Zidane, un hombre para la eternidad

Zidane, un hombre para la eternidad

Ahora que el mundo soporta un alud de vulgaridad, ZZZ, Zinedine, Zizou, Zidane, ha fijado los ojos y focos de la prensa deportiva en su persona por ser un hombre tan elegante en el trato como Pierluigi Collina y con tanta clase como Alfredo Di Stéfano o Frank Sinatra. Florentino Pérez supo perfectamente bien lo que hacía nombrando presidente de honor del Real Madrid al argentino, el más grande jugador de siempre y, con idéntico criterio, supo elegir entrenador a Zidane para transmitir dicha clase que tanto estimula a los mejores jugadores del planeta. Quien no admita tales aciertos padece el mal del antimadrista, propio de envidiosos, perdedores y cegatos.

No se me va de la cabeza la frase del gran Roberto Carlos: “A Zizou le tiras una piedra —refiriéndose a un balón lanzado con tremenda fuerza— y te devuelve una pluma”. En la novena, el brasileño le lanzó un globo al francés y éste lo cazó y lo incrustó en las mallas como un obús. Así es Zidane, genial, impredecible, rotundo. No ha habido gol tan apoteósico a la par que estético en todas las finales de Copa de Europa y Champions como aquel de Zizou en el Hampden Park de Glasgow. Parece obvio que Florentino le haya puesto donde está para representar la clase que atesora el club y, de paso, para que se traiga de Cardiff la duodécima a su sala de trofeos.

En el caso de que el alemán Brych —árbitro firme y designado por la UEFA para la final entre la Juventus y el Real Madrid, con quien los blancos nunca fueron derrotados, a pesar de errores garrafales contra los nuestros en 6 encuentros que les arbitró— no caiga en las trampas que, de seguro, le van a tender esos trileros de opereta de la Vecchia Signora, el tal Mandzukic y Dani Alves, fotocopia de Cantinsflas. Si Brych pasa de los aspavientos y engaños de ese dúo de payasos, los madridistas nos traeremos la duodécima para coronar la trigésimo tercera Liga. Zidane lo sabe de sobra y ha alertado a los suyos a que le sigan hasta morir. Por eso el Madrid es un equipo campeón.

La moraleja cierra cualquier cuento. ¿Por qué anda el Barça en horas bajas, por qué un club grande como el catalán tuvo como entrenador a ese mindundi de Luis Enrique, que desprecia y humilla a la prensa, o sostiene al tal Bartomeu, cobarde y muy oportunista presidente? Prefiero un presidente de la talla de Florentino que ya ha sacado adelante la propuesta para aprobar —definitivamente— el nuevo Santiago Bernabéu. O un entrenador con la casta y la elegancia de Zidane, que no se achanta ante nadie y cuya sonrisa conecta con todos los atletas a su mando y enamora a sus interlocutores. Así es Zinedine, el inmortal Zizou, Zidane eterno, clase en extracto puro.

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