Urólogo del Hospital Universitario Nuestra Señora del Rosario de Madrid

Dr. de la Morena: «La clamidia puede provocar problemas de fertilidad”

Enfermedades de transmisión sexual
"Algunas de las ETS pueden tener consecuencias graves para la salud", advierte el experto.

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En el mundo de hoy, la salud sexual es un tema de gran importancia y preocupación. Las infecciones de transmisión sexual (ITS) constituyen una realidad innegable que afecta a personas de todas las edades, géneros y condiciones socioeconómicas. Sin embargo, en el caso particular de las mujeres, estas infecciones representan un desafío adicional debido a su impacto directo en su bienestar físico, emocional y social.

Las estadísticas revelan una realidad alarmante: las mujeres son desproporcionadamente afectadas por las ITS en comparación con los hombres. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), más de 370 millones de personas adquieren una ITS cada año en todo el mundo, y las mujeres representan la mayoría de los casos. Esta disparidad puede atribuirse a una combinación de factores biológicos, socioeconómicos y culturales, que incluyen desigualdades en el acceso a la atención médica, barreras para la educación sexual y reproductiva, así como estigmas y discriminación de género.

El impacto de las ITS en las mujeres va más allá de los síntomas físicos. Las infecciones no tratadas o mal tratadas pueden tener serias consecuencias para la salud reproductiva, como la enfermedad inflamatoria pélvica, la infertilidad, los embarazos ectópicos y los riesgos aumentados durante el embarazo. Además, las ITS pueden tener un profundo impacto en la salud emocional y mental de las mujeres, generando sentimientos de culpa, vergüenza y ansiedad.

El último informe de la Unidad de Vigilancia Epidemiológica de infecciones de transmisión sexual, elaborado por el Centro Nacional de Epidemiología junto al Instituto de Salud Carlos III, constata la tasa creciente de infecciones de trasmisión sexual desde el año 2000. Si bien es verdad que durante 2020 se produjo un descenso producido que puede atribuirse en mayor o menor medida a la situación de pandemia por CoVID-19, debido al confinamiento, así como a la sobrecarga de los servicios sanitarios y de salud pública.

Durante el año previo a la pandemia, los Sistemas de Vigilancia Epidemiológica de las comunidades autónomas notificaron 14.676 casos de Infecciones de transmisión sexual en mujeres, la cifra más alta de todo el periodo: un 1073% más que en el año 2012. Varios factores han hecho que se disparen estos datos. Para saber por qué sucede esto y cómo enfrentarse a las enfermedades de transmisión sexual, OKSALUD entrevista al especialista en urología integral del Hospital Universitario Nuestra Señora del Rosario de Madrid, el doctor José Manuel de la Morena.

PREGUNTA.- ¿A qué se debe este aumento en las enfermedades de transmisión sexual en mujeres en la última década?

RESPUESTA.- Hay varios factores responsables. En primer lugar, se debe a un cambio en el comportamiento sexual, especialmente entre los jóvenes. Hay más promiscuidad. Y a mayor número de parejas sexuales aumentan el riesgo de padecer enfermedades de transmisión sexual o ETS. Además, se podría decir que hay una falta de educación en esta materia, o bien que esta educación está mal orientada. En este sentido ha habido cambios respecto a la importancia que se da a la concienciación de la sociedad respecto a la prevención de las ETS. Por ejemplo, enfermedades que hace décadas generaron una gran alarma, como el SIDA, son hoy prácticamente desconocidas por los jóvenes. Por otro lado, se puede decir que hay un uso inadecuado de los métodos de protección frente a las enfermedades de transmisión sexual, o incluso hay falta de acceso a ellos en algunos lugares.

P.- ¿Cuáles son las enfermedades de transmisión sexual más comunes en las mujeres? ¿Cómo se pueden prevenir y tratar?

