Para ‘ultras’, Puigdemont y Junqueras

Puigdemont Junqueras

Pedro Sánchez lo ha conseguido: ha dinamitado la convivencia entre españoles. La división que había en el bloque independentista catalán, y que le llevó a fracasar de manera inmisericorde por su cobardía a la hora de la verdad, se ha trasladado a toda la Nación. Ahora ya no tenemos una gran masa de españoles que se sitúa frente a los golpistas separatistas como un solo hombre para defender la democracia y la libertad, como cuando se aprobó la aplicación en Cataluña del artículo 155. Tenemos solo a media España que intenta defender las libertades de todos frente a los del «Ho tornarem a fer» («Lo volveremos a hacer»), los que tienen como único objetivo derogar la Constitución para garantizarse la impunidad.

Y, enfrente y no al lado, está la otra media España, la liderada por un PSOE que ha escogido situarse en el bando de los que en el 2017 intentaron acabar con España como nación de ciudadanos libres e iguales. Gracias al líder socialista el secesionismo está consiguiendo un avance espectacular cuando parecía que estaba en retirada. El PSOE no ha dudado en dinamitar el prestigio del Tribunal Constitucional, con una esbirra del PSC y el activista Pumpido plenamente dedicados al proyecto disgregador de Sánchez. Sin olvidar que los socialistas han convertido el Tribunal de Cuentas en un organismo blanqueador de la malversación separatista. Y van a retorcer la legalidad para encajar como sea la amnistía que le puede dar la investidura a Sánchez.

Con el PSOE se va a instalar la arbitrariedad en la Justicia. De la misma manera que la paciencia con los desmanes separatistas de los últimos años ha sido infinita, el Gobierno de Sánchez ordenó el lunes lanzar gases lacrimógenos contra gente mayor que se manifestaba pacíficamente, para castigar a la disidencia que se manifestó ante su sede en Ferraz. Es lo que nos espera: barra libre e impunidad para los CDR o los antisistema que quieran saquear comercios, y jarabe de palo para los que protesten contra Sánchez y sus aliados. Los socialistas van a seguir las peores prácticas del separatismo, expertos en convertir un territorio antaño próspero en una auténtica pesadilla. Todo por mantener el poder.

En Cataluña, la presidenta de la Comisión de Estudio sobre el Modelo Policial del Parlament es una radical antisistema, Dolors Sabater, diputada de la CUP. Exacto: una política que odia a la policía preside un comité que ha de elaborar las líneas maestras de actuación de los agentes que han de velar por nuestra seguridad. Además, la versión catalana del Defensor del Pueblo, Esther Giménez-Salinas, es una activista nacionalista defensora de la amnistía y de que no se aplique la sentencia del 25% de asignaturas en castellano en la escuela catalana. O sea, una defensora al servicio de sólo una parte de la población y que desprecia a la Cataluña no secesionista. Es de la misma pasta que su antecesor, el sectario Rafael Ribó.

Este es el modelo que está copiando Sánchez, poniendo de letrado mayor de las Cortes a un ex alto cargo de su Gobierno, o a Conde Pumpido de presidente del Constitucional. O llamando «president» a Puigdemont, un prófugo de la Justicia al que el Tribunal Supremo hace años que intenta detener. O expulsando, poco a poco, a los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado de las comunidades autónomas en las que el separatismo quiere impunidad. De Navarra ya han quitado a la Guardia Civil la competencia de Tráfico. Y en Cataluña, en breve, se expulsará de la comunidad a los guardias civiles encargados de la vigilancia marítima y la protección del medio ambiente.

Ante este intento de Sánchez de poner nuestro país al servicio de los que quieren acabar con nuestras libertades sólo queda la resistencia democrática en todos los ámbitos. Con civismo, con tranquilidad, pero con perseverancia. El PSOE buscará deslegitimar las protestas aplaudiendo la presencia de provocadores que intenten manchar la protesta cívica. En una manifestación de cinco mil personas las cámaras de los medios adictos a Sánchez enfocarán al medio centenar de ultras de ocasión que, casualmente y uniformados al gusto de la propaganda gubernamental, estarán en el momento adecuado para que los periodistas del régimen tengan la instantánea que buscan. No caigan en la trampa de Sánchez, y no dejen de ir a las manifestaciones porque cierta prensa diga que son organizadas por «la extrema derecha». Para ultras ya tenemos a Junqueras y Puigdemont, y son los socios del PSOE.

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