Mensaje de Navidad del Rey

El Rey evita hablar de la corrupción de Sánchez y se limita a exigir «ejemplaridad»

El monarca reclama una "especial ejemplaridad en el desempeño del conjunto de los poderes públicos"

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Luz Sela

El 50 aniversario de la Transición y la urgencia de preservar la «convivencia» entre los españoles han marcado el Mensaje de Navidad de Felipe VI. Una alocución en la que el Rey ha apelado directamente a los ciudadanos para hacerles responsables de proteger el legado de aquella generación que logró «construir un futuro de libertades basado en el diálogo».

El monarca afrontaba este año un discurso difícil en el contexto de los escándalos de corrupción que cercan al entorno personal y político del presidente del Gobierno. Había expectación por si Felipe VI haría referencias a estos casos, en la medida en que menoscaban la confianza en las instituciones y deterioran el mismo sistema democrático. Pero el monarca ha preferido hacer de su mensaje un llamamiento a los españoles para que tomen las riendas del futuro del país. Porque en definitiva ellos son, ha dicho el jefe del Estado, el auténtico «poder soberano». A ellos, a los ciudadanos, les ha encomendado Don Felipe la tarea de preservar «una de las lecciones más valiosas» que nos enseñaron los artífices de la Transición: «El coraje de avanzar sin garantías, pero unidos».

Y todo ello, en el marco innegable de la Constitución. Porque, frente a quienes desde el propio Gobierno buscan erosionarla a su antojo, o abiertamente la vulneran, el Rey ha advertido que la Carta Magna es el cimiento de «nuestro presente y nuestro vivir juntos». Más aún, «un marco lo bastante amplio para que cupiéramos todos, toda nuestra diversidad».

«Esa perspectiva histórica nos ayuda a observar que España ha experimentado una transformación sin precedentes en estas cinco décadas, que permitió consolidar las libertades democráticas, el pluralismo político, la descentralización, la apertura hacia el exterior y la prosperidad», ha destacado Don Felipe.

La discordia entre los españoles es un asunto que preocupa especialmente a Felipe VI, como demuestra en cada una de sus intervenciones navideñas. La creciente polarización política, la crispación en el debate público y, en definitiva, la desconfianza de parte de la sociedad hacia el mismo sistema democrático conduce irremediablemente cada año al Rey a erigirse en baluarte de los grandes valores que vertebran nuestra sociedad, permitiéndole encarar los mayores desafíos.

Con ese ánimo, Don Felipe ha apelado en esta ocasión a aquellas «generaciones que recuerdan la Transición» pero también a otras «que no la vivieron y que han nacido y crecido en democracia y libertad». «Generaciones de mayores que han visto cambiar España como nunca antes en nuestra historia; generaciones de adultos que concilian, con gran esfuerzo, responsabilidades laborales, familiares y personales; y generaciones de jóvenes que afrontan ahora nuevas dificultades con iniciativa y compromiso», ha dicho, mostrando una especial empatía hacia la juventud, una colectivo recurrente en sus discursos y más especialmente desde que la Princesa Leonor cumplió la mayoría de edad. Todas esas generaciones son, para Felipe VI, «necesarias para avanzar de forma justa y cohesionada».

En este punto, el monarca ha enumerado los grandes problemas que, en su opinión, afectan a los españoles, ante unos «tiempos ciertamente exigentes».

«Muchos ciudadanos sienten que el aumento del coste de la vida limita sus opciones de progreso; que el acceso a la vivienda es un obstáculo para los proyectos de tantos jóvenes; que la velocidad de los avances tecnológicos genera incertidumbre laboral; o que los fenómenos climáticos son un condicionante cada vez mayor y en ocasiones trágico», ha transmitido, plenamente consciente de los «muchos desafíos» a los que se enfrentan los ciudadanos.

Unos ciudadanos «que también perciben que la tensión en el debate público provoca hastío, desencanto y desafección», ha advertido el Rey, en un escenario de altísima confrontación del Gobierno de Pedro Sánchez hacia la oposición. Son realidades, ha avisado, «que no se resuelven ni con retórica ni con voluntarismo».

«Ejemplaridad de los poderes públicos»

El monarca, en cambio, ha evitado cualquier alusión directa a los escándalos de corrupción que cercan al entorno del propio presidente del Gobierno: desde el caso Begoña Gómez al del hermanísimo, o las tramas de amaño de contratos públicos a cambio de mordidas lideradas por Santos Cerdán y Leire Díez, además de la reciente condena al fiscal general del Estado.

