RTVE: un nido de israelofobia y antisemitismo

RTVE antisemitismo

Dice el presidente de la corporación más sectaria de la historia de la televisión, José Pablo López, que RTVE no acudirá a la gala de Eurovisión por tratarse de un certamen político y no musical, al mismo tiempo que se congratulaba, henchido de sanchismo, por retransmitir el Benidorm Fest, donde el ganador solía representar a España, precisamente, en Eurovisión. Y ahí que llevará a lo más granado de la progresía a vendernos la moto averiada del pan y circo de costumbre y muchedumbre. La inclusión de Jesús Vázquez es un guiño a la audiencia menos totalitaria, en un intento por compensar la miseria moral de tener, entre el elenco de presentadores, a la ofendida defensora de la izquierda abertzale, Inés Hernand, y la colega campanuda de Broncano. Nunca antes el ente público se asimiló más a una cloaca mugrienta de intereses obscenos y bien pagados.

Más allá de la sectaria decisión de privar a España que paga el oneroso sueldo del correveidile de Moncloa de disfrutar de un festival único en el mundo, los argumentos utilizados en su comunicado por el capataz que ha convertido la tele de todos en un supermercado de propaganda continuada que ríase usted de Venezuela, no dejan de ser los mismos que lleva utilizando el antisemitismo mundial desde hace dos años. Parece que dieciséis horas al día dedicadas a defender a su Sanchidad no le parece suficiente al mandado, y decide por ello tomar una decisión política, amparado en el poder que el comando Hamás le otorga en esa casa y sabedor del aplauso con el que le honrará su antisemita líder y resto de la camada de malhechores que anidan en el perímetro del Gobierno.

De todas las informaciones sesgadas, interesadas y manipuladas que se han vertido en España sobre la guerra de Gaza, la que lidera el comando Hamás de RTVE ocupa, con mucho, la privilegiada cúspide. Desde sus especiales enviados, destinados a mal informar contra la única democracia de Oriente Medio, a los mítines madrugadores de Leni Riefenstahl, pasando por las homilías nocturnas del lechero de los viernes negros, toda información que se imparte en esa casa la firmaría cualquier enemigo de la democracia en España, desde Bildu hasta Esquerra o Podemos, tan cercanos a los presupuestos morales de los que torturaron y asesinaron a centenares de ciudadanos inocentes de Israel como sus informadores de cabecera.

Lo que ha sucedido, con la alevosía de costumbre, no debe quedar impune. Han secuestrado RTVE de ignorancia y mala fe los mismos sectarios soberbios que reparten carné de periodismo y verdad bulera, mientras se enriquecen a costa del presupuesto público. Esos adalides de falsa moral que firman manifiestos golpistas contra la verdad política y judicial, que protegen la mentira en el BOE y acusan a la justicia de querer cargarse la democracia, cuando la están protegiendo, precisamente, de escuadrones propagandista como los que anidan en el Pirulí.

La decisión de RTVE de no acudir a Eurovisión porque participa Israel, debe marcar un antes y un después en las relaciones entre el antisemita Gobierno, que no España, e Israel como Estado, que no su gobierno. La peligrosa judeofobia que anida en casi toda la izquierda española, y buena parte de la derecha, nos posiciona de manera endeble en el nuevo tablero geoestratégico mundial, donde no saldremos bien parados ni con las alianzas correctas. Al menos, mientras Sánchez y sus sicarios mediáticos continúen en su cruzada israelófoba.

Dos años después de la barbarie que congeló al mundo, de la masacre grabada que las ratas de túneles y kufiya perpetraron ante el silencio -y complicidad- de buena parte del Occidente libre, la opinión pública sigue sin haber visto (porque el documento que prueba el horror apenas si se ha difundido) las consecuencias de otorgarle a Hamás y al resto de autoridades palestinas categoría de interlocutores válidos. Las bestias que entraron organizadas en un festival aquel 7 de octubre a sembrar el terror, hoy ríen orgullosas porque sus aliados en España censuran el derecho del contribuyente en disfrutar de un festival en la tele que también pagan los que defienden a Israel como Estado y pueblo. La siempre incorrecta y putrefacta banalización del mal.

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