La valentía de Elvira Roca Barea
Conocí personalmente a Elvira Roca Barea durante la manifestación del 8 de octubre de 2017. Se había desplazado desde Málaga para darnos apoyo a los catalanes no independentistas. Tenía mucho mérito pues es madre de dos niños aún pequeños, y, en el 2017, el éxito de su libro Imperiofobia y Leyenda Negra, publicado un año antes, crecía como una ola llevándola de acá para allá hurtándole tiempo para su familia y demás ocupaciones. Pero Elvira, fundadora en Málaga del partido Ciudadanos, siempre estuvo preocupada por la política y muy especialmente por sus amigos y compañeros catalanes, tan golpeados en aquellos momentos (y ahora).
Yo ya era eurodiputada y una de las tareas que me había impuesto era desmontar lo que percibía más arriba de los Pirineos: la idea de una España exótica, irreductible y aún con los vapores tóxicos de los regímenes autoritarios que se cernieron en Europa hasta la caída del muro de Berlín. Y ya no digamos después del referéndum “fake” de octubre del 2018 y las legítimas cargas policiales.
Me parecía particularmente chocante que representantes de países europeos hablasen con tal “nonchalance” de la persistencia del franquismo en nuestro país y que se sorprendieran inmensamente si se les recordaba el paso del nacional-socialismo por el suyo o la terrible Francia de Vichy, acontecimientos históricos que, al parecer, les había dejado intocados.
No, nunca vi a nadie sugiriendo que ciertas políticas de la Sra. Merkel fueran “hitlerianas” por ser alemana y de derechas, aunque sí podían ser “franquistas” las de Rajoy (ambos del mismo grupo político en el parlamento: el Grupo Popular). Cuando Sarkozy (un político en el mismo rango ideológico) se presentó a las elecciones en el 2016 y las perdió, o cuando en el 2018 fue puesto bajo custodia policial para prestar declaración sobre una causa de financiación ilegal, nunca oí en Bruselas o en la prensa el epíteto de “petainista”. Y, créanme, la formación histórica del eurodiputado medio soportaría cualquier cliché.
Por eso le propuse realizar un evento en Bruselas con la participación de otro grande de la divulgación histórica, Pedro Ínsua, y, como no, siguiendo con el principio de mi plataforma Euromind de incorporar la ciencia en nuestros debates, un representante de la comunidad científica que estuviera en condiciones de ampliar con datos firmes el alcance de las reflexiones de nuestros encuentros.
Así fue como Elvira Roca Barea inició por su parte una fructífera relación con Maarten Larmuseau, genetista ¡flamenco! que había comprobado que en el pool genético de los Países Bajos no existía huella española. Esta investigación apoyaba por completo la idea defendida durante años por diversos investigadores de que la Leyenda Negra respecto a los desmanes de los españoles, en esas tierras eran, en gran parte, pura propaganda nacionalista flamenca. Como dice Roca Barea en su último libro Fracasología “la Leyenda Negra es la percha de la que cuelga el supremacismo norteño.”
Es difícil de comprender por qué una parte de la intelectualidad y del mundo político español se ha venido dando tiros en los pies, por no decir claros intentos de suicidio, de manera oscilante pero regular desde hace 200 años. De qué manera se han solazado en la comodidad de la expresión “es que este país…” para no tener que pensar en serio cómo afrontar los problemas de sus conciudadanos y lo bien que les ha venido para no reflexionar sobre sus supuestos no contrastados y sus prejuicios ideológicos. La campaña contra la autora que está llevando a cabo la izquierda y sus terminales mediáticas obedece al puro pánico ante la posibilidad de que una profesora de Málaga, no sólo venda muchos más libros de los que ellos podrían soñar, sino que esté en condiciones de señalar lo “desnuditos” que van a pesar de su arrogancia.