Tic tac, Sánchez, tic tac

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Quedan cinco días, escasas horas y aún menos minutos para que Pedro Sánchez deje de ser presidente del Gobierno de España. Las razones para explicar por qué debe producirse este hito, tan histórico como esperado, exceden el espacio destinado a este artículo, pero aquí van algunas que lo justifican, tras haber sufrido los españoles al presidente menos demócrata de nuestra historia, a pesar de haber sido elegido democráticamente.

1. Porque llegó a Moncloa bajo un manto de mentiras y falsedades que deberían haberle inhabilitado para ejercer la presidencia. El día después de afirmar que no podría dormir por las noches si gobernara con Podemos, nombró vicepresidente a un sujeto que está en las antípodas de la democracia. No pasó nada.

2. Porque encerró a los españoles, con la excusa pandémica, de manera ilegal e inmoral, parapetándose en los informes de un comité de expertos que nunca existieron. Un engaño masivo que debería haber impulsado su reprobación inmediata. Ahí siguió en su cargo.

3. Porque cerró, de manera inconstitucional, el Parlamento, hurtando el debate a los españoles y no compareciendo para explicar medidas, en un ejercicio de oscurantismo y falta de transparencia sin igual en el conjunto de los países de la OCDE. Esos estados de alarma tendrían que haber sido el golpe definitivo a su mandato. Y por haber gobernado bajo la autoritaria fórmula del decreto ley (uno cada doce días), sisando a los ciudadanos su derecho al debate político y no compareciendo apenas en las Cortes. Tampoco sucedió nada.

4. Porque, ya que hablamos de transparencia, aún siguen esperando en Europa a que se justifiquen, de momento, los más de 11.500 millones que llegaron vía fondos europeos, fondos cuyo destino nadie conoce porque no ha trascendido. Ni lo han publicado ni lo han explicado. Sólo Sánchez y su gente lo saben. Ni en las dictaduras bananeras sucede este nivel de inmundicia política con el dinero público. Sánchez no dimitió. Una felonía más al saco.

5. Porque de manera alevosa y con nocturnidad, rebajó las penas a los corruptos que metieron la mano en las arcas públicas a cambio de que votaran sus medidas liberales, y ya de paso, rebajó las penas e indultó a los sediciosos que dieron un golpe de Estado a la integridad territorial de España. Entre los delincuentes y los ciudadanos que cumplían con la Constitución y la ley, Sánchez eligió a los delincuentes. La autocracia continuaba.

6. Porque ha empobrecido a los españoles hasta límites insultantes. España es el único país de toda la Unión Europea que aún no ha recuperado el PIB pre pandemia, y desde el Gobierno no han hecho, sino, maquillar las cifras de empleo, mezclándolas con las de horas trabajadas, un juego propio del trilerismo político más abyecto con el objetivo de esconder que seguimos en los mismos niveles que hace años, mientras la deuda pública y el mantenimiento del Estado se han incrementado, para alimentar a los asesores y vividores nombrados por Sánchez. Aumenta la pobreza al mismo tiempo que engorda el entorno del presidente. No pasa nada porque no gobierna la derecha, dicen ufanos en Ferraz. Y ahí continúa.

7. Porque ha asesinado la separación de poderes, asaltando el Tribunal Constitucional, usurpando funciones judiciales y legislativas que no le competen, asaltando empresas públicas a las que ha arruinado (Correos) o desprestigiado (CIS). Si fuera otro país, en Bruselas habrían intervenido. Pero la burocracia europea protegió y defendió al autócrata de intereses compartidos. Seguimos.

8. Porque ha dividido a los españoles hasta límites insospechados, alimentando unas trincheras que Zapatero resucitó y que consistía en que todo aquel que no siguiera sus instrucciones era de inmediato deshumanizado, insultado, menospreciado y etiquetado, usando para ello a medios de comunicación afines, a los que regó previamente con millones de euros de dinero público. El caso especialmente vergonzoso de utilización de lo público para fines privados y personales es RTVE, el No-Do sanchista por excelencia. Pero todo ok, José Luis.

9. Porque ha situado a España en los peores niveles de calidad democrática desde la muerte del dictador Franco, al que usa como excusa para tapar sus vergüenzas políticas como hito continuado de falso progresismo. Hoy estamos más cerca de Guinea Ecuatorial, Argentina o Venezuela que de Alemania y Estados Unidos gracias a la España de extrema izquierda que Sánchez ha dibujado, balcanizándola y ofreciendo parabienes continuos a socios de probada afinidad totalitaria. Todo por un poder, que ha mantenido hasta el final.

10: Porque desde el primer día de su gobierno, quizá desde el día que nació, ha mentido, engañado y falseado a los españoles. Cada minuto y con cada intervención. Ha hecho de la hemeroteca un archivo interminable de trolas a las que iba corrigiendo mientras negaba una evidencia que las imágenes y los audios no podían ocultar. Ha mentido a todos y sobre todo, en un ejercicio de narcisismo egocéntrico, sin precedentes, sin más rumbo ni destino que su propia supervivencia, como buen autócrata. Nadie ha mentido más, en menos tiempo y con tanta profusión. Eso le debería inhabilitar para ejercer cualquier profesión que no sea la de trilero o tertuliano de Escolar o Ferreras.

Pero todo llega a su fin. Y aunque habría motivos para escribir diez decálogos más que justificaran la salida del peor presidente que ha tenido España en su historia, solo estos diez motivan que el próximo domingo, la nación expulse a quien, con felonía desesperante, ha sumido a los ciudadanos en el miedo, la desesperanza y el abandono de su futuro. Quedan cinco días, pocas horas y escasos minutos para acabar con cinco años de impostura y traición. Tic tac, Sánchez, tic tac.

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