El único estúpido eres tú, Bardem
«A título personal», Javier Bardem considera que el alcalde de Madrid, José Luis Martínez-Almeida, es un “estúpido” por querer revertir Madrid Central. El problema de Bardem es que, con independencia de su trayectoria cinematográfica, ha hecho gala, a título personal, de consideraciones infladas de una estupidez supina, propia de una persona que se ha caracterizado siempre por posiciones de izquierda radical. Y no tendría mayor importancia si no fuera porque el izquierdismo de Bardem es el clásico izquierdismo de salón propio de quienes alimentándose a dos carrillos de las ubres del capitalismo, se arrogan una superioridad moral que no se corresponde en absoluto ni con su trayectoria profesional ni con su trayectoria vital. Cabría decir que quien es un estúpido y además macizo es Bardem cuyas consideraciones políticas resultarían insignificantes, si no fuera por el eco que a sus vanas palabras le dan las terminales mediáticas de la izquierda.
Bardem es un sectario en lo ideológico y sus insultos al alcalde de Madrid, además de revelar una profunda ignorancia, le retratan como “hooligan” del populismo radical con el que se adorna mientras se forra con el capitalismo que dice detestar. Bardem es un estúpido porque todas sus incursiones en la vida política española están trufadas de ese rencor hacia el centroderecha tan propio de quienes tienen una concepción de la vida marcada por un ánimo de venganza que destila, a partes iguales, grima y bilis. Bardem es un estúpido porque debería entender que fuera del mundo cinematográfico sus opiniones revelan una falta de altura intelectual impropia de un personaje que ha tenido y tiene todos los medios a su alcance para demostrar una mayor formación. El ecologismo de Bardem es una impostura como lo son sus proclamas a favor de los más desfavorecidos. Y lo son porque para que Bardem fuera creíble tendría que predicar con el ejemplo. Y el ejemplo de Bardem es incompatible con el mensaje de justicia y solidaridad social con el que se adorna cada vez que toma la palabra ante un auditorio propicio a sus sedicentes arengas.
Bardem, en definitiva, no es nadie para dar lecciones de ética y moral. Digamos que es el clásico personaje que lleva años viviendo a lomos de la más palmaria hipocresía. Un cínico que es verde o rojo según le convenga y cuyas opiniones destilan una patética intrascendencia. Cada cual es muy libre de pensar como quiera, pero el pensamiento de Bardem es vacuo, leve y, si no se adorna del insulto, pasa siempre inadvertido. Es por eso que si no denigra no tiene su minuto de gloria. Lo buscó este viernes en la Cumbre del Clima, pero en lugar de centrarse en los riesgos del calentamiento global del planeta, lo que demostró una vez más es que lo que tiene caliente son las entendederas.