Vergüenza y bochorno por la imagen de España en la Expo de Dubái
El pabellón de España en la Exposición Universal de Dubái es un recorrido por esa España progre que bajo el mandato de Pedro Sánchez obvia las señas de identidad de una nación con un legado histórico inigualable para centrarse en los lugares comunes del socialcomunismo. Ya saben: que si la sostenibilidad, que si el igualitarismo, que si el «todos y todas». Toda la artillería semántica del Ejecutivo tiene cabida en una exposición que ha tenido un coste para las arcas públicas de 11 millones de euros y que es un canto a la nadería. Por supuesto, nuestro legado histórico, la gesta de la conquista, brilla por su ausencia. Tampoco nuestro rico patrimonio cultural encuentra reflejo en la muestra, ni nuestra gastronomía o deporte.
De todo lo que podemos presumir, incluida nuestra Transición política, no hay nada de nada. La España que se exhibe en Dubai es la quintaesencia de ese relativismo naif que se avergüenza estúpidamente de lo que fuimos a lo largo de los siglos y esconde lo bueno que tenemos para centrarse casi en exclusiva en esa visión chorra que ha hecho del tancredismo ecológico y la ideología de género los pilares de la acción de este Gobierno. Todo, en suma, pasa por diluir las raíces y el alma de la Nación española para crear un grimoso trampantojo que, en el colmo del absurdo, hasta difumina el color rojigualda de nuestra bandera. En suma, un pastiche con ínfulas de vanguardia que no deja de ser la expresión más hortera de lo que representa el socialcomunismo que nos gobierna.
Lo de España en Dubai es el retrato más paleto de lo que significa el concepto del sanchismo: la vulgaridad revestida de luces de neón, la cutre disolución de la identidad nacional, el perverso rechazo a las señas patrióticas -sí, patrióticas- y la exaltación de lo fatuo a niveles nunca vistos. En suma, un petulante y carísimo pabellón en el que España, la verdadera España, no aparece por ninguna parte.