El rugido del león libertario

El rugido del león libertario

El huracán del triunfo del economista libertario Javier Milei en las pasadas elecciones primarias de Argentina está alcanzado la costa del otro lado del océano con fuerza inusitada. Que unas ideas económicas hasta no hace mucho confinadas en algunas fundaciones de corte liberal se hayan popularizado en un país tan socialista y estatista como Argentina hasta el punto de lograr un 30% de apoyo electoral resulta un acontecimiento de primer orden en el mundo de las ideas económicas y políticas. La revolución liberal de Milei se ha abierto paso frente al progresismo que domina las universidades, los medios de comunicación, las escuelas, el cine, la cultura y, naturalmente, el establishment político y burocrático.

Las políticas peronistas han sumido a la Argentina en la miseria con un 40% de pobres (18 millones), varios de ellos indigentes, 20 millones de subsidiados por sólo 8 millones de trabajadores, exacciones fiscales confiscatorias que alcanzan el 70% para quienes trabajan en el sector agroalimentario y una inflación que ya supera este año el 130% a causa de las sistemáticas emisiones de moneda a las que viene recurriendo la Casa Rosada para absorber un déficit presupuestario estructural, una política monetaria suicida que ha envilecido el peso argentino frente al dólar y que ha empobrecido sobre todo a las clases más humildes del país. Nadie quiere pesos en una Argentina ya dolarizada de facto en la que existen 12 tipos cambiarios peso-dólar, lo que acelera todavía más la devaluación del peso y por ende la inflación o, mejor dicho, la hiperinflación.

Con una educación estatal arruinada, con sólo 100 días efectivos de colegio al año y ocupando la cola entre los países iberoamericanas según el informe PISA, el futuro que les espera a los jóvenes argentinos es emigrar o vagabundear en su país natal y consolarse con algunas migajas del Estado benefactor para sobrevivir. No es Argentina país para emprendedores ni tampoco para inversores extranjeros. Un escenario proclive a que el discurso liberal de Milei haya prendido especialmente entre la juventud argentina y las clases más necesitadas, dos sectores desesperados que hasta ahora controlaba la maquinaria peronista y que, decepcionados por sus antiguos mentores socialistas, están huyendo en masa al regazo de Milei.

El statu quo argentino, asustado por esta revolución liberal que amenaza con terminar con sus prebendas y privilegios, está recurriendo a todo tipo de trapisondas y fechorías para detener al candidato liberal que en apenas dos años ha puesto patas arriba a una Argentina devastada tras ochenta años de gobiernos peronistas con alguna que otra excepción, las del radical Menem y del derechista Macri cuya estrategia gradualista para desmantelar el elefantísaco estado peronista y avanzar hacia una senda más liberal y menos estatista fracasó con estrépito, devolviendo al poder al kirchnerismo encabezado por Alberto Fernández y Cristina Fernández de Kirchner en 2019.

«No se pueden esperar soluciones de quienes han fracasado desde hace ochenta años. La solución del problema es el problema: la casta política», repite el candidato de La libertad avanza (LLA). Milei es ahora mismo el candidato mejor colocado para vencer en la primera vuelta de las elecciones presidenciales que se celebrarán en octubre. En el sistema electoral argentino, el 45% de los votos en primera vuelta o el 40% con 10 puntos porcentuales de distancia respecto al segundo conceden al vencedor la presidencia del país. Si no alcanzara estos guarismos en la primera vuelta a celebrar en octubre, se da por seguro que Milei pasará a segunda vuelta en noviembre en las que esperará contrincante, o bien la derechista moderada Patricia Bullrich, una veterana política de Juntos por el Cambio, el partido del otrora presidente Mauricio Macri (2015-2019), o bien al peronista Sergio Massa, actual ministro de economía del ejecutivo argentino cuya primera medida después del puñetazo electoral del pasado domingo ha sido devaluar el peso argentino presionado por el Fondo Monetario Internacional, firmando en primera persona, según algunos analistas argentinos, su sentencia de muerte de cara a los comicios de octubre. Gane o pierda la elección presidencial, Javier Milei ya ha ganado de todos modos la contienda porque ha logrado poner en el foco debates que parecían enterrados en el fondo del mar.

El centro de gravedad de la política argentina ha basculado radicalmente hacia el liberalismo como lo demuestra el hecho de que tanto el kirchernismo como la oposición tolerada Juntos por el Cambio se han visto obligados a presentar a los candidatos más derechistas de su propio espacio electoral para neutralizar al león libertario.

