Sánchez vende a España para mantenerse en la poltrona
Si fuera un hombre de palabra y hubiera convocado elecciones generales tras hacerse con la Presidencia del Gobierno en el mes de junio, a Pedro Sánchez bien lo podríamos haber apodado ‘El Breve’. Sin embargo, y a tenor de sus acciones, el socialista no está dispuesto a abandonar La Moncloa y las comodidades de viajar en Falcon de ninguna manera, aunque con ello tenga que poner a España como rehén de los golpistas catalanes.
Este mismo jueves Sánchez ha logrado aprobar la senda del déficit para 2019 con el apoyo de, entre otras formaciones, ERC y PdECAT. Un gesto de los separatistas que bien podría suponer el primer paso para desatascar los Presupuestos Generales del Estado, si no fuera porque esta votación nace muerta porque el PP la tumbará con su mayoría absoluta en el Senado. Un trámite parlamentario por el que Sánchez ha pagado, nuevamente, un alto precio. Los golpistas catalanes lo han usado como moneda de cambio para que Sánchez aceptara una cumbre –por mucho el PSOE lo haya negado– a puerta cerrada de igual a igual con Quim Torra, el supremacista presidente de la Generalitat de Cataluña.
Una reunión en la que Sánchez ha quedado nuevamente retratado como enemigo de España y que ha dado alas renovadas al separatismo. El socialista le ha reconocido a Torra que existe “un conflicto sobre el futuro de Cataluña” y ha propuesto resolverlo con un proyecto político que sea votado sólo por los catalanes. El jefe del Ejecutivo –que a menudo olvida que es el presidente de todos los españoles–, debería mostrar más firmeza con el secuaz de Carles Puigdemont y no dejarse manejar por un dirigente que se salta la ley, llama a la guerra civil tomando la vía eslovena y alienta la violenta actividad en las calles de los CDR. Definitivamente, la indignidad de Sánchez es infinita.