Yo también soy del CNI

El pasado 5 de abril me encontré a Sílvia Orriols comiendo en una pizzería. Fui a cubrir la primera escuela de formación de Aliança Catalana en la localidad turística de Platja d’Aro (Gerona).
Entonces ya habían dado la sorpresa en el Parlament. Entraron con dos diputados en las elecciones del año pasado. Casi 120.000 votos y un 3,77% de los sufragios. Aunque podrían haber sido más, dependiendo de los caprichos de la Ley de Hondt.
No estaban todavía en boca de todos. Pero ya intuí que irían al alza. Basta salir de la burbuja político-mediática y poner la oreja. Para oír, en la calle, lo que la mayoría de la gente piensa. Sobre inmigración o inseguridad ciudadana.
Estaba junto a dos colaboradoras. Tras intercambiar algunas impresiones, me despedí con estas palabras:
— Desengáñate, Sílvia. La independencia era imposible. No había ninguna posibilidad. Y, si la hubiere, los del proceso han quemado la última oportunidad.
— La última será la nuestra —me replicó. Es mujer de firmes convicciones.
— Cataluña es muy diversa. Ripoll no es Cornellà. Ni siquiera el Ripoll de ahora es el del siglo XVIII, añadí.
Cité ese período porque entonces era un centro de fabricación de armas de reconocido prestigio en toda Europa.
Explico todo esto para dejar, de entrada, las cosas claras. Pero desde la distancia ideológica, quiero solidarizarme con la líder de Aliança.
Como se sabe, Oriol Junquera le lanzó el domingo una andanada en el Salvados de La Sexta. «Si el Estado español y sus servicios secretos tuviesen que diseñar algún día alguna herramienta para debilitar el independentismo, ese instrumento se parecería mucho a Aliança Catalana», afirmó.
El líder de ERC ya había calentado el ambiente el mismo día durante la clausura de un acto de las juventudes en L’Espluga de Francolí (Tarragona). Entonces los acusó nada menos que de ser «herederos de los quintacolumnistas que contribuyeron a abrir las puertas de Catalunya a las tropas franquistas en 1939».
Hasta los citó por su nombre: «Hoy estos quintacolumnistas se lanzan contra nosotros porque explicamos verdades como templos, porque explicamos que si los servicios secretos españoles o algunas togas que aún nos persiguen tuvieran que inventar algo contra Catalunya, inventarían a Aliança Catalana».
Orriols -que en X no le va a la zaga a Gabriel Rufián en cuanto a habilidades comunicativas- no desaprovechó la oportunidad para hacer campaña gratis. Tras el dedo de Josep Rull, que la amonestó un día después de un pleno, es el segundo regalo que le hacen.
Lo de Junqueras ha sido, en efecto, un desliz. El líder de ERC es de aquellos que, en caso de meter la pata, en vez de rectificar, persevera en el error.
En noviembre del 2013, cuando era eurodiputado, ya propuso “parar la economía catalana una semana”. Yo pensé entonces en los botiguers, los autónomos, los pequeños empresarios del partido con el negocio cerrado tantos días. Resulta muy fácil hacer llamamientos a la huelga general cuando cobras 25.000 euros al mes entre sueldo bruto, dietas y gastos.
Muy desesperados deben estar los republicanos para utilizar el CNI como argumento electoral. Ni siquiera estamos en campaña. Y falta mucho todavía para las elecciones.
Lo digo incluso por experiencia. A mí hace años me pasó lo mismo. Cuando te intentaban desprestigiarte, hacían circular que cobrabas del CNI. En una ocasión, tras la llegada del primer tripartito al poder (2003), se me acercó el Secretario de Comunicación del Govern, Miquel Sellarès, también de Esquerra, mientras estábamos en el Pati dels Tarongers y me dijo:
—Me han dicho de los Mossos d’Esquadra que colaboras con el Cesid (el entonces antecedente del CNI)
Atiné a replicarle:
—Qué mal informados están los Mossos. Pero espero que no se dediquen a espiar a periodistas.
Sellarés, todo hay que decirlo, duró apenas tres meses en el cargo. Lo cuento para que vean cómo las gastan con todo aquel que sale de su marco mental. El discrepante, el crítico, el escéptico. Suele ser lo habitual en estos casos: si no puedes eliminar el mensaje, intenta matar al menos al mensajero.
Si yo cobrara de todos los sitios que han dicho que cobraba —además del Cesid; la Guardia Civil, la Trilateral o la desaparecida Unió—, estaría cómodamente instalado en las Bahamas y no escribiendo artículos para OK Diario.
Ahora lo del CNI ya no cuela. Aunque antes, para intentar acabar profesionalmente con alguien, le colgaban esta etiqueta. Al primer jefe de los Mossos, Josep Peris, le hundieron la carrera así. Era un comandante que procedía del Ejército del Aire, cosa que no le perdonaron nunca a pesar de ser catalán.
Hay que decir, sin embargo, que la cotización del CNI ha bajado. De hecho, ni siquiera encontraron las urnas del 1-O. Y ha quedado demostrado que el proceso no necesitaba de los servicios secretos para hundirse, se hundía solo. Por eso es curioso que resuciten esta leyenda urbana. Deben estar, sin duda, muy nerviosos.