Histriónico, vociferante, excéntrico, directo, irreverente, con un verbo demoledor contra la clase política a la que llama, utilizando el término que acuñara Enrique de Diego, «casta parasitaria», Milei ha devenido en una especie de superhéroe que trasciende a la política. Es un fenómeno cultural similar al de una estrella de rock o un futbolista, que atrae tanto a unos como repugna a otros, y que ha conseguido crear su propia narrativa del mesías que, viniendo de la nada, con el único bagaje de sus ideas libertarias y su singular temeridad para soltar verdades como puños que hasta su llegada nadie se atrevía a decir, va camino de destrozar a la invencible «casta» argentina, enviar al basurero de la historia al todopoderoso kirchnerismo (peronismo) y protagonizar un cambio radical en un país al que ha prometido hacer grande, rico y próspero de nuevo en treinta años, como lo fuera ya antes de la llegada de esta tragedia llamada Juan Domingo Perón.

La revolución liberal del pelucas Milei, así le llaman también gracias a su frondosa y despeinada cabellera, tiene su propia película, su propio merchandising con el león y la peluca como símbolos identificadores, su propio himno, montones de canciones con letras que cantan las bondades de la libertad y el Estado mínimo al tiempo que abominan del keynesianismo y de la «casta», miles de vídeos en las redes sociales espontáneamente modificados por su fanaticada con sus intervenciones más controvertidas en los platós televisivos cuando, antes de «embarrarse» en la política para amenazar al statu quo, difamaba y ridiculizaba a grito pelado a socialistas, peronistas y macristas en los platós de televisión. Un terremoto político de grado 12 en la escala de Richer. «No me metí acá para estar guiando corderos. Yo me metí acá para despertar leones», arenga a sus seguidores recurriendo a un lenguaje nietzschiano.

Pero Milei es mucho más que este showman irreverente, histriónico y sarcástico que despreciaba y ridiculizaba sin piedad a los socialistas de todos los partidos en las tertulias de televisión que le llevaron a la fama antes de dar el salto a la política, presionado por los televidentes que por la calle le atosigaban pare decirle que era la «única esperanza» para salvar a su patria de la «casta» que los depredaba.

Milei es también un intelectual capaz de convertir una entrevista en televisión o un mitin de miles de personas en una clase de economía para explicar el proceso inflacionario o cómo la transición hacia la dolarización va a afectar a los salarios ante las miradas extasiadas y emocionadas de sus seguidores que se pellizcan entre ellos para comprobar que lo que están viendo no es un sueño. Anarcocapitalista y libertario en el plano teórico pero minarquista, partidario de un Estado mínimo, en el práctico, Milei es un economista que aboga por el drástico adelgazamiento del Estado y su gasto político al proponer la supresión de la mitad de los ministerios actuales, la dolarización de la economía argentina para terminar con la inflación, el cierre del Banco Central para evitar que los gobernantes sigan emitiendo pesos para licuar el déficit fiscal, la privatización de las empresas públicas, un fuerte recorte del gasto improductivo y superfluo o la puesta en marcha del cheque escolar y del cheque sanitario introduciendo criterios de competencia en la educación y en la sanidad. Liberalismo clásico y apuesta decidida por la competencia frente al dirigismo estatal.

Como aboga la doctrina liberal, el éxito del pelucas Milei es la constatación más fidedigna de que no existen fallos de mercado, sólo existen fallos de Estado. En realidad, Milei es en sí mismo un fallo garrafal del Estado argentino que le dejó ganarse una inmensa popularidad desde las tertulias y platós televisivos mientras las ideas liberales y anticasta las representara alguien con apariencia de un loco iluminado.

Obviaron que sólo los locos y los niños son capaces de decir las verdades inconvenientes e incómodas al poder, los únicos que se atreven, dada su inconciencia y bondad, a señalar que el rey (socialista) va desnudo. Si consideramos unos comicios como un mercado electoral más donde prima la competencia, está claro que, en cuanto al cuerpo electoral se le ha presentado un producto liberal, muchos consumidores-electores soberanos lo han elegido pese a las advertencias apocalípticas del establishment que, como tal, nunca ha hecho otra cosa que velar por sus propios intereses. Un fallo del sistema estatal que ha dejado una grieta para que el genio de la lámpara saliera y planteara una oferta distinta y revolucionaria que ha cambiado para siempre la forma de pensar de los argentinos.

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