La República Catalana de Mordor

La República Catalana de Mordor

Cataluña se ha convertido en un infierno social gracias al fanatismo de cientos de miles de catalanes independentistas. En la Cataluña interior el dominio separatista es absoluto, y ejercen un control social tan eficaz que si te consideran un desafecto que les molesta pueden negarte el despacharte en los comercios. Y hacerte el vacío en tu negocio, o en tu puesto de trabajo, para que te largues del pueblo. Pregunten a Ana Moreno, la madre coraje de Balaguer (Lérida) que tuvo que pagar un elevado precio por luchar para que sus hijos recibieran parte de la enseñanza en catalán. Este férreo control ha llegado, desde hace tiempo, a algunos barrios de Barcelona y su área metropolitana. Les cuento un caso que viví personalmente este miércoles: los propietarios de un comercio en la capital catalana, que tienen la información a pie de calle en español y tienen dependientes extranjeros que no hablan catalán -pero sí castellano-, me contaron las mil y una que les han hecho vecinos secesionistas para intentar que se vayan del barrio.

Algunos ejemplos: llamadas para reservar material que nunca vino nadie a buscar, carteles anónimos que les dejaban con frecuencia bajo la persiana con el mensaje “en catalán”, o cuchicheos entre vecinos diciendo “no entréis allí, son castellanos”. Comportamientos que catalanes no separatistas que viven en las zonas rurales me contaron que habían sufrido, y que con el estallido del ‘procés’ se han replicado en las ciudades más pobladas. Casos que a menudo no salen a la luz porque los comerciantes aguantan, o porque el señalamiento no salta a las redes sociales. Pero muchos sí que lo hacen. Recuerdo las veces que fui a comer en solidaridad con sus dueños a dos pizzerías barcelonesas que fueron acosadas en redes, y vandalizadas, porque algunos clientes separatistas vieron ‘agredidos’ sus ‘derechos lingüísticos’.

Este mismo miércoles el líder de los Mossos d’Esquadra independentistas, Albert Donaire, señalaba en sus redes sociales a un restaurante de L’Hospitalet de Llobregat por tener su carta en español y en inglés. Con copia a Plataforma per la Llengua para que ejerza su papel de chivato lingüístico. Si no recuerdan, esta fue la entidad que se dedicó a espiar, sin permiso de los padres, la lengua que niños catalanes hablaban en los patios. Y es la misma asociación que ha desarrollado un buzón virtual para que los estudiantes universitarios separatistas que lo deseen ejerzan de chivatos lingüísticos para señalar a profesores que usen de manera ‘indebida’ el español en sus clases. Por supuesto, este tipo de organizaciones reciben un generoso apoyo de las administraciones públicas gobernadas por partidos independentistas y de los empresarios ‘patriotas’. Bonpreu y Esclat, dos populares cadenas de supermercados que vendían las camisetas oficiales de la ANC y Òmnium para las manifestaciones separatistas de la Diada, ofrecerán durante el mes de enero a sus clientes que el redondeo ‘solidario’ al pagar en caja vaya a la campaña de Plataforma per la Llengua – recuerden, la que espía la lengua de los niños en los patios – para promover el catalán en plataformas como Netflix, Disney+, HBO, Prime Video o Rakuten TV.

Mientras, dos docenas de radicales han cortado seiscientas veces la avenida Meridiana, o las calles circundantes, con la complicidad de la Generalitat. No en vano la presidenta del Parlament, Laura Borràs, ha participado en alguna de las interrupciones de tráfico de este importante acceso a Barcelona. En la plaza Artós, situada en el distrito de Sarrià y uno de los símbolos de la Resistencia barcelonesa al separatismo, hace unos días apareció una pintada con el mensaje “fuera colonos”. Si Esquerra, Junts y la CUP consiguieran la independencia lo que crearían no sería la ‘Dinamarca del sur’ con la que presumen, sino la República Catalana de Mordor, una región tenebrosa y en la que los derechos civiles brillarían por su ausencia.

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