Urtasun, Sijena y la «descolonización» de los museos

Urtasun descolonizar

¿Qué podría hacer un ministro de Sumar al tomar las riendas de Cultura? Pues aplicar la filosofía de esa DEI (diversidad, equidad e inclusión) que triunfa entre los progres y wokes de nuestra despistada zona Weird. ¿Y cuál sería la expresión irresistible? Pues «descolonizar».

Esta ha sido la primera propuesta de Ernest Urtasun. En recientes declaraciones ha observado la necesidad de revisión de los museos estatales «para superar un marco colonial» y «visibilizar y reconocer la perspectiva de las comunidades y la memoria de los pueblos de los que proceden los bienes expuestos». Esto ha desencadenado la polémica con acaloradas discusiones de todo signo. Ya tarda el Gobierno colombiano en recordarnos el asunto del Tesoro Quimbaya, un conjunto de hermosas piezas de oro y cobre precolombinos encontradas por unos saqueadores de tumbas a finales del siglo XIX que podemos contemplar en el Museo de América de Madrid. ¿Cómo llegaron ahí? Pues a través de un presidente de mediados del siglo XIX, Carlos Holguín, que se las regaló en acto público, con motivo de los fastos del IV Centenario del Descubrimiento de América, a la Reina María Cristina. Pero, con este Gobierno, esto no sería ninguna garantía. Por eso me ha parecido muy oportuna la observación de mi amigo Daniel Gascón en su cuenta de X: «Si al ministro le preocupa el marco colonial puede fijarse en las piezas de arte aragonés adquiridas ilegalmente que Cataluña todavía no ha devuelto, como las pinturas murales de Sijena, y exigir su retorno inmediato en señal de buena voluntad».

Y es que este asunto sí que clama al cielo. Como recordarán, en octubre de 1936, en una España en guerra, Josep Gudiol i Ricart, arquitecto, historiador, restaurador y marchante de arte nacido en Vich, llega a Villanueva de Sijena, un pueblecito de los Monegros a 64 kilómetros de Huesca. Financiado con 4.000 pesetas de la Generalitat, arranca unos 120 metros cuadrados de los coloridos frescos románicos del siglo XIII que adornaban la sala capitular del monasterio y se los lleva a Barcelona, donde siguen. Ya en plena dictadura, Joan Ainaud de Lasarte, director del Museo Nacional de Arte de Cataluña (MNAC), sin el previo permiso de la Dirección de Bellas Artes -lo recibirá un año después-, viaja al pueblo y extrae los frescos de la sala capitular que no se había llevado Gudiol. Y de paso unas pinturas profanas que el museo catalán, en una exposición de 1961, presenta como procedentes de «un castillo de Lérida». A día de hoy, el Supremo está pendiente de pronunciarse sobre la sentencia dictada en 2016 por el Juzgado nº 2 de Huesca, ratificada luego por la Audiencia Provincial, ordenando la vuelta de las pinturas arrancadas en 1936.

¿Complicadillo? Bah. Un ministro de Cultura de un Gobierno tan creativo en el manejo de las leyes cuando les interesa podría ser perfectamente capaz de zanjar el asunto de una vez. Yo qué sé, otro Decreto de Sánchez. Como dice Gascón «… pueden devolver las piezas ya, sabemos que no son partidarios de judicializar la política». ¿Quiere «descolonizar»? Podría abrir el melón de la «devolución inversa» del Patrimonio. Por ejemplo, a cambio del Tesoro Quimbaya, Urtasun podría repatriar, golpe a golpe, piedra a piedra, el castillo de San Felipe de Barajas, impresionante fortaleza del cerro de San Lázaro en Cartagena de Indias que sin duda debe de recordar cada día a los colombianos DEI esa abominable tiranía colonial española. Al fin y al cabo, Gustavo Petro, su actual presidente, no sólo es de su cuerda política. Al parecer la estiró al máximo (Milei le ha llamado «comunista asesino») y sería capaz de hacerlo.

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