¡Qué grande, Marlaska!: avaló insultar al Rey, pero persigue a quienes critican al Gobierno

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Curiosa ley del embudo la del ministro de Interior, Fernando Grande-Marlaska, que en su etapa como juez avaló, en un voto particular suscrito por otros tres magistrados, que pudiera llamarse al Rey Juan Carlos «putero, borracho y cabrón» porque «cuanto más arriba en la pirámide de poder, mayor sometimiento al control».

Con ese mismo argumento -la pirámide de poder- podría verterse sobre el Gobierno y el propio ministro de Interior cualquier calificativo grueso del nivel de los vertidos contra el anterior jefe del Estado y permitido por el entonces magistrado. Y, sin embargo, una vez que Grande-Marlaska ha llegado a la cúspide de la pirámide del poder ejecutivo, lo que ha hecho es anunciar su intención de cambiar la ley para aumentar el control sobre la información y perseguir lo que el Gobierno califica de bulos

Marlaska y otros tres jueces -Ramón Sáez Valcárcel, José Ricardo de Prada y Guillermo Ruiz Polanco- se opusieron a la confirmación de la sentencia que condenó  al pago de una multa de 6.480 euros al coronel retirado Amadeo Martínez Inglés por un delito de injurias graves a la Corona que cometió al escribir un artículo en el que, entre otras cosas, calificaba de «despreciable» a la Familia Real y llamaba «putero, borracho y cabrón» al Rey Juan Carlos.

Marlaska fue más allá al asegurar que la condena penal de este tipo de «críticas» disuade del cuestionamiento de la forma de Gobierno en detrimento del interés público «que demanda una opinión plural, informada y formada». «La política en democracia significa un cuestionamiento permanente de la legitimidad de ejercicio de los poderes instituidos», aseguró.

Qué grande, Marlaska. ¿Por qué no se aplica su propia teoría, en lugar de extremar el cerco a la libertad de expresión e información? Sin ánimo alguno de faltar al respeto del ministro de Interior, en lo que tendrá que estar de acuerdo Marlaska es que su teoría sobre la pirámide del poder se vino abajo en el momento en el que entró en el Gobierno. Pues que repase sus propios argumentos en defensa de la libertad de información, que los tiene un poco olvidados.

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