La trituradora de personas
La política es una actividad noble, pues ha de basarse en la vocación de servicio público: trabajar para sus conciudadanos, dar lo mejor de sí mismo sin importar horarios y parar el trabajo cuando el cuerpo advierte de que hay que hacer un alto para poder continuar al día siguiente. Así debe ser la máxima que rija la política y todo lo relacionado con la Administración, además de una honradez que debería tener toda persona en cualquier ámbito de la vida y una preparación acorde con las responsabilidades que se desempeñan.
Sin embargo, durante los últimos años, y cada vez de manera más intensa, la política ha pasado a convertirse en una trituradora de personas, un espectáculo mediático, una especie de circo romano donde divertir al público arrojando a la arena a diversos políticos como antes en Roma se arrojaba a los cristianos, para que se los coman los leones políticos y mediáticos -ahora- y los reales -antes.
Estos nuevos inquisidores lo hacen envueltos en una supuesta regeneración que proclaman. Es cierto que en la política ha habido, hay y habrá corrupción, desgraciadamente, como en la sociedad, pues la política no es más que el reflejo de la dicha sociedad. En España se estima que hay entre un 20% y un 25% de economía sumergida, que en los períodos de crisis económica puede llegar a ser de alrededor de un 27%. Eso significa que en España, cada año, la sociedad española defrauda unos 250.000 millones de euros. Cada año. Hay algún político que incluso se ha enorgullecido de pagar facturas sin IVA en el pasado, y lo hace antes de ponerse el traje de gran inquisidor. Eso es fraude también, tan perseguible y reprobable como la corrupción que algunos políticos hayan podido llevar a cabo, porque ese fraude de las facturas sin IVA, por ejemplo, también es corrupción, a la escala que se quiera, pero corrupción.
Es lamentable que haya políticos o funcionarios corruptos, cosa que hay que evitar, perseguir, juzgar y, en su caso, castigar con todo el peso de la ley. Ahora bien, no sólo hay que respetar la presunción de inocencia, sino que no se puede intentar convertir toda actuación en la gestión como un acto corrupto. Los nuevos inquisidores consideran que todo es corrupción: venta de inmuebles, litigios con otros órganos de la Administración, decisiones basadas en criterios técnicos y ortodoxos, que pueden dar mejores o peores resultados, pero legales, todo para ellos es corrupción. No lo hacen porque piensen que lo es, sino para obtener, a base de titulares, el desgaste del adversario político, bien porque es de distinta ideología o incluso porque se quiere ocupar el espacio ideológico de aquel adversario a quien se quiere destruir.
Para ello, se monta el espectáculo de comparecencias, declaraciones y peticiones de responsabilidad sobre cualquier cosa, por bien hecha que esté y legal que sea, eso da igual, ya que el objetivo es practicar, después, la caza mayor. La izquierda de ahora es maestra en esas lides, y, curiosamente, es acompañada por algún partido que se dice de otro espectro ideológico, que se llama nuevo -aunque lleve ya casi quince años en política- y que no se da cuenta de que poniendo en duda todo, sin razón alguna, poniendo en duda actuaciones realizadas escrupulosamente, nadie va a confiar ya en la política, y no sólo los ciudadanos a la hora de votar, sino que nadie va a querer servir a la sociedad desde la política.
Al actuar así esos partidos, van a conseguir que en la política sólo queden personas poco cualificadas, que no tienen capacidad para dedicarse a otra cosa, salvo a seguir las directrices de su jefe político a la hora de apretar un botón o poner un mensaje en twitter, así como las personas que quieren emplear la política para enriquecerse ilegalmente. Eso es lo que va a pasar: que el resto, las personas preparadas, que pueden ganarse la vida fuera de la política, no van a querer estar en política, ni siquiera los románticos de la misma, porque terminarán espantados, ni los ricos de familia, porque también saldrán huyendo para no aguantar la inquisición. Quedarán, con alguna excepción, los menos válidos y los menos fiables en todos los sentidos.
De hecho, ya está pasando: cada vez es más difícil encontrar a personas para cubrir puestos de responsabilidad en la gestión, porque saben que los inquisidores han convertido la visión que transmiten de la política en tal lodazal que ya la gestión allí no suma, sino resta a la hora de buscar un empleo, de manera que cada vez más personas que tienen capacidad van poniendo fin al sacrificio personal que supone dedicarse a dicha actividad y prefieren dedicarse a sus respectivas profesiones. Eso es lo que están consiguiendo estos nuevos inquisidores: dejar como un páramo el servicio a la sociedad.
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