A ver a quién aplicamos el 155

A ver a quién aplicamos el 155

No tengamos miedo, dejemos pasar los 100 días de rigor de todo Gobierno, esperemos las actuaciones del nuevo presidente del gobierno, como hemos hecho con todos, no se me pongan nerviosos señores de la izquierda, no se me aceleren personas de la derecha y no alcen la cabeza señores del naranja que ustedes fueron los que dieron por finalizada la etapa de Rajoy abriendo la puerta a lo que hemos visto y, ahora, quieren pasar desapercibidos lanzando la piedra y escondiendo la mano. ¡A lo hecho, pecho! y todos, absolutamente todos, han errado en su modo de actuar o, al menos, no nos han tenido en cuenta a los “perritos sin alma”. Hemos vivido una moción de censura legítima y democrática, cuya legalidad es dudosa por hacerse en manifiesto abuso de derecho, pues en España la moción de censura tiene carácter de “constructiva”, es decir, no es contra nada ni contra nadie, sino en favor de algo nuevo y, de este modo, exige la presentación de un programa de Gobierno alternativo. En el presente, fue una moción “contra” Rajoy y, además, no se presentó un programa de Gobierno.

En cualquier caso,  hemos de aceptar, con resignación cristina —otros carecen de ella— y entereza democrática —tampoco la poseen aquellos que carecen de la anterior—, el resultado de la votación y esperemos del nuevo inquilino de la Moncloa su demostración de talante democrático pues, aunque nos pueda parecer escaso cuando todo su sostén negociador es “no es no” y el proyecto programático es “fuera Rajoy”, tan sólo existe un asunto en el que dicha cortesía debe resultar inexistente y la vigilancia extrema: el secesionismo en Cataluña que, por excepcionalidad e importancia, requiere de una visión excepcional e importante. Con la aplicación del artículo 155, se decía que no era aplicable hasta que no se realizase algún tipo de acción infractora de la legalidad; pues bien, con nuestro nuevo presidente, por más que tengamos prejuicios y adoptemos precauciones mentales, no debemos de aplicar criterio crítico hasta que no actúe; pero, de hacerlo, la intervención, la reacción, deberá de ser sólida, solvente y adecuada a la agresión que se pretenda llevar a efecto.

El miedo que le tengo al nuevo presidente no es otro que sus frases sobre la nacionalidad de naciones en la nación única que componen un Estado Federal, pues cuando todos estamos viendo que el problema se encuentra en un gasto desmesurado de una división del Estado en Comunidades Autónomas y la duplicidad que ello supone, que desde Bruselas se nos pide adelgazar la administración,  los ciudadanos ya esqueléticos clamamos porque la austeridad se la apliquen nuestros políticos, llega el señor Sánchez y amenaza con el Federalismo… ¡Pero coño! ¿Dónde vamos? En lugar de tanta magra política, federalismo, secesionismo y chorradas varias para que cuatro politicastros nos coman por una pata, apliquemos los criterios de prevención de riesgos que les intentamos imponer a las empresas con el artículo 31 bis del Código Penal a los partidos políticos, que resulta sorprendente y vergonzoso que todos hablen de trasparencia y pulcritud y ni uno sólo tenga en su seno los modelos de prevención de riesgos penales. ¡Qué vergüenza!

Exijamos que cuando alguien se acerque a la vida pública venga ya con una profesión, una actividad, una vida que aportar, de forma que vengan a servir y no a servirse o que al menos vengan comidos y no tengamos que engordarlos con nuestros impuestos.

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