Venezuela se apaga y la izquierda sigue a oscuras
Imagen atroz, que queda imperecedera en la retina y tarda en olvidarse porque siempre queda, quizá ausente, siempre presente, por desgracia real. Elizabet lleva en brazos a su hija muerta. La traslada a la morgue de Valencia, importante ciudad venezolana. Padecía desnutrición crónica, por hambre, por miseria. Empeoró y perdió la consciencia. En el hospital no pudieron tratarla por falta de suministro eléctrico y quedó dormida, como ausente, pero estaba muerta. Diecinueve años, en la flor de la vida. Y pesaba poco más de diez kilos. Quien le dio la vida no tiene ni siquiera gesto de dolor, ni llanto. Refleja un extraño hermetismo, ese casi esotérico rictus donde se protege y agazapa la desgracia y la aflicción.
El apagón que sufre la nación hermana de Venezuela es otro síntoma de la grave situación en que se encuentra, sojuzgada y pisoteada, sometida por un sátrapa comunista y su mafia qué como tantas veces en la historia, cuenta con cierta justificación de parte de la izquierda sino con despreciables cariños, corruptos apegos o vergonzosas simpatías. La situación no puede ser más dura, las imágenes no pueden reflejar mayor crudeza y los gritos de angustia y ayuda de los venezolanos no pueden reverberar tanta amargura. Adelante, pueblo de Venezuela.
Como ha ocurrido siempre que se ha instaurado el comunismo, en Venezuela está arruinando la economía de una forma tan cruel y devastadora que está provocando miles de muertes por hambrunas y enfermedades, por carencia de las necesidades y servicios básicos, por desabastecimiento de alimentos y medicinas. Como siempre que el comunismo o “socialismo real” usurpa el poder, queda requisado él Poder Judicial, pues la izquierda radical desprecia la Justicia por no ser elegida de forma “popular”, elimina las elecciones libres, llena las cárceles de presos políticos y ejecuta la libertad de prensa.
La hija de Elizabet murió desnutrida por culpa de un régimen impulsado por la izquierda, incitado y alimentado por “púlpitos progres” como el Foro de Sao Paulo y estudiado y amado en las cátedras igualmente progres de universidades europeas y americanas. Esa izquierda que reverencia una dictadura disfrazada de democracia, una satrapía convertida en un Narco-Estado debido a las connivencias de los dirigentes del régimen con la producción y el transporte de droga y con organizaciones mafiosas como las narco-guerrillas comunistas de la FARC y el ELN. Ese comunismo que lleva también a Venezuela por el camino del “holodomor”, la muerte por hambrunas de más cuatro millones de personas en Ucrania, el Cáucaso y Siberia en los años 1932 y 1933 y propiciadas por el comunismo soviético.
No cabe mirar hacia otro lado ni justificar una cobarde inacción por motivos falsos y cínicos. Cierta progresía es cómplice de tanta muerte y horror. Y en España, una izquierda que renuncia a respaldar a los luchadores venezolanos por la libertad sumiendo al socialismo español en un vergonzoso descrédito internacional. Pocas lecciones puede dar esta izquierda que ha gobernado, y gobernará si le es posible tras las próximas elecciones, aferrado a golpistas, comunistas y probatasunos. Pocas lecciones puede dar esa izquierda que se aterra ante cualquier acción de Trump, se vuelve histérica ante el triunfo de Bolsonaro o se encoleriza por el imparable ascenso de VOX. Son aquellos “románticos” revolucionarios por cuenta ajena, que tienen tanta preocupación por la pobreza que no paran hasta extenderla. Y mientras Venezuela se apaga, la izquierda, la ignorante y la ortodoxa, sigue a oscuras. Ya lo dijo Anatole France, novelista francés: “La oscuridad nos envuelve a todos, pero mientras el sabio tropieza en alguna pared, el ignorante permanece tranquilo en el centro de la estancia”. #ContigoVenezuela
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