Las ‘sorpresas’ de Sánchez para septiembre

Las ‘sorpresas’ de Sánchez para septiembre

Entre la pléyade de autoelegías que el veraneante Sánchez ha entonado en estos días -chulerías, personaje- alguna se ha quedado sin glosar suficientemente. Ésta, la más preocupante: “En septiembre que se prepare la oposición”. Como de todos sus pronósticos, sus profecías y ¡qué decir de sus promesas! no hay un solo español -ni siquiera los suyos- que no se las tome a chufla y befa. Esta que recuerdo ha pasado incluso desapercibida. Hay quien interpreta esta guapeza (al fin y al cabo hablamos de él) desenfadadamente y responde así: “Esto no es para que estemos preocupados todo el verano, es únicamente una maldad sin sentido que busca titulares”. Por lo que le dicen al cronista básicamente gentes del PP, este adelanto, formulado además con la desfachatez de un castizo madrileño modo Verbena de la Paloma, esta lectura no es sin embargo mayoritaria entre los militantes de Casado, no; abrumadoramente piensan mal del bello Sánchez, y se temen fechorías sin precedentes para atornillarse al poder. Como por ejemplo la lluvia de nuestros euros sobre Cataluña.

Otra, que ya se vislumbra, puede ser una reforma o cosa así de la edad hábil de los electores. Ya se sabe que una rebaja en dos años, de 18 a 16 años, de esta condición, exigiría stricto sensu, un cambio del Artículo 68 de la Constitución, pero no se descarta que este individuo esté perpetrando una trampa, un martingala rozando el palo de la ilegalidad, que propicie este abaratamiento del voto. En un país en el que las muchachas de 16 años ya pueden abortar, dirán Sánchez y sus cómplices, ¿cómo negar a los adolescentes tardíos la capacidad para acudir a las urnas?

¿Se puede rechazar de plano que esta sea una de las sorpresas que rumia el bello presidente? Pues lo sensato es quedarse con esta copla porque ya su hipotético promotor empieza a recaer en que su programa de más pasta y más pinchazos por ahora no se traduce en más votos. Y es que ni siquiera el maná europeo que ya veremos cuánto y cuándo llega, ni la vacunación, que presenta dudas sobre la seguridad de la inmunización y, desde luego, sobre la sanidad del rebaño hispano, tienen pinta de garantizar al bello su nuevo triunfo en las urnas. Los perjudicados que no tengan vacaciones entre los trescientos y pico asesores de que goza el menda en La Moncloa, seguro que están especulando sobre el éxito que pueda arrastrar, vía el fielato o no del Parlamento, la reforma esbozada, ya están enfrascados en la tarea. Por eso escribo que ¡atención al dato! este hombre es capaz de todo.

Visto pues que tampoco el Banco Central Europeo o Pfizer son en este momento agentes electorales de Sánchez, ¿qué otras sorpresas nos puede regalar el bello mediterráneo? Por sorpresa, este cronista ha escuchado y leído este fin de semana a tres analistas, lejos en afinidad ideológica, que no descartan, a nada que las circunstancias le sean más propicias, que el citado Apolo (“¡Mecachis, qué guapo soy¡” escribiría para él Carlos Arniches) especula con la apertura en la primavera del 2022, de las urnas generales. Por lo pronto, esta información: la Moncloa está olfateando como un lebrel los propósitos del presidente andaluz Moreno Bonilla. Ya hemos escrito que las elecciones regionales allí son ahora mismo algo más que una posibilidad: son una alternativa muy real.

Hay otras supuestas sorpresas más ciertas aún. Sánchez ha encargado a su nuevo gurú Bolaños el estudio de un intervencionismo descarado en las instituciones: el Tribunal Constitucional, el Supremo y el ignoto hasta el presente, de Cuentas. Está el bello (denominación de una cadena de TV, la más izquierdista, de USA) muy enojado con los varapalos que le han suministrado en estos órganos, y al grito de: ¡qué se han creído estos! pretende okupar sin ambages los tribunales como si de El Valle de los Caídos se tratara. Sobre esto último, cuento que un socialista, mejor aún sanchista, le espetó, sin que se le desarreglara el bigote, esto a una amiga periodista: “Si Carlos III expulsó a los jesuitas de España, y no pasó nada, tampoco pasará nada si echamos a los benedictinos que siempre han sido franquistas”. Como suena.

Sánchez, un mendrugo en tres idiomas, debe saber que, aunque los propios obispos reconozcan que la Iglesia en España parece ya fuera de época, enfrentarse con ella trae malas consecuencias. Los españoles, que están siempre a las puertas de los templos pero cada vez menos entran en ellos, han tragado ya con la eutanasia, el aborto por el cuarto turno, o sea, por la vía rápida, la persecución económica y financiera, o los feroces ataques a la Religión por parte de sujetos tan ateos como iletrados, pero difícilmente pasarán por una embestida que puede acarrear la supresión de cualquier símbolo específico en toda España. Que escuchen: aquí somos todos “de no voy a Misa porque me aburro, pero ¡que no se les ocurra tocarme a la Virgen del Pilar”. El bello personaje es tan iconoclasta como los bizantinos del XVIII, pero él no lo sabe. Aparte de sectario, filocomunista, mentiroso y bravucón es un peligroso analfabeto. Pero su maldad, como todas, encierra una enorme depravación. Así que clamaría José María García: “Atención, señores, que esto es muy grave”. Lo serán ciertamente en septiembre sus cacareadas sorpresas. Preparados para lo peor.

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