Dra. Marimer Pérez: «La cesárea también puede ser una experiencia bonita, respetada y humanizada»
En su libro "No me sueltes", la ginecóloga expone lo que supone trabajar en ginecología y obstetricia desde dentro del sistema sanitario
"En obstetricia, todo puede cambiar en segundos y nadie es prescindible: desde la comadrona al celador, pasando por neonatólogos o el personal de limpieza"

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La doctora Marimer Pérez lleva más de dos décadas acompañando a mujeres en uno de los momentos más decisivos de sus vidas: el embarazo y el parto. Ginecóloga y obstetra, combina la práctica clínica con una intensa labor divulgativa en redes sociales, donde comparte información sobre salud femenina con un enfoque riguroso, accesible y sin dramatismos. Ahora publica ‘No me sueltes’ (Planeta), un libro en el que recoge sus vivencias dentro y fuera del hospital, y ofrece una mirada honesta sobre lo que significa ejercer esta profesión.
En esta entrevista con OKSALUD, Marimer Pérez repasa algunos de los momentos más significativos de su trayectoria y reflexiona sobre cómo ha cambiado su forma de entender la medicina, el cuidado y el vínculo con las pacientes a lo largo de los años. Una conversación que va más allá de los quirófanos y que pone sobre la mesa los retos reales de quienes se dedican a cuidar.
PREGUNTA.- ‘No me sueltes’ es un título que ya sugiere mucha emoción. ¿Qué le impulsó a escribir este libro en este momento de su vida?
RESPUESTA.- En realidad, fue un proyecto que me propuso la editorial Planeta Lundberg hace tres años, inicialmente con la idea de hablar sobre obstetricia humanizada, justo cuando comencé en redes sociales. Sin embargo, fue hace aproximadamente un año cuando tomó verdadera forma y sentí la necesidad de compartir también mi historia personal, más allá del parto o la obstetricia.
He querido contar lo que me mueve como mujer y como profesional, incluir de forma consciente un capítulo sobre la no maternidad y hacer del libro un relato más transversal. Mi objetivo era reflejar valores que considero esenciales como el esfuerzo, la paciencia, la renuncia o el sentido común, en una sociedad marcada por la inmediatez. Quería compartirlos con humildad, porque forman parte de mi forma de vivir y de entender el trabajo y la vida.
P.- A lo largo de sus páginas, muestra tanto las luces como las sombras de la profesión médica. ¿Ha sido difícil exponer esa vulnerabilidad propia?
R.- Creo que mostrar esa vulnerabilidad del médico en el libro era esencial. Detrás de la bata hay un ser humano que, aunque lo dé todo, a veces no puede evitar resultados difíciles. En obstetricia, no todo son finales felices: hay embarazos que no terminan bien, abortos, malformaciones. Son momentos muy duros para todos, incluidos los profesionales. He conocido colegas que han dejado la profesión tras una mala experiencia. Por eso era importante reflejar esa parte emocional, para humanizar la figura del médico y fomentar la empatía.
P.- ¿Cómo ha vivido la presión social de «ser madre» desde su experiencia personal y profesional?
R.- Es un tema que me ha costado abordar pero que quería reflejar en el libro. No ser madre ha sido una vivencia personal que he querido compartir con delicadeza. Muchas veces se hacen comentarios que hieren como «se te pasa el arroz», «con razón tienes tiempo para cuidarse», sin saber lo que hay detrás. Es un tema muy íntimo y personal de cada mujer y puede esconder un momento trágico: desde una menopausia precoz, hasta dificultad para quedarte embarazada o el fracaso del tratamiento de reproducción…Esto no lo llevamos escrito en la frente y la sociedad sigue preguntando.
Además, me duele que estas preguntas sólo se hagan a las mujeres. En mi caso, cuando me lo quise plantear ya era tarde y no me importa decirlo: opté por un trabajo. He priorizado mi vocación y mi trabajo, algo que en los hombres se celebra pero que se cuestiona en nosotras. A mis casi 51 años, puedo decirlo con paz: no he sido madre, pero he sido feliz entregándome a mi profesión.
P.- En el libro reivindica que no hay un único modo «correcto» de dar a luz. ¿Qué cree que necesitamos cambiar como sociedad respecto a la visión del parto?
R.- Hoy en día, aunque parezca mentira en pleno siglo XXI parece que sólo el parto natural es el válido, y eso crea sentimientos de culpa en muchas mujeres. Esta corriente del parto natural, el parto en bañera o el parto fisiológico, no es correcta. La cesárea, cuando es necesaria, también puede ser una experiencia bonita, respetada y humanizada. Hay muchas formas de dar a luz, y todas merecen reconocimiento. Lo importante es que la mujer se sienta el centro del proceso, ya sea en un quirófano o en una sala de partos. Las cesáreas necesarias salvan muchas vidas, tanto de bebés como de mamás.
P.- ¿Qué enseñanzas vitales destacaría de sus años de guardias, partos y urgencias?
R.- Lo más importante ha sido entender el valor del equipo. En obstetricia, todo puede cambiar en segundos y nadie es prescindible: desde la comadrona al celador, pasando por neonatólogos o el personal de limpieza. Todos somos parte de una misma orquesta, y sólo si trabajamos en sintonía podemos ofrecer la mejor atención a la mujer y al bebé.
En el libro también relato ejemplos de casos en los que los neonatólogos son fundamentales, especialmente en la atención de prematuros extremos, que a veces llegan de otros lugares o a cualquier hora de la noche. Su labor es clave para dar estabilidad al recién nacido. En situaciones complicadas, también es necesario contar con otros especialistas, como los anestesistas o los angioradiólogos, por ejemplo, cuando una paciente presenta una hemorragia severa.
P.- En el libro también reflexiona sobre temas como la conciliación, la maternidad y la presión social. ¿Qué mensaje le gustaría trasladar especialmente a las mujeres que atraviesan esas dudas?
R.- Quiero lanzar un mensaje conciliador para aquellas mujeres que sienten la presión de llegar a todo: trabajar como si no fueran madres y ser madres como si no trabajaran. Me ha costado mucho expresar que he dedicado mi vida al trabajo, una elección socialmente más aceptada en los hombres que en las mujeres. Muchas lectoras me han escrito: policías, investigadoras, nutricionistas, etc. agradeciendo que haya dado visibilidad a esa pasión por la vocación. Es otra forma de amar y cuidar, y también merece ser reconocida. En el siglo XXI deberíamos respetar todas las decisiones de las mujeres, sin juzgarlas, y celebrar su libertad de elegir el camino que las haga más felices.
P.- ¿Cómo vivió el reto de convertirse en divulgadora en redes sociales y qué ha significado para usted conectar con tanta gente de forma tan directa?
R.- La divulgación ha sido para mí un segundo trabajo que requiere un esfuerzo enorme, especialmente al compaginarlo con mi labor asistencial. Sinceramente, no esperaba que esta labor de divulgadora fuera tan exitosa y con tan largo alcance.
Muchas veces me preguntan por qué no dejo los partos, pero siento que perdería frescura y rigor si no siguiera en contacto directo con las pacientes. Mi vocación está en la consulta, en el tú a tú. Mantener ambos frentes no es fácil, pero intento no apagar ninguna de esas dos llamas. Al mismo tiempo, la exposición en redes también tiene su parte dura: cuando tus palabras se malinterpretan o recibes ataques, es difícil que no te afecte. Estoy aprendiendo a gestionar esa vulnerabilidad, incluso considerando trabajarlo en terapia, como he hecho con otras cosas.