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La reina Sirikit, la ‘Jackie Kennedy de Asia’

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  • Jaime Peñafiel
  • Periodista político y del corazón. Experto en noticias sobre la aristocracia y la familia real. Ex redactor jefe de la revista ¡Hola! y fundador del diario El Independendiente y La Revista. Escribo sobre la Casa Real.

El pasado 24 de octubre fallecía a los 93 años de edad, en su palacio de Bangkok, la reina Sirikit de Tailandia, conocida, por su belleza y su glamour, como la Jackie Kennedy de Asia. Fue querida y admirada por su pueblo. Por ello, su hijo y actual rey Maha Vajiralongkorn ha decretado nada menos que un año de luto nacional, durante el cual el cuerpo de su madre, la reina, permanecerá expuesto en la capilla ardiente del palacio.

A lo largo de mi vida profesional he conocido y tratado a las reinas más bellas, como fueron Grace de Mónaco, la que más; Noor de Jordania, bellísima pero un poco barbie; Máxima de los Países Bajos, un bellezón rotundo; y a la protagonista de nuestra historia, Sirikit de Tailandia, hija de un embajador, que conocería a quien se convertiría en su marido en París. Pero realmente el amor surgió en Suiza, donde el entonces príncipe tailandés se recuperaba de un accidente de tráfico. Ella tenía entonces tan sólo 15 años y aspiraba a convertirse en una pianista profesional. Mientras Bhumibol, ¡oh casualidad!, era un aficionado al jazz, tan apasionadamente que, incluso, solía intervenir con una orquesta en una discoteca de Bangkok. No sólo cuando era príncipe, sino también cuando fue rey.

Se casaron en 1950 y han sido padres de cuatro hijos, tres chicas y un chico. El rey Bhumibol falleció el 13 de octubre de 2016, a la edad de 88 años y 70 en el trono. La reina Sofía asistiría a sus funerales.

A Sirikit la conocí en septiembre de 1964, concretamente en la boda del rey Constantino de Grecia con la princesa Ana María de Dinamarca, donde asistiría con su marido. Yo volvería a encontrarme con Sirikit el 17 de noviembre de 1987, con motivo del primer viaje oficial de los reyes Juan Carlos y Sofía por los países asiáticos: la Tailandia del rey Bhumibol y Nepal del rey Birendra.

¿Dónde estaba Sirikit?

En la noche de aquel 17 de noviembre, los reyes Bhumibol y Sirikit ofrecerían una cena de gala en el palacio Chitralada, acontecimiento rodeado de una morbosa expectación, ya que, cuando los reyes españoles descendieron del avión en el aeropuerto de la capital tailandesa para recibirles, sólo estaba… el rey Bhumibol. La pregunta era lógica: ¿Por qué no ha acudido la reina Sirikit?

Hacía dos años que no se le había visto en acto público alguno. Es más, no se sabía absolutamente nada de ella desde que se había producido, en 1985, el accidente de tráfico, en el que, ¡oh, dramática casualidad!, perdió la vida; también se rumoreaba que fue asesinado el piloto y miembro de la guardia real, apellidado Nalund, con el que mantenía relaciones más o menos ocultas la bellísima soberana. Verdad o mentira, lo cierto es que la reina Sirikit se presentó en el funeral con su hijo e incluso se acercó al cadáver para besarlo.

Desde ese día, la soberana había permanecido retenida en su residencia oficial. Pero aquella noche, Sirikit, con un rostro cuya palidez de dos años sin ver el sol, encerrada en el Palacio, y que el maquillaje no lograba cubrir, era el espejo de su alma y los ojos sus delatores. Observándola durante la cena y recordando aquella otra Sirikit que yo había conocido años antes, no pude por menos que preguntarme: ¿será la muerte de su amante el motivo por el que «la mujer más bonita del mundo», tan elegante que llegó a ser uña y carne del diseñador Pierre Balmain, que compartía portadas con Jacqueline Kennedy y Grace de Mónaco, y que, con su sonrisa, lo hacía todo fácil, no es ya ni su sombra?

Su hijo y las concubinas

A Bhumibol le sucedió su hijo Maha Vajiralongkorn, un polémico e impresentable soberano que lo es y sigue siéndolo a pesar de todo porque en Tailandia no se permite a la gente criticar al monarca, ya que la monarquía está protegida por una de las leyes de lesa majestad más estrictas a nivel global. Pero desde que el joven ascendió al trono, su ostentación y excentricidades han llenado de indignación a los ciudadanos. Al contrario que su padre, que fue muy querido y admirado en su país, no solo por su rectitud y visión política, sino también por decidir que una, solo una mujer, ocuparía su corazón: Sirikit, a diferencia de su polémico hijo, que ha concedido el título de reina a su última esposa, Suthida, pero también a su concubina oficial, Sineenatha, tras vodevilescos episodios de repudio y reconciliación. Y las dos han ido dándose el relevo en el papel de protagonista femenina de la casa real tailandesa. El mayor escándalo de este impresentable rey de Tailandia se produjo en los primeros meses de la pandemia, alquilando un hotel en Baviera (Alemania), donde se refugió con su esposa, con su concubina y veinte concubinas más. Aunque el ascenso de la concubina a segunda reina parece que es un hecho, no es descartable tampoco que una cuarta esposa recupere su título de favorita del caprichoso, impresentable y mujeriego monarca.

Chsss…

Después de la reunión con el Papa León XIV en la Capilla Sixtina, el rey Carlos III protagoniza su primer acto oficial, en apoyo a la comunidad LGTBIQ+ del personal militar que sufrió en Reino Unido la prohibición de su homosexualidad.

Aunque en 1967 se despenalizaron las relaciones homosexuales en Inglaterra y Gales, la prohibición se mantuvo vigente para los militares hasta el año 2000.

Me llena de estupor las sandeces que dice la hija de la infanta sobre la gente que gana dinero.

Nunca he leído mayores, babosos y benignos elogios sobre la princesa que los del famoso autor que hace honor a su nombre.

Dice el muy coqueto que el secreto de su gran aspecto físico se debe a su genética y que es de… ¡¡¡Bilbao!!!

A propósito de las memorias de Isabel, recuerdo lo que el gran Sabino decía cuando le reprochaban que no las escribiera: «Lo que tiene interés no se puede contar y lo que puedes no tiene el menor interés».

¿Cuánto habrá cobrado el negro por escribir las memorias de su «verdadera» historia?

¿A qué influencer daría usted el Nobel a la más idiota que sólo dice gilipolleces? ¿Será a quien usted y yo pensamos?

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