¿Por qué se enoja, señor Mélenchon?

¿Por qué se enoja, señor Mélenchon?

Desde Venezuela hemos seguido por YouTube el intento de debate que el diputado Jean Luc Mélenchon sostuvo con Laurence Debray en torno a la situación de nuestro país el pasado 30 de noviembre en la televisión pública francesa. Causa particular extrañeza la forma en que montó en cólera el excandidato presidencial cuando la historiadora, cuya familia materna es toda venezolana, le preguntó si no sentía que estaba del lado equivocado al apoyar y alabar los gobiernos de Chávez y Maduro, luego de dar algunos ejemplos de las diversas situaciones que tenemos que padecer los venezolanos como parte de nuestra vida cotidiana. El político francés explicó que él ha apoyado al Gobierno de Chávez porque asumió como política fundamental distribuir la renta petrolera en programas sociales para los pobres en lugar de guardarla en sus propios bolsillos. ¡Cuán equivocado está el Señor Mélenchon! Y como venezolano que vive y padece en esta tierra me veo impelido a decir varias cosas al respecto.

¿Será que al señor diputado no le llama la atención cómo PDVSA, la empresa petrolera venezolana cuyo único accionista es el Estado, luego de haber tenido, entre 2010 y 2014, el mayor ingreso de toda su historia gracias al alza de los precios del petróleo, hoy no tiene cómo pagar sus deudas? Durante los primeros 14 años del gobierno chavista (1999-2013) entró a Venezuela tres veces más la cantidad del dinero recaudado por venta de petróleo que el recibido durante los 20 años anteriores (1979-1998). Con estas cifras, al menos a mí la pregunta me resulta obvia ¿Dónde está ese dinero? ¿A cuáles programas sociales se referirá el Sr. diputado? Porque todos los días veo personas hurgando en la basura en la esquina de mi casa buscando qué comer; porque hace un mes me enfermé y mi esposa y yo pasamos tres días buscando los antibióticos indicados de farmacia en farmacia y cuando finalmente los encontramos, el precio que tuvimos que pagar para una semana de tratamiento fue equivalente a un mes completo de mi sueldo como docente.

No. No se trata de un invento del imperialismo yanqui. ¡No, Señor! Los venezolanos estamos pasando trabajo. En cada estrato socioeconómico, desde el más rico hasta el más vulnerable hemos visto desmejorar nuestra situación drásticamente, particularmente durante los últimos tres años. Parece que el Sr. Mélenchon no sabe que en Venezuela hay niños muriendo todos los días por desnutrición y que el Estado ha perdido toda capacidad para atender a los pacientes con enfermedades crónicas como cáncer, sida, diabetes o enfermedades renales o hepáticas. Mientras tanto, el vicepresidente El Aissami ha declarado que las vacunas serán suministradas únicamente a los ciudadanos que tengan el “Carnet de la Patria”, es decir, únicamente los seguidores del gobierno tienen derecho a ser vacunados —cuando hay vacunas—. Ante esta realidad, múltiples países y organismos internacionales han ofrecido ayuda humanitaria y el gobierno venezolano se niega a aceptarla porque pareciera que la carestía se ha convertido en un mecanismo de control de la población.

Mélenchon, el ofendido

¿Será que el diputado Mélenchon no ha visto la cifra de homicidios? La violencia en nuestras calles prolifera cada año más. Durante el año 2016 murió asesinado un venezolano cada 19 minutos con una tasa de 91,8 muertes violentas por cada 100.000 habitantes. Y yo me pregunto si la explicación de este fenómeno es que se trata de una política pública que pretende mantener a la población venezolana viviendo en un estado de miedo permanente. En el debate, apeló también el señor Mélenchon al talante democrático de Hugo Chávez al propiciar y ganar permanentemente elecciones y referenda para consultar a la población. En este sentido, el diputado pareciera obviar que al menos desde hace 15 años el Consejo Nacional Electoral ha sido dirigido por personas abiertamente simpatizantes o militantes del partido de gobierno. Y, en efecto, han organizado elecciones mientras han sabido que las pueden ganar. El año pasado, la oposición convocó a un Referéndum Revocatorio contra Maduro y el Consejo Electoral a través de excusas fútiles y retrasos innecesarios negó al pueblo venezolano un derecho que está consagrado en la Constitución de la República.

