¿Se puede estar más loco?

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La estatua de Cristóbal Colón situada en el puerto de Barcelona

Hasta donde nos enseñaron en el colegio, la Historia se vive, se cuenta o se aprende. Gracias al esperpento independentista que hay montado al otro lado del Ebro, ahora también sabemos que la Historia se pervierte.

Si atendemos a los independentistas catalanes, y a sus historiadores de cámara, algunos de los mayores genios europeos nacieron entre butifarras y barretinas, a la sombra estelada de un gran casteller.

Catalanes son, según el Instituto Nova Historia, personalidades extranjeras como el italiano Leonardo da Vinci o el portugués Magallanes, y emblemas españoles de la meseta como Lope de Vega o el mismísimo Miguel de Cervantes que, bajo el criterio paranoico de los rupturistas, se llamaría en realidad Miquel Servent.

No obstante, la juerga de perversión y antihistoria no acaba aquí. Entre los catalanes célebres de nuevo cuño estaría el holandés Erasmo de Róterdam, al que los jóvenes conocerán por darle nombre a las becas más famosas de toda Europa y al que los amantes de las Humanidades consideran uno de los personajes de referencia en el pensamiento continental desde el siglo XV. Un Erasmo que ya desde el principio era conocido como Erasmus Rotterdamus o, lo que es lo mismo: «Erasmo el de Róterdam», ni «el de Lleida» ni «el de L’Empordà».

Según estos postulados, a mitad de camino entre el trastorno y la piromanía histórica, el Descubrimiento de América fue obra y gracia de la iniciativa catalana y de su navegante más célebre: Cristobal Colón.

Hay que reconocer que si la imaginación se pagara al precio que se paga el oro, las arcas catalanas no incumplirían sistemáticamente el déficit autonómico. Algo que, por cierto, también es historia y, sobre todo, historia catalana perteneciente a Mas y su viaje separatista a ninguna parte.

Es cierto que el nacimiento de una nación necesita mitos e historias recurrentes sobre las que asentarse, pero los regímenes totalitarios y nacionalistas comienzan con delirios cómicos a lo Bertolt Brecht —¿Quién sabe si también sería catalán?— y acaban visitando el Tíbet para encontrar a sus legítimos ancestros, tal y como hicieron en plena espiral de locura y propaganda las SS de la Alemania nazi.

Todo este disloque tendría cierta gracia si no fuera porque el 29% de la población infantil en Cataluña está en riesgo de pobreza mientras que los dirigentes de esa Atlántida inexistente llamada «Patria Catalana» se dedican a gastar dinero público en congresos de este pelaje donde intervienen ponentes tan imparciales como Jordi Bilbeny, de la CUP, que sostiene, entre otras genialidades, que el veneciano Marco Polo era un navegante catalán.

Arenys de Munt, por tanto, se convertirá el próximo fin de semana en una especie de manicomio de la Historia de donde puede salir cualquier conclusión imaginable, sobre todo si es un disparate. Nos solidarizamos con todos los catalanes que, incluso aunque hayan votado a los partidos secesionistas, no merecen ser parte de este circo. Son las consecuencias, entre otros actos, de ir a las urnas atendiendo a las vísceras y no a la cabeza.

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