Santiago Abascal, el antifascista del siglo XXI

Santiago Abascal, el antifascista del siglo XXI

A Albert Rivera la izquierda española y el separatismo le han fabricado cientos de gifs haciéndose más pases que El Vaquilla. Le han motejado de “Falangito”, de “facha”, y de líder de “Ciudagramos”. En alguna ocasión, hasta le han grafiteado “Nazi” en la puerta de la tienda de su madre. Aunque muchas menos veces que las dianas de la ETA que tuvo que borrar el hijo de Abascal Escuza de la grupa del caballo de su padre.

A Rivera, también le incrustaron una vez una bala en su frente fotografiada. Por suerte, exactamente, 19 veces menos veces que los intentos de asesinato con emboscadas sorteadas y cables cruzados para decapitar a los Abascal en la Sierra Salvada. A Rivera le han llamado “golfo” más veces que a Mafo, y la jauría etarra ha desinfectado a su paso en Miravalles como si aquel agujero mugriento de Ternera fuera el Mauthasen de los catalinos españolazos en lugar de Vizcaya. A priori, pues, al líder de Ciudadanos se le presuponían ya suficientes experiencias como acosado, señalado, y estigmatizado, como para cortarse una mano antes de encerrar a Abascal en el “gueto de los fascistas intratables” para mayor gloria y gozo de la ultraizquierda y el nacionalismo, y antes de desinfectar cualquier resquicio de Abascal de los pasillos del Congreso como si fuera un paleto de Chapela de Miravalles.

Sin embargo, Albert Rivera se perfila como el prototipo de persona idóneo para mantenerse y prosperar en la política de alto nivel toda su vida a costa de ser el primero que propina el golpe a los demás o a su propia ética con tal de sobrevivir en un espectro político que ni siquiera él mismo tendrá claro más allá del próximo cuarto de hora. Cada vez que el líder de Ciudadanos sale a un plató, lo hace siendo plenamente consciente de que en España no hay suficiente derecha sociológica para tres partidos, y que uno de los del “trifachito de Colón” se escindirá en las próximas dos legislaturas. Habida cuenta de los frustrados intentos de los naranjas por adelantar al PP en las urnas, no parece que vayan a ser los de Casado, luego la estrategia de supervivencia de Rivera pasa por su negativa a normalizar a la formación de Santiago Abascal ensayando frente al espejo como si fuera Monedero “VOX es la auténtica ultraderecha  aberrante”.

Lo curioso es que, cada vez que Rivera, embadurnado de pote nº5 Caribbean Beyond Perfecting y de su tradicional inutilidad operativa, emplaza desde un plató a la formación de derechas en el bando “anticonstitucionalista” junto a Podemos, ERC y Bildu; Ortega Smith, Espinosa de los Monteros o Macarena Olona tienen la maldita manía de aparecer como acusación del golpismo desde el Tribunal Supremo diciendo que “nos jugamos la defensa de los derechos de todos los españoles”, desde el atril del Congreso pidiendo socios para recuperar el recurso de la Ley de Abusos Policiales que Sánchez regaló a Bildu y al PNV, o desde la sala de prensa para anunciar el estudio de las acciones penales contra Zapatero por colaboración con banda armada y revelación de secretos tras dejar la justicia francesa con el culo al aire al Gobierno más sucio de nuestra democracia.

Es todo loquísimo; como cuando tu mejor amiga te dice “este sólo te quiere clavar y chao” cuando tu novio te a buscar a casa con el cura y con el anillo.

Pues para ser tan fachita, parece que a Abascal se le está dando de puta madre explicarle a Rivera de qué va ser el auténtico antifascista del S. XXI.

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