó para no levantar polvo al pasar, y yo le agradecí el gesto. Esa breve interacción amable le cambió el estado de ánimo por completo. Fue entonces cuando reflexioné sobre la importancia de compartir los beneficios de la ‘prosociabilidad’ (bien conocidos por la neurociencia) con el gran público, para que experiencias así puedan multiplicarse en la vida cotidiana.

P.- ¿Cómo afecta la amabilidad al cerebro y qué beneficios concretos tiene para nuestra salud física y mental?

R.- La ciencia ha demostrado en numerosas ocasiones que las personas que practican la amabilidad son más felices que las que no lo hacen. Tienen menores niveles de estrés y eso tiene un impacto directo sobre la fisiología cerebral. Por ejemplo, las personas amables, con menos estrés, tienen mayor tasa de neurogénesis (formación de nuevas neuronas) en el hipocampo, una estructura crítica para el aprendizaje y la memoria, así como para el bienestar emocional. Por otro lado, se ha demostrado que los individuos amables tienen menos enfermedades y viven más años. 

P.- ¿Qué papel juega la amabilidad en la gestión de conflictos o en ambientes laborales competitivos?

R.- Lejos de lo que pudiera parecer, la amabilidad no es una debilidad en contextos competitivos o en situaciones de conflicto; sino todo lo contrario, es una herramienta estratégica de gestión emocional y cohesión grupal.

En ambientes laborales con alta exigencia y potencial de conflicto, la amabilidad actúa como un amortiguador del estrés y un facilitador de comunicación eficaz. No se trata de ser condescendiente ni evitar el conflicto, sino de afrontar las tensiones desde la asertividad, el respeto y la empatía. Una persona amable, pero firme, puede expresar desacuerdos sin generar hostilidad, lo que favorece soluciones constructivas y evita escaladas emocionales. En resumen: firmeza con humanidad. 

P.- ¿Ser amables nos hace más felices o es al revés: cuando somos felices, somos más amables?

R.- La relación entre felicidad y amabilidad es bidireccional, pero lo más interesante es que actuar con amabilidad —aunque no estemos especialmente felices— nos hace sentir mejor.

Numerosos estudios han demostrado que practicar actos de amabilidad, incluso pequeños, aumenta nuestro bienestar subjetivo. Esto se debe a varios mecanismos: por un lado, se activa el circuito de recompensa cerebral; por otro, se reduce el estrés al fortalecer nuestras conexiones sociales. La amabilidad genera una sensación de propósito, conexión y autorregulación emocional.

Y sí, también ocurre lo contrario: cuando nos sentimos felices, es más probable que nos comportemos de forma prosocial. Pero lo que la neurociencia ha dejado claro es que no necesitamos esperar a estar bien para ser amables. De hecho, la amabilidad es una de las formas más directas y naturales de aumentar nuestra felicidad. Es como una espiral virtuosa: cuanto más amables somos, mejor nos sentimos. Y cuanto mejor nos sentimos, más fácil nos resulta ser amables.

P.- En un mundo marcado por la inmediatez y la polarización, ¿cómo podemos entrenar el «músculo» de la amabilidad?

R.- En una sociedad marcada por la inmediatez, la prisa y la polarización, entrenar la amabilidad implica ir a contracorriente. Requiere pausa, presencia y decisión. Pequeños gestos cotidianos como escuchar sin interrumpir, agradecer con intención, etc. sin esperar nada a cambio, activan redes cerebrales que reducen la agresividad y fortalecen el vínculo social.

También se entrena regulando nuestras respuestas automáticas: antes de reaccionar con ironía o desprecio en una discusión (algo muy común en redes o en contextos políticos), podemos tomar aire y preguntarnos: ¿Desde dónde quiero responder? ¿Qué efecto quiero dejar en el otro? Practicar la amabilidad no es fingir una sonrisa vacía; es elegir una forma madura y valiente de estar en el mundo. Y cuanto más lo entrenas, más natural se vuelve. La buena noticia es que siempre podemos empezar hoy.

P.- Habla también de gratitud, escucha activa y autocontrol. ¿Cuál de estas habilidades considera más transformadora en la vida diaria?

R.- Las tres habilidades son profundamente transformadoras, pero si tuviera que elegir una como núcleo sobre el que pivotan las demás, sería el autocontrol. Sin él es muy fácil incurrir en diversas formas de agresividad porque es la base que nos permite pausar antes de reaccionar, filtrar nuestras respuestas y conectar con el otro sin dejarnos arrastrar por el ego o por emociones desbordadas.

Gracias al autocontrol podemos escuchar de verdad (no para responder, sino para comprender) y podemos practicar gratitud, incluso en días difíciles. Nos permite elegir conscientemente quién queremos ser en cada interacción. En un mundo lleno de estímulos, inmediatez y polarización emocional, la persona que lo cultiva no sólo mejora sus relaciones: transforma su vida desde dentro.

P.- Usted afirma que la amabilidad puede hacernos más exitosos y magnéticos. ¿Qué consejos daría a quienes aún lo ven como una debilidad?

R.- Ser amable no significa ser ingenuo, sumiso o débil. Yo reivindico una amabilidad asertiva. Es decir, combinar amabilidad con habilidades asertivas, de tal manera que sepamos poner límites, hacernos respetar.

La neurociencia y la psicología social ya lo han demostrado: las personas amables generan más confianza, inspiran respeto, crean vínculos más sólidos y son percibidas como más competentes y carismáticas. En contextos sociales o profesionales, eso se traduce en más oportunidades, más colaboración y, en muchos casos, más éxito.

Mi consejo es simple: prueba. Actúa con amabilidad —con firmeza, pero sin agresividad— durante una semana y observa cómo cambia tu entorno. Lo que muchos llaman «debilidad», en realidad es una ventaja evolutiva y estratégica.

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