El sanchismo atómico
Atado y bien atado. Así dejó todo cuando se marchó para ser comisaria europea esta especie de plaga bíblica que ha sido la ex ministra para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico. Tan atado que cambiar sus disparatadas y anti populares políticas es tan difícil como pronunciar el nombre de su sucesora, Aagesen, que es heredera de su sectarismo ideológico.
Por eso el que el pasado sábado se reunieran en Almaraz 7.000 personas para mostrar su oposición al cierre de la central nuclear servirá para lo mismo que si se reunieran setenta mil o que lo hicieran el millón largo de extremeños, es decir, para nada.
Y eso que en un país que pretende ser, como dice Sánchez, una referencia democrática, a una oposición tan popular, masiva y transversal con tal medida habría que hacerla caso como si tuvieran razón; ¡pero es que además la tienen! Veamos:
El cierre de las centrales nucleares no permitirá reducir la emisión de gases invernadero. Al contrario, la insuficiencia de generación de las energías renovables obligará a utilizar gas u otras fuentes contaminantes (las nucleares no lo son) para generar electricidad. Se estima que la pérdida de los más de 7 GW de potencia de energía nuclear (el 21% de la energía eléctrica consumida en nuestro país) supondrá la emisión adicional a la atmósfera de casi 30 millones de toneladas de CO2 por año.
Desde un punto de vista estrictamente económico, el cierre del parque de centrales es un negocio ruinoso. El consumo eléctrico seguirá incrementándose, y más si se van sustituyendo los coches de combustión por coches eléctricos; y aunque las fuentes renovables han ido aumentando, crece el consumo de petróleo y gas ruso y la dependencia de las importaciones de materias primas para generar energía y de los componentes para las energías renovables (por ejemplo, las células solares o el berilio de las baterías). En consecuencia, el precio de la energía se encarece, con el impacto que ello supone para el desarrollo humano y económico, y se incrementa, además, la dependencia y el riesgo de desabastecimiento.
En un acercamiento más localista, señalar que el cierre de las nucleares supondrá un empobrecimiento para las comarcas donde se encuentran, como inevitablemente va a ocurrir en Almaraz, contribuyendo, por tanto, a la despoblación de zonas rurales que hasta ahora eran o podían ser polos de crecimiento. En concreto, en el caso de Extremadura, se va a poner en riesgo la instalación de los centros de almacenamiento de datos que son muy demandantes de energía eléctrica.
No hay que perder de vista el tremendo coste directo e indirecto que se incurre en cerrar las centrales. Apagar un reactor nuclear no consiste en desenchufar un cable o en hacer switch off en un interruptor, sino que es un proceso que requiere una programación y una ejecución exhaustivas y que se extienden durante decenas de años. El gasto, además, se acrecentará por la injustificada sustitución del almacén centralizado de residuos por los almacenes individuales, que responde únicamente a motivaciones políticas.
¿Por qué entonces se cierra Almaraz y se cerrarán el resto de nuestras nucleares?
La motivación es puramente ideológica: se ha querido dar prioridad a una ideología política sobre las razones económicas, científicas e incluso ecológicas. Todo, en fin, se debe y se supedita a que la oposición a la energía nuclear es en Europa occidental uno de los principales mantras del activismo de izquierdas.
Lo peor es que posiblemente el cierre y los perjuicios que conlleva ya no sean reversibles. Y, además de las consecuencias comentadas, abandonar y despreciar la tecnología nuclear nos generará atraso y dependencia. Pero este sectarismo ideológico se alinea con el borrado y la cancelación de una obra de la dictadura que situó a España entre los países del mundo capaces de producir energía nuclear en un momento, los años 70 del siglo XX, en que el petróleo sufría su primera gran crisis.
Ante la evidencia de los programas nucleares de los principales países de Europa y de los importantes proyectos en todo el mundo, la cínica y ambiciosa Ribera no ha tenido mayor problema en cambiar su discurso. Eso sí, después de haber dejado en Almaraz, y no solo allí, una cagá (como dirían sus vecinos de Peraleda) que va a costar mucho tiempo y dinero limpiar.
Y esa asombrosa capacidad para soplar y sorber al mismo tiempo es la que está mostrando el secretario socialista extremeño (que es quien buscó el chollito para el hermano músico en la Diputación de Badajoz). Gallardo apoya sin fisuras el close down nuclear impulsado por su partido, pero sin dejar de manifestarse contra el cierre de Almaraz; y la forma que tiene de explicar esta contradicción atómica es, como no, echándole la culpa al PP.
(El sulfato atómico, cómic de Francisco Ibáñez publicado en 1969 -poco después de que se inaugurara la primera central nuclear en nuestro país-, fue la primera historia larga de las aventuras de Mortadelo y Filemón).