Youtubers en Andorra
Hace poco viajé a Madrid con dos íntimas amigas. Visitamos el Museo Thyssen y pude observar el gran patrimonio que nos ha dejado Tita Cervera, algo que se le agradece poco. De ella se ha escrito de todo, pero gracias a la baronesa, el patrimonio cultural de España se ha engrandecido. Es una figura histórica de la prensa del corazón, una mecenas del arte que se suele prodigar poco en la prensa y que ahora vive en Andorra, como en su momento hizo Arantxa Sánchez Vicario.
La semana pasada, condenaron a la tenista junto a Josep Santacana, su ex marido, por ocultar bienes para evadir el pago de una deuda millonaria con el Banco de Luxemburgo. Ella evitará la prisión y él, que defendió su inocencia hasta el final, tiene una pena de tres años y tres meses de cárcel. Ambos deberán indemnizar a la entidad bancaria con el pago de 6,6 millones de euros, correspondientes a la deuda impagada más los intereses. Es decir, que si se reconoce la mentira, la pena es inferior a mantener una verdad distorsionada. Ambos fueron trending topic tras conocerse la sentencia.
Y me pregunto, ¿por qué a los españoles nos interesa más el mundo del corazón que la política? Hace poco leí que las noticias más buscadas en Google el año pasado fueron las relacionadas con Piqué, Shakira, Clara Chía, Tamara Falcó e Íñigo Onieva. En otros países, las noticias más requeridas fueron sobre política nacional e internacional. Así somos los españoles: leemos más el Marca y el ¡Hola! que la prensa generalista. Aquí somos fútbol y corazón.
Por la noche cené con mis amigas, ambas llamadas Anna, en el restaurante Ten con Ten, cuando, de repente, en otra mesa escuché hablar de los youtubers que se habían trasladado a Andorra, lo que captó mi atención. Y la crítica era tan bestial, como injusta: que si son millonarios, que si no tienen clase, que si son incultos… Nuestro interés por el corazón se resume en la crítica descarnada. Queremos saber para luego envidiar y criticar, sin darnos cuenta de que ellos han sabido captar un nuevo negocio, el de la creación de contenidos digitales, y lo han sabido explotar.
Somos cotillas, y de los peores, y nos encantan las revistas del corazón que esta semana nos han traído a Jesulín de Ubrique, la infanta Cristina o Gabriela Guillén, a quien alguien le rompió los cristales del vehículo y le robó la silla del bebé, un nuevo revés que no tardaron en relacionar con el reciente nacimiento del hijo que comparte con Bertín Osborne y del que hablé en el artículo anterior. Comenzaron los rumores, que si era para realizar una prueba de ADN… Cuando lo normal sería relacionarlo con un simple robo en una zona de Madrid donde esto sucede habitualmente. Pero volvamos a Andorra, donde incluso un simple robo se convierte en noticia.
Fabio Quartararo, Maverick Viñales, Joan Mir, Jack Miller, Alex Rins, Tito Rabat, Iker Lecuona y los hermanos Espargaró tienen sus residencias allí. También durante un tiempo Jorge Lorenzo vivió en Andorra, aunque actualmente reside en Suiza. Sin embargo, los que han salido de España en desbandada han sido los youtubers que, tras la COVID, llenaron las calles del país de los Pirineos de coches ostentosos y ruido.
El Rubius, con 40 millones de suscriptores, fue el primero en irse. Luego siguieron Auronplay, The Grefg, Sara Biyín, Willyrex, Vegetta777 y otros. La Agencia Tributaria comenzó a implantar controles para comprobar que pasaban 183 días allí, mientras el Gobierno les facilitaba la vida. Los creadores de contenido se prodigan poco, viven en sus casas y no se relacionan con los locales, salvo cuando salen a dar una vuelta y comienzan los rumores sobre ellos. Porque en Andorra también la crítica es descarnada.
Pero mientras gastaban, todo iba bien, hasta que The Grefg inició un procedimiento legal para desahuciar a una anciana de 82 años. El joven youtuber, propietario de un equipo de videojuegos, Heretics, que gestiona una plantilla en la Kings League de Ibai y Piqué, se ha lanzado a comprar inmuebles, como otros habían hecho antes, provocando que los precios se disparasen. Y los andorranos han comenzado a quejarse y se han agrupado en la Coordinadora per l’Habitatge Digne a Andorra bajo el lema «¡Basta! ¡Vivienda digna!».
Han surgido las primeras voces críticas y la prensa local se ha hecho eco de la versión de la anciana que se niega a abandonar su casa porque tiene un contrato de arrendamiento vitalicio y que nadie puede obligarle a dejar atrás toda su vida, su hogar durante tantos años. La situación ha llegado al extremo en que la mujer denunció ante la Policía que había encontrado la cabeza de una muñeca colgada en el edificio, símbolo que interpretó como una clara amenaza, algo similar a la sillita de bebé de Gabriela Guillén.
Sea como fuere, los problemas sólo han comenzado. Allí a los creadores de contenido los ven como unos invasores, y ellos se ven como unos mecenas del arte, una versión 2.0 de Tita Cervera, que llenan las arcas públicas de aquel país. Somos, sin duda, como he dicho, el país del fútbol y del corazón. El país de los lazarillos de Tormes, de los pillos que quieren pagar menos que el resto y están dispuestos a pasar 183 días en la montaña sin ver la luz de nuestro sol o las terrazas de nuestras ciudades. Y no hay nada como visitar Madrid, de día o de noche, para darse cuenta de que enamora mucho más que cualquier tarde oscura en el país de los Pirineos. Aunque allí se pague menos. Y, si no, que se lo digan a Arantxa Sánchez Vicario. Ah, no, que ella también vive fuera, aunque no sea para pagar más o menos, sino para huir del desamor y de su exmarido, ahora condenado a prisión.
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- Clara Chía Martí