Por otra parte, aunque en un texto de su blog Mélenchon habla de la pluralidad y la apertura de los medios de comunicación venezolanos, la realidad es que aquí hoy existe una hegemonía mediática que, salvo contadas excepciones, sólo muestra la visión ideológica del chavismo. Los medios que han mantenido una postura abiertamente opositora son presionados a través de diversos mecanismos impositivos o legales. En este sentido, quizás los casos más conocidos son el cierre de RCTV, la televisora privada más antigua que existía en el país, al no renovarle su concesión en mayo de 2007 y el cierre de las emisoras de radio del circuito CNB en 2009, a través de las cuales se transmitía un programa diario abiertamente opositor. Más aún, para evitar la mala prensa internacional que genera el hecho de cerrar medios, en los últimos años, periódicos de circulación nacional y emisoras de radio o TV han sido comprados por grupos afines al gobierno, cambiando drásticamente su línea editorial.

No obstante, a pesar del costo ante la opinión pública, desde el 2014 se ha negado la entrada al país a diversos periodistas internacionales, entre ellos Laurence Debray, y por orden del ente que regula las telecomunicaciones en Venezuela, las señales de CNN en español y de otros canales internacionales de noticias han sido eliminadas de los sistemas de cable en nuestro país. De esta manera, en Venezuela, cuando hay elecciones nacionales, se da un desequilibrio grosero en los medios de comunicación social y los candidatos del partido de gobierno reciben una exposición considerablemente mayor en los medios a la que reciben aquellos que son opositores. Las libertades civiles están francamente limitadas en Venezuela. Con más de 120 fallecidos, durante las manifestaciones de este año, los órganos de seguridad lanzaron gases lacrimógenos desde helicópteros, en varias oportunidades usaron balas de plomo, múltiples veces obligaron a los manifestantes a entrar en las aguas de la principal cloaca de la ciudad y en agosto la OEA y la ONG Foro Penal Venezolano llegaron a contabilizar más de 600 presos políticos en el país.

¿Y los Derechos Humanos?

Estas mismas organizaciones, para el 29 de noviembre, reportan aún 299 presos de conciencia. Esta situación coloca los derechos humanos de nuestros ciudadanos, por decir lo menos, en entredicho. En tal sentido, el 10 de diciembre, con motivo del Día Internacional de los Derechos Humanos, la Organización de las Naciones Unidas publicó una lista donde Venezuela ocupa el puesto 143 de 163 países en el ranking de respeto a la equidad, justicia y dignidad humana. Seguramente, ante estos argumentos, el señor Mélenchon apelará a la vieja estrategia de anular el mensajero, usando el trillado argumento ad hominem del interlocutor pagado por el gobierno estadounidense o por la “extrema derecha” venezolana, tal como lo hizo con la señora Debray, mientras él perdía completamente los modales. Yo podría decirle que debería patentar una caja de ruido como la de las vacas que en vez de sonar “Muuuuu” dijera “Imperialismo Yankiiiiiii”, pero eso sería una respuesta tonta y sin mayor compromiso. No. Frente a ese argumento simplemente pongo mi palabra. Soy una persona de compromiso social, nadie me paga por decir lo que pienso y nunca afirmo cosas con las que no estoy de acuerdo. Sin embargo, si hay un cheque para mí en el Departamento de Estado, no me caería nada mal porque, no me da vergüenza decirlo, ayer cené arepa sin jamón ni queso porque no tenía con qué rellenarla.

Al final del segmento sobre Venezuela, el Diputado Mélenchon le dijo a Laurence Debray que él quisiera saber cómo vive la familia Burgos en Venezuela. Pues aquí estoy Señor Mélenchon mi nombre es Osvaldo Burgos, soy primo de Laurence Debray. Tengo un Doctorado en Comunicación y Música y 22 años de experiencia como profesor en una de las principales universidades del país y anoche no tenía con qué rellenar mi arepa. Hoy mi sueldo es el equivalente a 6 dólares mensuales, tomando como referencia el precio del dólar en el mercado negro, que es el único tipo cambiario al que tenemos acceso los venezolanos que no estamos vinculados al gobierno y con el que se mueve lo que queda del comercio en el país. Con la hiperinflación que estamos viviendo en Venezuela, mañana mi sueldo será menos.

Si el diputado no me cree, lo invito a que venga y se quede un tiempo en esta Venezuela que han construido los autodenominados socialistas del siglo XXI y, si en efecto le gusta, le propongo que cambiemos de casa. Yo me mudo a París y él que se queda en Caracas. Tal vez a mediados del año que viene yo desayune los domingos un croissant luego de hacer ejercicio con mi esposa en los Jardines de Luxemburgo mientras él hace la cola para comprar un kilo de pasta en un supermercado en Chacaíto. Por último, como el señor Mélenchon parece ser un caballero, le pediría que no mencione a mi abuela en su blog. Ella murió hace ya 17 años y afortunadamente nunca le faltó el papel higiénico.

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