¿Y qué si Trump humilla a Zelenski?

Trump
  • Carla de la Lá
  • Escritora, periodista y profesora de la Universidad San Pablo CEU. Directora de la agencia Globe Comunicación en Madrid. Escribo sobre política y estilo de vida.

¿Por qué tanto revuelo? Era de esperar, de un psicópata de manual, de una apisonadora que seduce desde su psicopatía a la parte más animal del cerebro, ¿y cómo esperábamos que se comporte el hombre más poderoso, y retrasado -no hablo de retraso mental, hablo de un retraso humano? Lo contrario a la evolución social y moral donde se presupone un crecimiento en todos los valores de la comunidad humana como son el altruismo, la inquietud por el conocimiento, la gentileza…

Dicen que el Despacho Oval es un teatro, una cápsula de poder donde el diálogo es solo un pretexto y la guerra un decorado. O más bien, un plató de cine donde los guiones ya están escritos antes de que los actores entren en escena. Zelenski entró vestido como siempre, con el gesto tenso de quien lleva la guerra bordada en la camiseta. Trump lo miró de arriba abajo, con el desdén plástico de quien no necesita fingir. «Vaya, te has arreglado para venir», flotando entre la carcajada muda y la tragedia diplomática.

El escándalo. Que si humillación, que si Zelenski, el héroe de la democracia, es pisoteado por el villano rubio. Pero detengámonos un segundo. ¿Y qué si Trump trata mal a Zelenski?

Trump es previsible. Sabemos cómo es, cómo se mueve, cómo mastica el poder con la impunidad del icono pop, de la caricatura del sueño americano. Lo verdaderamente preocupante son los civiles, donde nadie parece preguntarse por qué Zelenski no ha llevado a su país a un lugar mejor.

¿Es Zelenski el ingenuo y bondadoso héroe que nos gustaría creer? Porque la guerra de Ucrania no es una cruzada moral, sino una orgía de contratos de armamento, gas licuado y alianzas disfrazadas de principios que ha beneficiado a Rusia y a China, mientras el pueblo ucraniano sufre y Europa se lame las heridas económicas. Zelenski no solo es una víctima, sino también un jugador de este póker, que ha sabido beneficiarse del conflicto y perpetuar su papel de defensor inflexible mientras la maquinaria de la guerra sigue girando.

Estados Unidos, por supuesto, ha sido el gran ganador de la partida. Vendiendo armas, reemplazando el gas ruso con el suyo propio y debilitando a Rusia sin perder ni un solo soldado en el campo de batalla. Rusia, pese a las sanciones, también ha salido bien parada: Putin ha consolidado su poder interno y ha reforzado su alianza con China. Y Zelenski, ese David de la narrativa occidental, se ha convertido en el guardián de una guerra que le mantiene en el trono, aunque para ello tenga que sacrificar el país que juró defender.

Pero la historia es cíclica y EE.UU. nunca ha sido un aliado fiel cuando el tablero deja de serle útil. Afganistán podría contar muchas cosas sobre eso. Cuando ya no seas funcional, te dejan atrás en el desierto con una palmada en la espalda y una nota de «buena suerte» en la solapa.

¿Y los ciudadanos? Los ciudadanos no pintamos nada. Ni los ucranianos, ni los rusos, ni los europeos que pagamos la guerra con inflación y recortes. El verdadero eje de la historia es que estamos al servicio de intereses monstruosos.

A mí me gusta el rollo de Zelenski, de camiseta, pantalones cargo y botas militares, a diferencia de líderes más ostentosos y uniformes completos con insignias, opta por un look sobrio y utilitario, que recuerda a la vestimenta del soldado raso. Como Gandhi, que se reunía con los ingleses vestido con el dhoti y shawl indios.

Se podría llamar «atuendo de resistencia intelectual» y le sienta muy bien, tanto como le sienta mal al trumpismo que acuda al evento sin corbata. Zelenski responde a sus hostigadores estilísticos que se pondrá un traje cuando acabe la guerra. Como si fuera un conjuro, un talismán, aclarándoles que solo él decide cuándo termina este conflicto porque la guerra seguirá mientras a algunos les interese que siga.

Y hablando de estilismos, no dejo de recordar a Elon Musk compareciendo en el Despacho Oval con su gorra de taradito y su hijo enredando sobre los hombros o entre sus piernas, lanzando el mensaje de que es tan inmensamente rico que puede hacer lo que quiera.

Zelenski se niega a firmar la paz y aceptar la victoria parcial de Rusia que podría costarle el poder o incluso la vida. La mayoría de los ucranianos (peones sacrificables) rechazan ceder ¿Cómo se les convence de que la guerra es la peor opción cuando toda su narrativa ha sido la resistencia heroica?

Europa se sienta bajo la mesa, con la lengua fuera, esperando las sobras del festín.

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