R.- La más frecuente es la producida por la clamidia. Se trata de una infección bacteriana que se transmite a través del contacto sexual vaginal, anal u oral. También destacar la gonorrea, el herpes genital o la sífilis, y, por supuesto, el virus del papiloma humano, más conocido como VPH. Esta infección vírica está muy extendida y puede causar verrugas genitales y en algunos casos aumentar el riesgo de desarrollar cáncer de cérvix. La prevención pasa por un correcto uso de los métodos de barrera, en este caso el preservativo o condón. Especialmente cuando se trata de encuentros sexuales de riesgo. El tratamiento posible en la mayoría de casos, pasa por un adecuado diagnóstico cuando hay sospecha. Sin embargo, especialmente en las mujeres, los síntomas pueden ser poco importantes y demorar la detección.

P.- ¿Cuáles son las secuelas de estas enfermedades para la fertilidad y la salud en general de las mujeres?

R.- Algunas de las ETS pueden tener consecuencias graves para la salud. Aparte de enfermedades graves como la hepatitis y el SIDA, algunas ETS no detectadas a tiempo en mujeres pueden producir secuelas graves. Por ejemplo, la afectación de las trompas secundarias a infecciones genitales puede conducir a problemas de subfertilidad. O como he mencionado antes, algunos serotipos de VPH se han relacionado con el desarrollo de cáncer de cérvix.

P.- ¿Cuáles son los síntomas de estas enfermedades y cómo pueden las mujeres reconocerlos?

R.- Cuando hay cambios en el color o en el olor del flujo vaginal se debe acudir a consulta. En el caso específico de las mujeres, las verrugas o la sífilis primaria pueden pasar inicialmente desapercibidas al tratarse de lesiones que no son fácilmente visibles. Por eso es tan importante la educación y acudir a consulta médica cuando se tiene aunque sea una mínima sospecha. La anatomía hace a las mujeres especialmente vulnerables a estas enfermedades.

P.- ¿Qué factores de riesgo aumentan la probabilidad de contraer una enfermedad de transmisión sexual?

R.- Como he dicho antes, tener varias parejas sexuales, cambiar frecuentemente de ellas o tener relaciones sin protección son las principales causas para contraerlas. Los factores que se relacionan con estas conductas de forma más habitual podrían ser, por ejemplo, las relacionadas con la edad. Cuanto más joven, más parejas y más relaciones se tienen, frecuentemente, sin protección. Otros factores están relacionados con la situación socioeconómica. El abuso de alcohol y drogas, las víctimas de violencia de género o el haber tenido una ETS previamente, se relacionan con una mayor probabilidad de padecer ETS o secuelas derivadas de ellas.

P.- ¿Cuáles son las opciones de tratamiento disponibles para las mujeres que contraen una enfermedad de transmisión sexual?

R.- Cada caso tiene un tratamiento específico. Las enfermedades bacterianas generalmente pueden ser tratadas con diversos antibióticos.

P.- ¿Qué medidas pueden tomar las mujeres para protegerse de las enfermedades de transmisión sexual, además del uso de preservativos?

R.- Obviamente, el evitar las relaciones de riesgo es la medida lógica para disminuir el riesgo. Esto pasa por la mejora de la educación general y la sexual en los más jóvenes. Por otro lado, existe el preservativo femenino, que puede ser utilizado por las mujeres si se encuentran con parejas reacias al uso del condón clásico.

P.- ¿Cómo se puede abordar el estigma asociado con las enfermedades de transmisión sexual y promover una mayor conciencia de la importancia de la salud sexual en general?

R.- Sólo se me ocurre hacerlo con campañas educativas. Hoy en día, el sexo vende. La influencia de las redes sociales y su penetración, sobre todo en los jóvenes, es enorme. En estas redes se consiguen muchos más «likes» estimulando la parte del cerebro que más fácilmente se nos activa, que es la del placer rápido y a corto plazo. Cualquiera que pase unos minutos viendo aleatoriamente videos en estas redes lo puede comprobar. Esta «sexualización» tan visible y tan fácil está generando, en mi opinión, una banalización de las relaciones sexuales, que, lógicamente, conduce a la imitación de los actores o modelos ficticios de esas redes y por tanto a la promiscuidad. La educación en valores y la autoestima es la clave para que los jóvenes vivan la sexualidad desde una dimensión más amplia que el mero placer físico y efímero.

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