Vendidos al oro del Barça

Barça

Uno de los mejores actores secundarios del cine español, Manolo Morán, ya definió en 1954 la actitud anterior, actual y futura del Barça. En la película Once pares de botas interpretaba a un hincha del Club Deportivo Hispania -nombre ficticio de un equipo que podría ser el RCD Espanyol – que, escuchando la crónica de un periodista deportivo antes de un derbi (en el minuto 18 del film) dijo, apagando indignado la radio: «Están todos vendidos al oro del Barcelona». Y así es, desde hace décadas el club culé es un gigante económico y deportivo que está acostumbrado a todo tipo de estrategias para salirse con la suya. Por ejemplo, situando a Joan Gaspart en la Federación Española de Fútbol durante añpara defender, con gran eficacia, los intereses del Barça.

Este miércoles varios medios de comunicación difundieron que el Barça había pagado 1,4 millones de euros a José María Enríquez Negreira, vicepresidente del Comité Técnico de Árbitros, por labores de «asesoramiento». Si es delito o no ya lo dictaminará la justicia, pero no parece un comportamiento muy ético. Como muchas de las cosas que ha hecho el FC Barcelona a lo largo de la historia. Recordemos cómo se las da de «club antifranquista» cuando fue el Consejo de Ministros que presidía Franco el que recalificó, y de manera muy ventajosa, los terrenos del antiguo estadio de Les Corts para que un arruinado Barça pudiera afrontar los costes de la construcción del Camp Nou. Por su apoyo a Can Barça, el dictador recibió diversos honores y medallas concedidos por la directiva culé. Aunque ahora los capitostes barcelonistas renieguen de esta actitud dentro de su continuo blanqueamiento de imagen.

Tampoco hemos de olvidar cómo el «antifranquista» Barça colocó a uno de sus gerentes como máximo dirigente del deporte español en uno de los últimos gobiernos de Franco. Se trataba de Juan Gich Bech de Careda que, como no podía ser de otra manera, benefició a su club consiguiendo apoyo del régimen para la construcción de varias instalaciones deportivas alrededor del Camp Nou. El «oro del Barcelona» no es una expresión que signifique que este club se dedique a sobornar a troche y moche, significa que su poder mediático, social y económico consigue que muchas instituciones se dobleguen ante él.

El Barça no necesita comprar árbitros, porque cualquier aficionado de un club que se haya enfrentado en Liga contra los culés ya sabe cómo las gastan los colegiados cuando hay futbolistas barcelonistas sobre el césped. Una decisión polémica contra el Barça conlleva siempre una tormenta mediática e institucional que muchos trencillas prefieren evitar. Lo mismo a la hora de tomar decisiones en los despachos de las instituciones deportivas, sean españolas o europeas. Recordemos como la UEFA se doblegó ante la ofensiva de banderas esteladas y pancartas con mensajes del estilo «España es un Estado fascista» en el Camp Nou cuando teóricamente prohíbe las proclamas políticas en la Champions o en la Europa League. O como se puede sancionar a un club si media docena de aficionados insultan a un futbolista, pero si miles de culés ofenden al Rey y pitan el himno nacional en una final de Copa, no pasa nada, ni se sanciona al Barça.

Las genuflexiones ante el Barça por parte de los políticos catalanes llega a extremos ridículos. Vídeos turísticos en los que se glorifica a los barcelonistas mientras se ignora al resto de clubes de Cataluña; un alcalde de Barcelona -Xavier Trias- que insultó a los aficionados del Espanyol; un vídeo de dibujos animados para integrar a escolares llegados de otros países en los que usa al Barça como elemento de atracción; continuos desprecios por parte de los medios de comunicación de la Generalidad que en su labor de propagandistas culés ignoran al resto de entidades deportivas. Este es el pan nuestro de cada día de los vendidos al «oro del Barcelona». Así que seguiremos asistiendo en el futuro a nuevos escándalos, porque el Barça no conoce barreras éticas ni morales para imponer sus intereses.

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