Rufián: un Oscar y un aplauso para el personaje
Creo recordar que fui el primero en escribir sobre Gabriel Rufián hace unos años, allá por agosto del 2015. Titulaba mi columna ‘El misterioso Gabriel Rufián de Súmate’. Él, ahora diputado, aún no estaba integrado en ERC y mucho menos en la política. Jugaba a dar bolos con esa asociación de proscritos, vinculada a la ANC, llamada Súmate. Escribía, entonces, que era la esperanza del independentismo. Literalmente puse la “gran esperanza”. Gabriel, Biel para los suyos, aún decía ir a trabajar. Lo más interesante que encontré en su vida anodina era que escribía poesía en su tiempo libre. Y un poeta en política siempre es una presa fácil. Ya saben, le pierden más las rimas que las consonantes.
En aquellos tiempos, como nunca explicara, se le acercó mucha gente. Algunos interesantes y otros no tanto. Las nuevas amistades en la popularidad nunca son lo que parecen. Aunque algunos no lo entiendan a mí la persona me caía, incluso me cae, bien. En semanas, desde aquella columna empezó a gestarse el personaje. En uno de aquellos días me invitaron a un programa de radio y le propuse venir a debatir conmigo. Nunca hemos coincidido, evito coincidir con los políticos, pero intercambiábamos mensajes. En principio, le pareció bien. Luego, en unas horas, me indicó que la dirección de prensa de ERC no autorizaba su presencia. Me di cuenta de que la persona ya estaba detrás de la construcción del personaje. Supongo que no devoró gente, pero el Gabriel Rufián persona era un tipo tan inocente que no hubieran hecho ni el aperitivo con él. Y lo sabían.
Desde ese momento caminó a la candidatura, profesionalización, vistas al Congreso y vivir del personaje. Seguramente es uno de los políticos, guste o no, más creíbles del panorama español. Un gran actor. Más inteligente de lo que creen y siempre al servicio de su personaje. En cierto argot, a veces las cosas no son lo que parecen, podríamos decir que fue una presa fácil. Un protagonista preparado para romper barajas. Lo hizo con las “monedas del 155” y ahora siendo el detonante del pacto con el PSOE. Allí rompió la vida a perpetuar la costra nacionalista y ahora sutilmente carga contra las razones para indultar a Junqueras. Gabriel Rufián nunca sale del guion dictado.
Cuando uno interpreta con tanta perfección un personaje debemos pensar si es por conocimiento, por habilidad o por disponibilidad. Quizás quien se acercó a él hace años pueda explicar mejor las cosas. Por suerte, para una parte del sistema el independentismo —lo escribimos ya entonces— siempre ha sido tonto, ignorante y clasista. ¿Cómo un charnego se la va meter doblada? En ese escenario personajes como Gabriel Rufián triunfan sin despeinarse. Al final, cuando la persona es devorada por el personaje no siempre es de forma casual. Sinceramente, creo que será más fácil saludar al diputado en una isla paradisiaca que en la cárcel donde se pudra Junqueras. Y, entre nosotros, si ese era su personaje merece un Oscar y un aplauso.
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