Sánchez, protegido por la corrupción europea
Vivimos en una peli de terror. En concreto, vivimos en esa escena icónica de tantas películas en las que el protagonista está encerrado a merced del psicópata, pero espera secretamente la llegada de un aliado que le viene a rescatar, quizá la policía o un socio. Y entonces descubre que su presunto salvador es en realidad uno de ellos.
¿Se acuerdan de «Europa»? No la Europa real, no la Unión Europea que vive de nosotros y de los cambalaches en Bruselas, sino esa otra en la que los españoles, el pueblo más ingenuo del Viejo Continente, ponía todas sus esperanzas.
Era un espejo de virtudes, la flor y nata de la caballería andante. Esto en Europa no pasa. En Europa, si a un político le pillan mintiendo dimite antes de 24 horas; si mete la mano en la caja, va a la cárcel. Europa no está mirando con ceño fruncido, no le va a pasar ni una a este gobierno. Europa, esa tierra que mana leche y miel, nos salvará como el Séptimo de Caballería en una de indios y vaqueros.
Este principio de mes han detenido a la predecesora de Kallas y Borrell, a la entonces responsable de la diplomacia de la Unión Europea, Federica Mogherini, por un fraude relacionado con la formación con fondos europeos de jóvenes diplomáticos.
Si solo fuera eso. En las instituciones europeas ha aterrizado lo peor de cada casa, literalmente: una exministra de Defensa alemana acusada de llevárselo calentito en su tierra, la inefable Ursula von der Leyen -esa combinación de Stalin y Mary Poppins-, preside la todopoderosa Comisión, reconvertida en el Politburó europeo. Y la máquina de hacer euros, el Banco Europeo, lo dejamos en manos de una francesa encontrada en su día culpable de fraude en el “caso Tapie”. Unas joyas.
Entre medias hemos tenido el Pfizergate, el caso Reynders, el caso Timmermans y Sinkevičius y el caso Breton. Que sepamos, claro. Porque el omnímodo poder sin responsabilidad electoral directa de la Unión Europea no se exime de la regla universal: el poder corrompe. Más cuanto menos tiene que dar cuentas y más lejos está del gobernado.
Europa no nos va a salvar de Sánchez porque es Sánchez, traducido a varias lenguas. Sánchez no sabe nada de lo que hacían los dos secretarios de Organización que nombró para el PSOE, ni lo que hacía su hermano, ni lo que hacía su mujer, ni lo que hacía su fiscal general. De Ábalos, al que solo le ha faltado besar apasionadamente en público, dice ahora que nunca lo conoció personalmente. ¿A qué dedica el tiempo libre Ábalos? Un misterio para Sánchez.
Ni siquiera tiene que ser un mentira plausible. La de Von der Leyen sobre el borrado de sus mensajes telemáticos con Pfizer tampoco lo es, pero da igual mientras no se les pueda empapelar. ¿No siguen mandando cantidades obscenas de dinero al régimen más corrupto de Europa (pista: no es Rusia, ni siquiera Rusia), después de que haya aflorado una parte escandalosa de esa corrupción?
Decía Mark Twain que es más fácil engañar a un hombre que convencerle de que ha sido engañado. Y en esas estamos. Todavía quedan muchos españoles que miran hacia Bruselas, esperando un Godot que nunca existió.
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