¿Se puede votar a un individuo así?
Pues sí, le van a votar. Este Zapatero bis que naufragó en dos debates consecutivos es el paradigma de una izquierda furiosa que embarra, miente sin sonrojo y está dispuesta a pactar con quien sea, desde soviéticos a terroristas, con tal de seguir montada con su señorito en el Falcón. El paradigma de los fans de Sánchez es ese patético Ábalos que, tras el primero asalto, tomó la televisión gubernamental como si fuera el vídeoclub de su cortijo y lanzo una soflama infame a lo Maduro o a lo Fidel Castro, que terminó por enviar a los espectadores a la cama. El segundo episodio aún fue peor en su desarrollo: una presentadora o cosa así de cuyo nombre o apellido no quiero acordarme, se convirtió en el martillo del centro derecha, básicamente en el azote de Pablo Casado al que interrogaba como si fuera Billy el Niño en una comisaria franquista. Casado se quedó más de una vez con el índice de su mano derecha pidiendo turno de réplica, pero la relatora en cuestión se lo negó una y otra vez. Le gustaba sobre todo el discurso de maestro ciruela pero todo su obsesión fue ésta: salvar al recluta Sánchez de un naufragio que le debería costar si duda alguna la Presidencia del Gobierno.
Pero esa es otra cuestión porque comparto opinión con un demóscopo reputado capitán de mil debates que afirma sin ambages lo siguiente: “Hay mucha literatura falsa sobre la capacidad que tiene este tipo de confrontaciones de cambiar el voto de la gente; es cierto que a veces ha sucedido y son conocidos los episodios de Kennedy con Nixon o de Giscard con Mitterrand, pero en la mayoría de las ocasiones el espectáculo apenas ha servido para modificar la dirección de un puñado de votos”. Y precisamente en un diagnóstico como éste confían los seguidores de este sujeto infame, mentiroso y procaz en todas sus intervenciones. Es decir: si nos ajustamos a lo sucedido y según me cuentan fuentes socialistas de toda la vida, Sánchez no es su tipo, pero es su mal menor, o sea, que con la nariz tapada (el famoso prodigio italiano “chiusi il nasso vota”), se dirigirán el próximo domingo a las urnas porque, como suele decir un antiguo responsable del PSOE: “A estas fechas del calendario no puedo votar otras cosas”. Muy pocos electores situados en la izquierda se van a dar el lujo de asestar un zurriagazo público a este individuo al que, en privado, detestan e incluso del que hacen chanzas y bromas si cuento. Por eso, el dictamen del experto parece válido: perded toda esperanza porque el electorado español no es tan sólido como, al estilo de lo que ocurre en el Reino Unido, modificar su voluntad según la temporada en que se vive.
Es curioso: la mayor acusación, la más grave imputación que este tipo de votantes vuelca sobre Sánchez es ésta: su indolencia institucional, una postura que no se refiere precisamente a su incapacidad crónica “para saberse” las cosas, sino a su querencia demostrada a entenderse con cualquiera para lograr sus fines. Y su objetivo hoy, mañana y este domingo no es otro que subirse al Falcón todas las veces posibles. El Estado, su estructura, su permanencia democrática es solo un medio, el fin es él, por eso tanto Rivera como Casado salieron de los dos debates con una cierta frustración por no haber conseguido que este sujeto abjure de sus repulsivas compañías. Según me confiesa una miembro destacado del equipo de Casado: “Le puedes demostrar, como de hecho ocurrió, que se apropia de las pensiones que él y su partido han congelado, que miente en su biografía, que ha pactado con lo peor de la política española y que va a seguir haciéndolo; es igual, es un frontón”. Muy pocos recayeron el martes en un suceso muy señalado: de pronto, el libro de su falsa tesis, copiada hasta en las tapas, que Rivera situó en el atril de Sánchez, desapareció como por en ensalmo. ¿Dónde se colocó? Pues lo cierto es que en un descanso el gurucillo a sueldo Redondo lo esfumó del plató, probablemente lo tiró a la papelera más cercana. Así es Sánchez y son los suyos: unos trileros que para la masa acrítica de la izquierda representan el mal menor porque ellos ¿cómo van a votar a la derecha franquista sobre la que aún tejen maldades de hace ochenta años? Lamento en fin disentir de lo que, esperanzadamente y con toda lógica, piensan, que el fracaso de Sánchez en los debates, ha cambiado la posibilidad horrenda de que este individuo vuelva a mandar en España.
No parece ser así, ahora bien: nada me gustaría más porque la continuación de la pesadilla encarnada por este felón es un mal del que España nunca se recuperará, sobre todo porque España dejará de serlo, algo que a Sánchez le importa exactamente una higa.