Tampoco ha dirigido una advertencia directa a los dirigentes políticos para que serenen el debate público, algo que sí era habitual en años anteriores. En su lugar, ha confiado en el conjunto de los españoles, a quienes ha recordado que «España ha progresado cuando hemos sabido encontrar objetivos que compartir» y que «la raíz de todo proyecto compartido es necesariamente la convivencia». Ha alertado a su vez que esa convivencia «no es un legado imperecedero» y «no basta con haberlo recibido», en definitiva, que «es una construcción frágil». «Por esa razón, todos debemos hacer del cuidado de la convivencia nuestra labor diaria. Y para ello necesitamos confianza», ha completado el monarca.

«Inquietante crisis de confianza»

El Rey ha hecho aquí su alusión más política, al destacar que «en este mundo convulso, donde el multilateralismo y el orden mundial están en crisis, las sociedades democráticas atraviesan, atravesamos, una inquietante crisis de confianza».

Así, ha mostrado su preocupación por una realidad que «afecta seriamente al ánimo de los ciudadanos y a la credibilidad de las instituciones» y que alienta a «los extremismos, los radicalismos y populismos» que «se nutren de esta falta de confianza, de la desinformación, de las desigualdades, del desencanto con el presente y de las dudas sobre cómo abordar el futuro».

«No basta con recordar que nosotros ya hemos estado ahí, que ese capítulo de la historia ya lo conocemos y que tuvo consecuencias funestas. Nos corresponde a todos preservar la confianza en nuestra convivencia democrática», ha advertido el Rey, instando a los españoles a preguntarse «sin mirar a nadie, sin buscar responsabilidades ajenas: ¿Qué podemos hacer cada uno de nosotros para fortalecer esa convivencia? ¿Qué líneas rojas no debemos cruzar?».

En este punto, ha reivindicado el «diálogo» como guía, recordando que «las soluciones a nuestros problemas requieren del concurso, la responsabilidad y el compromiso de todos».

Ante la atronadora contienda política y la desconfianza en el sistema democrático, el Rey ha dejado al descubierto varias urgencias: «Estoy hablando de respeto en el lenguaje y de escucha de las opiniones ajenas; estoy hablando de especial ejemplaridad en el desempeño del conjunto de los poderes públicos; también de empatía; y de la necesidad de situar la dignidad del ser humano, sobre todo de los más vulnerables, en el centro de todo discurso y de toda política».

«Las ideas nunca pueden ser dogmas»

En un escenario de desencuentro total entre el Gobierno y la oposición, de corrosión de las instituciones por parte del Ejecutivo, de creciente tensión entre los poderes del Estado, Don Felipe ha avisado que «en democracia, las ideas propias nunca pueden ser dogmas, ni las ajenas, amenazas; que avanzar consiste en dar pasos, con acuerdos y renuncias, pero en una misma dirección, no correr a costa de la caída del otro; que España es, ante todo, un proyecto compartido: un modo de reunir -y de realizar- los intereses y aspiraciones individuales en torno a una misma noción del bien común».

El Rey, pese a ello, ha querido arrojar luz sobre el futuro, con palabras de aliento hacia los españoles, a quienes ha recordado que «cada tiempo histórico tiene sus propios desafíos» y que «los caminos fáciles no existen». «Los nuestros no lo son ni más ni menos que los de nuestros padres o abuelos. Pero tenemos un gran activo: nuestra capacidad de recorrerlos juntos», ha sido su mensaje.

Poniendo una vez más al ciudadano en el centro, ha instado a enfocar el futuro «con la memoria de estos 50 años». Y «con confianza» porque «el miedo sólo construye barreras y genera ruido y las barreras y el ruido impiden comprender la realidad en toda su amplitud».

«Somos un gran país. España está llena de iniciativa y de talento, y creo que el mundo necesita -más que nunca- de nuestra sensibilidad, de nuestra creatividad y nuestra capacidad de trabajo, de nuestro sentido de la justicia y de la equidad y de nuestra apuesta decidida por Europa, sus principios y sus valores», ha sido su llamamiento final.

Porque, en opinión de Don Felipe, «podremos lograr nuestros objetivos, con aciertos y errores, si los emprendemos juntos; participando todos, orgullosos, de este gran proyecto de vida en común que es España».

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