Sánchez: “Buscando votos hasta debajo de las piedras” para seguir en La Moncloa

Jorge Fernández Sánchez

Todo llega y ya estamos en la recta final de esta interminable campaña electoral, con temperaturas caniculares y que Sánchez tuvo a bien convocar para satisfacer su interés personal, sin importarle nada cualquier otro exigible a un gobernante digno de tal condición, que se supone que antepone siempre el interés general de su país y el bien común de sus conciudadanos al suyo personal.

No es fácil imaginar que a estas alturas de la película, el candidato de facto de las municipales y autonómicas, y que arrastró a sus barones y alcaldes a la derrota el pasado 28M, seguiría al frente de su partido sin ningún problema. Pensar que pudiera llegar indemne hasta diciembre en esas condiciones es demasiado suponer. Ése, y ningún otro, fue el auténtico y único motivo por el que, tras el descalabro cualitativo y cuantitativo obtenido, su decisión fue pasar página inmediatamente, y abrir un nuevo capítulo político esa misma noche, para que la gran derrota recibida fuera el pasado y las nuevas elecciones el inmediato futuro con las candidaturas al Congreso y el Senado bajo su control todavía, y mantener así «prietas las filas» de «su» PSOE.

Con Tezanos utilizando el CIS como instituto demoscópico al servicio de su señor, financiado con fondos públicos y sacando sondeos una semana tras otra como agitprop de la factoría de Moncloa-Ferraz, el problema nuclear del momento actual es si se va a garantizar el derecho fundamental a votar por parte de todos los españoles titulares del mismo. Nunca, en tantas elecciones como se han celebrado en España en los 45 años de vigencia del actual régimen constitucional, se había producido una situación de preocupación y temor como ahora. Preocupación por la carencia de esa fundamental garantía constitucional ante la evidencia de centenares de miles de españoles, que han ejercido los trámites para votar por correo desde hace semanas y no han podido hacerlo todavía, cuando el domingo es la jornada electoral. Y de temor, porque esta situación abre paso a imaginar supuestos que jamás se habían planteado seriamente con anterioridad, gobernaran unos u otros partidos.

Queremos confiar, y necesitamos hacerlo, en que esas dificultades queden resueltas en estas próximas e inmediatas 72 horas, pero la sombra de la duda y la sospecha está tomando cuerpo alimentada por los sondeos de Tezanos -los únicos que se atreven a dar por vencedor a Sánchez, estando tan próximo el 28M, y con el PP con mayoría absoluta en Andalucía, Madrid y Galicia, además de gobernar en Valencia, Castilla y León, La Rioja, Cantabria, Extremadura, Ceuta, Melilla, y a la espera en Aragón y Murcia.

Declaraciones del candidato y su predecesor socialista en la Presidencia del Gobierno, aludiendo confiadamente a «sorpresas en el resultado electoral» con el único y presunto aval para tal confianza, del Manual de resistencia del candidato, no son precisamente tranquilizadoras para ello. Únase a este escenario, que Sánchez ya anunció solemnemente que la oposición de «extrema derecha y de derecha extrema», que tenía enfrente, querrían «detenerle, acusándolo de pucherazo» en sintonía con los seguidores de Trump y Bolsonaro.

Jamás un candidato a la Presidencia del Gobierno se había atrevido a lanzar tal gravísima acusación a sus rivales, y ahora pende como un aviso anticipado para «conspiranoicos y negacionistas» de su eventual victoria. Mientras en Barcelona, Sánchez defiende y justifica sus pactos con los separatistas catalanes, argumentando que «busca votos hasta debajo de las piedras», como si esos votos fueran gratuitos, simples piedras del camino, y no exigieran su peso en oro como le recuerdan Rufián y Otegi, cuales piedras lanzadas contra nuestro tejido nacional e institucional provocando heridas y desgarros en él. Ése es el concepto sanchista de la democracia, y sus principios, convicciones y valores: pactar con los enemigos de España, y con quien haga falta, para seguir en La Moncloa como objetivo prioritario y único. Jamás imaginaron Otegi, Junqueras y Puigdemont, que tendrían una persona a su servicio que desde La Moncloa les fuera preparando el terreno para conseguir su objetivo. Así no es extraño que, en efecto, le vote Txapote.

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