¿Víctimas de primera y víctimas de segunda?
En estos días, ha sido excarcelado Santi Potros, un asesino irredento que ha cumplido su condena, gracias a los múltiples beneficios de la legislación penitenciaria y que, por tanto, por más que moleste, es un hombre libre que, pese a ello, causa daño a las víctimas que padecieron su barbarie, que no han sido resarcidas, que no han visto cómo se arrepiente o se resocializa con la pena, pero que deben, como no puede ser de otro modo, aceptar su liberación. Lo doloroso es que unas víctimas democráticas, inocentes, que nada han hecho y que han padecido a las hordas comunistas/socialistas de ETA, no reciben el amparo de la Ley, del Gobierno y de la sociedad, mientras sí contemplan cómo los Dirigentes Vascos se acercan y dan amparo a los cachorros del separatismo asesino. Cuando hablamos de Franco y criminalizamos a sus seguidores, me sorprende ver cómo ensalzamos a los que perdieron la guerra que ellos mismos provocaron, alentaron desearon y buscaron, que manipularon las elecciones, asesinaron al jefe de la oposición, robaron el oro español y no fueron más que los perdedores de una guerra.
Unos fueron crueles pero, los otros, no fueron santos, por más que nos empeñemos y, ahora, no hay franquistas y, de aquello, lo poco que queda es el PSOE y, curiosamente, el PNV. Mal puede hacer historia quien está implicado en ella, quien fue partícipe de la misma y, en lugar de cuidar de las víctimas del presente, de la democracia y de la libertad, se dedica a revisar un pasado triste, lúgubre y repleto de sombras de uno y otro lado. Cuando caminas por la calle y te cruzas con el Capitán Aliste, sin sus piernas; con Luis Heredero, sin su padre; con José Antonio Ortega, sin 532 días de vida y libertad, que su único pecado era ser militares, policías, funcionarios del Estado de una democracia consolidada que sufría de las ínfulas asesinas de unos socialistas de ETA que no aceptan la libertad, miras a uno y otro lado y sufres por la falta de seriedad, de memoria y de dignidad que demuestran nuestros políticos y de que no se tomen medidas para que quienes defendían a esas alimañas asesinas no puedan alcanzar el poder, no puedan manipular la verdad, no puedan disfrutar de la libertad, no puedan reescribir la historia con su mentira.
Sí, Potros cumplió su condena y aceptaremos, no sin arcadas, su libertad por imposición de la Ley, por aceptar el criterio moral de que la Ley no puede ser venganza, ni crueldad, frente a quien fue, y es, un asesino no reinsertado en la sociedad, por lo que hemos de reconocer que, cumplida la Ley, esta no ha obtenido su objetivo resocializador. De igual modo que aceptamos la Ley, solicitamos su cumplimiento y su aplicación ante el enaltecimiento del terrorismo que sigue vivo, que denigra a las víctimas y que propone legislaciones de apoyo al delincuente asesino, que se permiten retirando los recursos por interés político.
No podemos pedir dignidad y justicia para los asesinados en una guerra cruel y fratricida de hace más de 80 años cuando no se la damos a las víctimas de la acción terrorista en democracia, cuando permitimos a los asesinos alcanzar sus objetivos políticos o cuando no somos capaces de aplicar la Ley con la contundencia máxima. No quiero memorias históricas de pasados aún no superados por quienes son los únicos supervivientes de las mismas y que pretenden reescribirlas cuando tengo vecinos, amigos, inocentes del presente que no recordamos ni dignificamos.